Por Verónica Coello Moreira | escritora
Volver a la Feria Internacional del Libro de Guayaquil involucró una vorágine de emociones, fue sentir que la pandemia no nos había quitado la pasión por los libros. Regresar a la dinámica de comprar los boletos, hacer la fila para entrar, cruzar la puerta y sentir que la literatura nos recibía con el sombrerero de Alicia en el país de las maravillas dándonos la bienvenida.
Las charlas estuvieron diversas, enriquecedoras y hubo lanzamientos de libros potentes como el del escritor Óscar Vela Descalzo, con quien tuve la oportunidad de participar y hablar de una historia de injusticia y lucha por la verdad para un ecuatoriano preso en Estados Unidos. Me llamó gratamente la atención ver la cantidad de personas que acudían a visitar la feria y salían con muchos libros.
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Guayaquil vivió una fiesta en la que participaron escritores ecuatorianos y extranjeros en comunión con ávidos lectores en medio de una organización que simplemente se supera a sí misma. Es necesario reconocer el trabajo que Cecilia Ansaldo y su equipo realizan cada año cuidando cada detalle para disfrute y deleite de quienes vemos en la feria un verdadero encuentro de letras y diversión para todas las edades. (O)