Por Valeria Guzmán Pérez | Poeta y lexicógrafa

Tres mujeres (1962), de Sylvia Plath, es un poema a tres voces en el que cada voz, una por una, se manifiesta respecto a la maternidad. Se trata de una obra breve, profunda y sin juicios de valor. Lo armonioso de su polifonía consiste en que cada postura es importante.

Es tan válido el deseo de ser madre y su realización (primera voz): «Estoy muda y parda, soy una semilla», «¿Qué hacían mis dedos antes de tenerle?/ ¿Qué hacía mi corazón antes de amarle?»; como el deseo de ser madre y el dolor de no lograr serlo (segunda voz): «Mes a mes arrastra tras de sí/ sus mareas de sangre negra que anuncian el fracaso» del mismo modo que el deseo de no ser madre (tercera voz): «Las nubes blancas/ se precipitaron/ a los cuatro sentidos/ me descuartizaron», «No estoy lista para lo que pueda suceder/ Tendría que matar lo que me mata».

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Sylvia plantea con absoluta inteligencia, sensibilidad y delicadeza que la maternidad no está inscrita en el orden de lo biológico, sino que es una posición subjetiva que una mujer puede asumir o no tanto en lo simbólico como en lo real. Y lo hace desde la precisión del lenguaje, del ritmo y de las imágenes. Máquinas de escribir. Olas del mar. Caballos de sangre desbocados. «La belleza es apenas el principio de lo terrible». «Todo ángel es terrible» y los “arcángeles fríos”, mucho más. (O)

*Valeria Guzmán Pérez también es traductora y mentalizadora del proyecto de audiocuentos ‘Mujeres al oído’.