La escritora chilena Isabel Allende, que cumplió este martes 80 años, dice que está viviendo “un momento excepcional” y que no se siente “para nada anciana todavía”, aunque sabe que “a la vuelta de la esquina” está la ancianidad y una de las cosas que más teme es “ser una carga para los demás”.

Prefiere no darle mucha importancia a la cifra y más bien se expresa agradecida con la vida por poder amar, escribir y estar conectada a sus muchos millones de lectores.

“El amor es, como quien dice, la columna vertebral que me sostiene y la escritura ocupa todo el panorama”, agrega Allende en una entrevista en la que deja entrever su miedo a cuando llegue el día en que no pueda seguir escribiendo como hasta ahora.

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“Por miles de razones, porque uno va perdiendo la memoria, la capacidad de enfocarse en algo, la atención e incluso físicamente va a llegar un momento en que seguramente no voy a poder estar sentada frente a la computadora diez horas al día”, señala.

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Fotografía de archivo fechada el 4 de noviembre de 2019 de la escritora chilena Isabel Allende mientras posa para los medios de comunicación antes de recibir el Premio Internacional de Novel Histórica Barcino, en Barcelona (España). EFE/Quique García Foto: Quique GarcÍa

Allende, nacida en Lima el 2 de agosto de 1942, debido a que su familia vivía en Perú por el puesto de su padre como diplomático, y nacionalizada estadounidense en 1993, no suele celebrar sus aniversarios y tampoco en éste piensa hacer algo “excepcional”.

Simplemente irá a cenar con su esposo, el abogado estadounidense Roger Cukras, con el que se casó cuando tenía 77 años, y con su hijo Nicolás y su nuera, cuenta desde su casa en San Francisco. Señala que lleva tres años diciendo que tiene 80 porque le parece que es un “número redondito”, “mucho mejor que tener 77 o 76″.

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Para explicar por qué es un “momento excepcional” el que vive señala: “Empecé a curarme de responsabilidades que ya no quiero volver a hacer. He aprendido a decir que no, por fin”. “Entonces tengo una vida como quiero tenerla, que es una vida contenida en la que lo más importante son las relaciones. La relación con Roger, con mi hijo, con mi nuera, con los perros, con unos pocos amigos. Eso es lo que quiero y nada más”, subraya.

Allende, que ya se lanzó en paracaídas cuando cumplió 70 años, no tiene ninguna lista de cosas pendientes antes de partir para siempre, algo que no le da ningún miedo. “Pensar en la demencia, que la demencia incluye no solo la pérdida de memoria, sino tanta cosa que se va con eso. No me quiero poner paranoica”, dice.

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Si pudiera elegir, le gustaría morir con “la cabeza impecable y lúcida” como su madre, que falleció a los 98 años, pero preferiría “más joven”. “No tiene que llegar el punto en que uno depende completamente de otros que te hacen todo. No quiero llegar a ese estado”, subraya.

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80 + 40 = Isabel Allende y La casa de los espíritus

La escritora viva en español más leída ha vendido unos 75 millones de ejemplares de sus libros desde que publicó en 1982 La casa de los espíritus, que en su cumpleaños de número “redondo” celebra su cuadragésimo aniversario.

Foto de archivo de la escritora chilena Isabel Allende. EFE/Quique Garcia Foto: Quique Garcia Quique Garcia

Es su primera novela, que empezó a escribir en Venezuela en 1981 como una carta “espiritual” a su abuelo que vivía en Chile y estaba moribundo. La carta que no llegó a serlo pero se convirtió en una novela importante de la literatura de América Latina en el siglo XX era para decirle a su abuelo que podía irse tranquilo: ella guardaba todas las historias de la familia que él le había contado.

Los recuerdos de los tiempos turbulentos en los que Allende debió dejar su país por el golpe de estado perpetrado en 1973 por el general Augusto Pinochet siempre hacen que Isabel Allende, sobrina del presidente derrocado, Salvador Allende, se emocione.

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También está emocionada cuando se le pregunta cómo cambió su vida el hecho de haber sido refugiada política en Venezuela. “Aprendí a ser más humilde”, confiesa ya que en Chile se le habían subido “un poco los humos a la cabeza”, porque ya tenía un cierto “nombre” como periodista.

“Cuando tú te vas como refugiado a alguna parte, se pierde el pasado completamente. Cualquier cosa, ya sea tu experiencia o tu conocimiento, a nadie le importa”, subraya. Allende pasó años “muy frustrada y con la sensación de fracaso total”, pero le salvó el escribir La casa de los espíritus y empezar a sentir que “renacía la nostalgia, la memoria”.

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El año en que se le ‘cayó' un libro

Asegura que nunca pensó que iba a tener éxito con su primera obra, a la que han seguido 24 libros más, de ficción y otros géneros, el último de ellos Violeta.

Por cábala y por disciplina, cada 8 de enero, el día que empezó La casa de los espíritus, Allende se sienta a escribir su próxima obra, pero en 2022, por primera vez en 40 años, el libro se le “cayó” y tuvo que abandonar el proyecto en mayo.

“No fue por culpa mía (...) me quedé colgada primero esperando a ver si podía recuperarlo, pero después ya no se pudo. Y entonces ahora estoy preparando una idea, investigando, preparando una idea para el otro año, el 8 de enero”, relata.

Varias veces habla en la entrevista de su actual esposo, con el que se casó hace tres años, y casi tanto del anterior, el ya fallecido Willam C. Gordon, del que se divorció en 2015, el año en el que asegura, por algo, se le quitaron unos dolores de espalda “psicosomáticos”. Su tercer esposo, Roger Cukras, un abogado estadounidense de origen polaco, está con clases intensivas de español.

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Entre el amor y la muerte

“Yo le dije claramente, mira, hay cosas que tienen que ser en español: cocinar, hacer el amor, pelear, bueno, por supuesto, escribir”, subraya. El haber vivido desde 1987 en un país donde el inglés, un idioma “muy preciso”, es la lengua dominante ha repercutido en la prosa de Allende, pero “también influye el paso del tiempo”, precisa.

“Cuando empecé a escribir hace 40 años atrás, la literatura -destaca- era diferente (...) primero que nada, todo muchísimo más largo, mucho más barroco”, mientras que ahora hay un predominio de “lo visual” y todos los escritores se han hecho “más concisos”.

La Allende de antes buscaba un adjetivo que mostrara “algo de una manera diferente, original”, pero hoy “busca un sustantivo que reemplace a los adjetivos o un sustantivo tan bueno que no necesita los adjetivos” para lograr una prosa “clara, limpia, transparente y liviana”.

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Cuando se le pregunta por el Nobel de Literatura responde: “Creo que a cualquiera le hace ilusión, pero no estoy pensando en eso nunca. Nunca pienso en los premios, ni en los doctorados. Eso es una manera de pensar muy masculina”.

Pero sí le interesa “la relación con los lectores y las lectoras, esa conexión que yo siento, eso me interesa mucho más que premios o cosas que se acumulan y que en algún momento en la juventud pueden haber sido importantes”.

Recibe a diario muchas cartas de lectores, entre ellas al menos tres o cuatro de madres o padres que han perdido a un hijo, como le ocurrió a ella con su hija Paula, a la que dedicó un libro de igual nombre en el que desnudó su alma ante los lectores.

“Yo quiero saber qué lugar ocupo emocionalmente en la vida de mis lectores”, señala una autora que ha vendido 75 millones de ejemplares de su obras, que han sido traducidas a 42 idiomas.

Este año se vio retratada en una serie de televisión, con la que dice estar muy contenta, y surgieron rumores de que tuvo un amor oculto con el compositor y músico argentino Astor Piazzola. “No conocía al señor Piazzola”, cuenta más divertida que enojada una mujer que dice no tener secretos pero saber guardar los que le confían otros.

Agnóstica, no cree en la vida después de la muerte y cuando se le pregunta cuál es su idea de infierno subraya sin dudar que la “violencia”. “A mí me da miedo perder a los que amo más y me da miedo ser una carga para otros, pero morirme no me da miedo”, asegura.