Por María Silvia Aguirre | Escritora y Periodista

Este libro llegó a mí cuando me sentía sola, cuando me dijeron que me tenía que quedar en casa y que si me encontraba con alguien en una cafetería, ni se me ocurra darle un abrazo. Entonces, Siri me contó una historia; ella me dio ese abrazo reconfortante que necesitaba.

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La autora estadounidense Siri Hustvedt narra en Un verano sin hombres la historia de Mia Fredricksen, mujer en sus cincuenta años, después de que su esposo, un tal Boris, le pide una pausa -nombre que Mia usa para hablar de la amante joven y francesa de Boris-, luego de 30 años de matrimonio y con una hija comenzando una carrera de actuación.

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Tras un episodio en un hospital psiquiátrico, Mia regresa a Bonden, la ciudad de su niñez, donde su madre vive en una residencia de ancianas. Mia se reconecta con su mamá y conoce a su grupo de amigas quienes se hacen llamar “Los Cisnes’', una de ellas ya con más de 100 años.

Además, Mia alquila una casa, arma un taller de poesía para adolescentes, se hace amiga de su vecina, una recién casada con dos hijos y un esposo que sospecha es abusador.

En estos diferentes escenarios, Mia recorre y conoce a la mujer en todas sus edades y dimensiones, recuerda su infancia, descubre secretos, aprende de la vejez y mientras tanto, se reencuentra con ella.

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Acompañar a Mia mientras lo hace es un proceso sanador, especialmente, porque Siri me invitó a ser parte de esa sororidad entre Mia y las mujeres que llegan a su vida y la incitan a reírse de sus ´desgracias´. Como lo dijeron en mi club de lectura (@palabralab): “ninguna tragedia es tan grave para no contarla en clave de chiste”. Gracias, Siri, por hacerlo. (O)