En 2019, Dallyana Passailaigue encontró un cajón de pertenencias de su abuela, en el que estaban las copias escritas de sus discursos como presidenta de la Unión Nacional de Mujeres del Ecuador (UNME). Extractos de ellos están en el libro de memorias Mujeres de hierro (Paradiso Editores, 2020), que combina la historia de ambas, y cuya edición especial fue presentada de manera presencial ayer, en el auditorio Honoris Causa de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo.

Dallyana Passailaigue en la presentación de la edición especial de su libro testimonial 'Mujeres de hierro'. Foto: José Beltrán

Passailaigue estuvo acompañada del editor Xavier Michelena, del exdirector de noticias de Ecuavisa, Darío Patiño, y de su hermana mayor, Vanessa. También intervinieron sus primos y sus invitadas especiales, la escritora y activista Nelsa Curbelo y la abogada Anunzziatta Valdez.

La deportista, comunicadora, actriz y actual asambleísta nacional explica la razón de este paralelismo entre ella y su abuela: una defensa del feminismo, tal como ellas lo conciben, como igualdad entre hombres y mujeres, y no como una competencia. Es consciente de que no para todos la palabra tiene esa connotación, pero se está dispuesta a dialogar hasta encontrar un consenso.

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Mujeres de hierro fue escrito en pandemia, entre cuarentenas y confinamientos, y relata los inicios de la autora en la televisión nacional, sus incursiones en la actuación (que estudió en Quito y en Madrid) y sus logros deportivos, pues fue la primera Ironman ecuatoriana, en 2004 y es motociclista de velocidad.

Las hermanas Passailaigue se sentaron en un sofá rojo que las transportó al pasado, un mueble ireemplazable porque era el lugar en el cual hicieron las tareas, tomaron la sopa, aprendieron recetas y poesías, pero también el sitio desde el cual su abuela, Italia Baquerizo, recibía a su familia y también los saludos del barrio, en la ciudadela El Paraíso.

“Cuando mi hermana me cuenta la idea de este libro, me pareció genial, y quién mejor que ella para plasmar toda la historia de mi abuela junto a la suya propia, poder hacer esa conexión con el tiempo y espacio; siempre mi hermana fue la más parecida a mi abuelita, ese carácter; supe que iba a ser un hecho y me gustó ver su proceso para obtener todas las anécdotas”, comentó Vanessa.

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Ella añadió que el volumen comenzó a tomar forma a partir del fallecimiento de la abuela, a los 97 años de edad. Dallyana, que estaba embarazada, se recluyó en la playa con las fotos (recopiladas en el libro) y los discursos, entrevistó a los tíos, conversó con los primos y rescató la saga de su antecesora, que fue educadora y miembro activo del movimiento feminista en Ecuador, pero no dudó en jubilarse cuando nació “la nieta favorita”, Vanessa.

“Creo que es una una maravilla poder vivir esta vida como mujer y que tenemos una cantidad de cosas que pasan por por nuestro cuerpo, una manera de ser y de hablar, de vivir el mundo; un cuerpo que da vida de muchas maneras, realmente es una bendición, así que yo te agradezco enormemente”, dijo Curbelo a la autora.

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Mientras que Valdez quiso visibilizar la solidaridad de muchos hombres en la actualidad. “Cuando comenzamos, hace ya más de 50 años, este proceso de abrir espacios y puertas, no soñabamos con que tantas mujeres iban a recorrerlo y engrandecerlo. No estamos luchando para competir, hemos querido compartir y ser compañeras del varón, y hemos tenido que luchar porque las estructuras jurídicas y religiosas nos han enmarcado en roles estereotipados. Romperlos es un proceso de vida, pero veo que se lo está haciendo y con éxito. Ese apoyo (de los hombres) antes no existía. Hay que reconocer al trabajo de las mujeres, pero también la sensibilidad de los hombres que ya no nos ven como competencia, sino como compañeras y solidarias”.

Michelena, por su parte, relató su primera impresión al recibir el manuscrito: decidió revisarlo muy bien, consciente de que lo había escrito una mujer política, “y todos sabemos lo que piensa la gente de los políticos”. Del libro destaca la fluidez y el valor que da a una situación muy latinoamericana, la conexión entre abuelos y nietos, y desde esa relación se tocan temas fuertes, como la violencia, la política y el feminismo.

En este último punto, Dallyana Passailaigue invitó a quienes disienten con el feminismo a reconocer y respetar a las mujeres que, como su abuela, en su momento dijeron “soy feminista”, y salieron a reclamar por el derecho a estudiar, trabajar, votar y participar en política.

“Italia nos explicó de la manera más sencilla: ser feminista no es competir, es compartir los mismos derechos”, recalcó Vanessa.

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Dallyana no solo cuenta la lucha de su abuela desde este movimiento, sino su aporte como educadora y presidenta de la Unión Nacional de Educadores de la provincia de Los Ríos. Resalta que fue su modelo a seguir, por su independencia y generosidad, y por su sentido del humor irreverente. “No le importó estar sola en los últimos años de su vida, no quería que nadie la saque de su casa, ella invitaba al barrio a la bailoterapia y ‘pizzaterapia’, ponía música en todo volumen, y su canción principal, que después se convirtió en un himno de toda la familia, fue A quién le importa, interpretada por Thalía. Precisamente, ese es el título de uno de los capítulos de Mujeres de hierro. (I)