César Andrade llevaba más de 20 años sin venir a Ecuador. En abril volvió, a un reencuentro con su segunda ciudad natal, Santo Domingo, y allí se reunió con sus compañeros de estudios y también con amigos de la Nación de Reyes y Reinas Latinos, con quienes compartió la presentación del libro biográfico El rey: Diario de un Latin King (Ned Ediciones, 2020), escrito junto con el investigador de antropología social Carles Feixa.

“Esperamos que quien lo lea se sienta identificado con este proceso vital de migración, de aprendizaje, de superar dificultades”, dice Feixa, quien conoció a Andrade o King Manaba hace 17 años y le prometió que escribirían un libro sobre su vida. Esto se logró a través de una veintena de conversaciones grabadas, y otras conversaciones sin grabar, así como fotografías, cartas, recortes de prensa y múltiples experiencias, desde su primer encuentro en Barcelona, en 2005, hasta unos meses antes de la pandemia, cuando se cerró el proceso de creación de El rey.

18/04/2022. 'El rey: Diario de un Latin King (2020), de Carles Feixa y César Andrade. LA REVISTA, LIBROS Foto: El Universo

Andrade nació en Manabí (de ahí su sobrenombre), pero cuando le pregunta por su ciudad, dice Santo Domingo porque allí, a los 20 años, fue coronado como rey latino. Tres años después llegó a Madrid, y luego conoció a Feixa, durante un momento difícil: una redada en el casal de jóvenes de Transformadors, en Barcelona, en la que estaban implicadas doscientas personas, la mayoría ecuatorianas.

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El líder, King Manaba, había pedido a la directora del casal hablar con Feixa, quien, a su vez, llevaba tiempo tratando de entrevistarse con él. Este se ofreció como mediador y entonces ocurrió el primer encuentro, en el que el catedrático (Universidad Pompeu Fabra) confirmó lo que pensaba: “No se trataba de un grupo criminal (...), sino de un grupo juvenil callejero, como los que yo venía investigando desde los años ochenta”, y sin embargo muy distinto del concepto español de las pandillas, que es el de un grupo pequeño, de 10 a 20 personas que se reúnen en alguna esquina. Esta era una transnacional, organizada, con su propia estructura, que los miembros abrazaban como una religión.

En las casi 500 páginas del libro, aprovechadas hasta el final, Feixa y Andrade retratan lo mejor que saben a la nación, que según el Manifiesto de Constitución del Rey fue fundada en 1962, y llegó a Ecuador en 1994, con un miembro deportado desde Nueva York, y que recién en 2000 se inauguró en España, de la mano de otro migrante. Es un volumen con más de quince años de elaboración. “Fue un proceso largo, pero también enriquecedor, explica Feixa, “porque si lo hubiéramos publicado al cabo de poco tiempo de conocernos y de tener las primeras entrevistas, habría sido un libro más superficial”.

“Nunca me imaginé que iba a costar tantas horas de trabajo”, añade Andrade. “Más que todo porque llevo años diciéndole a Carles que para cuándo el libro, y él siempre me decía el verano que viene. Pasaron quince años de veranos, ¿sabes?”. Solo poner todo el material en orden y crear una narrativa tomó doce meses, con el ecuatoriano aportando recuerdos y el español ubicando todo en el contexto de Barcelona y Ecuador, pero también en la historia internacional de las pandillas juveniles.

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Diario de un Latin King está dividido en tres partes, tres etapas de la vida de King Manaba. ‘El rey primitivo’, recién coronado, por descubrir el mundo, viviendo un proceso de migración y los inicios de la legalización de los Latin King en España. ‘El rey conservador’, “la fase de maduración y regresión”, que incluye el encarcelamiento de Andrade entre 2009 y 2014. Y la etapa actual corresponde al ‘Nuevo rey’, desde su última detención, en 2015, hasta 2020, en que tras un largo juicio seguido a varios miembros del sector legal de la organización se lo absuelve de todos los cargos. Con esta noticia, añadida rápidamente en las dos últimas páginas, cierra el volumen, pero la historia, dicen los autores, continuará.

Dando a conocer a los reyes y reinas latinos

¿Cómo se explica a la nación? Podría ser como una federación de pandillas, que pueden contener actividad delictiva, “pero eso no es el corazón del grupo; lo que le da identidad es lo que los antropólogos denominamos la cultura, las formas de vida, el sentirse parte de una familia”, señala Feixa, que antes de conocer a King Manaba y a los demás solo había leído libros sobre la agrupación en Estados Unidos.

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“Entendí que eran más que una pandilla; una nación era el término que ellos utilizaban”, pero más bien era una transnacional, que estaba en Barcelona, en Chicago (su ciudad de origen), en Nueva York, en Quito, en Guayaquil, en Madrid, en Génova, en Suecia. “Pero no fue hasta que conocí a César y a otros miembros de los latinos de Barcelona que entendí el significado de nación. En eso me ayudó la investigadora y activista de Guayaquil Nelsa Curbelo (Ser Paz), que vino a Barcelona para asesorar a la policía catalana. Gracias a ella, la policía tuvo una visión muy abierta y muy inclusiva, de vínculos y mediación”.

Gracias a esa influencia y a la de César, Feixa entendió que los Latin King habían sido una pandilla que evolucionó hasta ser nación, con normas, que intenta más que sobrevivir, dotarse de unos valores y de un sentido de la vida. “Para nosotros es ser gente organizada bajo un solo gobierno, constitución y raza”, indica Andrade. “Muchas veces nos llaman pandillas. No digo que no estén en lo correcto, porque hay muchos que se comportan como pandilleros, pero no tenemos que generalizar. Los jóvenes que entran aquí vienen con la idea de tener una identidad, de ser parte, de ganar autoestima. Porque la agrupación me enseñó eso, a tener autoestima, a decir yo puedo, yo tengo fuerza, carácter y poder para lograr lo que quiero”.

En Cataluña pesa el tema de la migración. “Muchos de los jóvenes que entrevistamos han vivido un proceso migratorio complicado. Nacieron y crecieron en Ecuador o en otros países latinoamericanos y durante la infancia o adolescencia tuvieron que emigrar porque su familia, su madre sobre todo, lo decidió, a veces contra su voluntad”, subraya Feixa.

“Llegaban a Barcelona o a Madrid sin conocer a nadie, y entrar en un grupo como los Latin King o como los Ñeta les daba un sentimiento de fraternidad, de familia grande, gente que hablaba su mismo lenguaje y se divertían. Hasta que llega un momento en que también les daba problemas, pero para algunos, eso se compensaba con el sentido identitario, como el de una tribu que te ayuda a encontrar trabajo o te visita si vas preso. Esto, me consta, pasaba en los grupos, pero es algo que casi nunca se valora, el apoyo social que dan a sus miembros en esa fase migratoria tan dura”.

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Andrade está consciente de la fama negativa que entre muchos puede tener la nación, pero dice que no lo juzga. “Cuando llegamos a España, recibimos acoso policial, y no estábamos delinquiendo, solamente nos estábamos reuniendo en espacios públicos. Pero decidimos dar un paso adelante y hacernos visibles. Comenzamos a recibir muchos talleres formativos”, aunque reconoce que no en todas partes hay las mismas oportunidades.

En Barcelona, el gobierno catalán aceptó que el movimiento se constituyera como asociación cultural, y lo enfocaron ya no como un problema policial, sino social. Se armó una unidad de mediación que involucró a Andrade, a Feixa (conocido entre los Latin King como King Book, en alusión a su oficio de escritor, investigador y docente) y también a líderes de la agrupación de los Ñeta. “La relación en ese tiempo no fue de colaboración ni de amor, pero sí menos conflictiva”, recuerda Feixa. Un endurecimiento de políticas a partir de 2010 desencadenó en una serie de redadas, en una de las cuales cayó King Manaba, ahora absuelto.

Actualmente, la situación en Barcelona es “más o menos tranquila”, pero en Madrid sí se han presentado situaciones de violencia y muerte de jóvenes de otros grupos. “Eso ha generado alarma social y una actuación policial exagerada y muy potente, y mi impresión es que la policía debe intervenir, pero cuando se crea un proceso de acoso, y cualquier persona joven vestida con ciertos colores es detenida y encarcelada, eso no resuelve los problemas, los agrava”, considera Feixa.

¿Mediar junto con las autoridades puede ser calificado como una deslealtad? Andrade no lo ve así. “Es cuestión de tener comunicación, no es sinónimo de ser ‘sapo’. Al final, tú estás protegiendo algo que es tuyo”.

En cuanto a que la nación cobije grupos en los que sí haya delincuencia, Feixa cuestiona: “Es algo que pasa en todos los grupos, no solo juveniles, sino en la política, en la universidad, en la iglesia, pero curiosamente solo en las pandillas o bandas juveniles se considera que porque algunos se comportan mal, todos deben ser iguales”.

Pero si la pandilla tiene otras actividades y vías de integración social, los jóvenes pueden encontrar una alternativa a la delincuencia. “El objetivo no es acabar con las bandas, es desviolentarlas. Y eso quien más puede contribuir son personas como César, que han tenido claroscuros, que han pasado por la cárcel o por situaciones dolorosas, pero han aprendido de la experiencia y son capaces de compartirla”.

Por eso, dice el antropólogo, el papel del mediador es fundamental; pueden ser investigadores, trabajadores sociales, educadores, personas neutrales que intenten escuchar.

En Barcelona, la mediación vino a partir del asesinato de un joven colombiano en un enfrentamiento entre Latin Kings y Netas. “Los líderes se dieron cuenta de que no podían seguir por ese camino y pidieron la ayuda de investigadores, del Defensor del Menor, de trabajadores sociales, y con un proceso largo y costoso se consiguió que hablaran y empezaran a hacer cosas juntos”, como un proyecto musical, cuenta Feixa. “Cuando te das cuenta de que el otro es como tú, tiene los mismos problemas, ese es el primer paso hacia la resolución de los conflictos de maneras no violentas”.

Eso no solamente pasó en Barcelona, agrega Andrade. “También se hizo aquí, en Guayaquil; en ese tiempo me puse en contacto con unos líderes aquí y se comenzó a trabajar con la policía y con la asociación Ñeta, a hacer campeonatos de fútbol, y esa convivencia genera un apego, ya no lo ves como rival, sino como una persona. Hace poco recibí una llamada de un Ñeta para preguntarme cómo me está yendo en Ecuador”.

A los 46 años, King Manaba dice estar pendiente de los grupos en Barcelona y en Madrid, con los nuevos líderes. “No están siguiendo al pie de la letra lo que nosotros quisimos hacer, sino que están tratando de mejorarlo, y eso es bienvenido”. (I)