No ha sido fácil, pero Camila Parker Bowles logró cambiar todo el mundo que una vez la señalaba como la “villana” que se interpuso entre el amor del príncipe Carlos y Diana de Gales. Poco a poco, lo adverso desapareció para ser la respetable esposa del futuro rey de Inglaterra, tras el divorcio y el fallecimiento de su primera esposa.

Venciendo todos los obstáculos de una telenovela, la pareja contrajo matrimonio el 9 de abril de 2005, en una boda que inicialmente fue pospuesta por la muerte del Papa Juan Pablo Francisco II, reseñó El Mundo.

De esa manera, el hijo de la reina Isabel II se vio apareciendo en la capilla de San Jorge para la bendición religiosa con su traje de gala, y de su mano la mujer con quien siempre soñó llegar al altar, vestida con un diseño confeccionado en seda, estilo abrigo en gris azulado con bordados en oro.

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Camila llevó en su cabello una diadema de gran tamaño de plumas doradas, y en sus manos un ramillete de flores silvestres, que completó su outfit nupcial.

La transformación de Camila Parker en su camino de ser reina consorte

Y a 17 años de su enlace, la transformación de Camila Parker Bowles, hoy la duquesa de Cornualles tuvo que ser parte de un cambio radical de una estrategia del palacio de Buckingham para lograr el cariño del pueblo británico hacia la esposa del heredero de la corona.

Antes del día de la boda, para nadie era un secreto el estilo desaliñado que caracterizaba a la ex esposa del brigadier Andrew Henry Parker Bowles. Contrario a la elegancia que muestra cualquier integrante de la familia real, su guardarropa no era su mayor preocupación.

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A decir de la revista Vanity Fair, su imagen contrastaba y no podía competir con el legado glamoroso que dejó la princesa Diana, la mujer elegante, de piernas torneadas y exquisito gusto que fue vestida por Dior, Versace y retratada por los mejores fotógrafos.

De allí que Camila no solo era conocida por ser la rival de Lady Di, sino por su carácter desinteresado por la moda y sus tendencias.

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Pero esa apariencia, fue radicalmente transformada por el equipo de la firma británica Robinson Valentine. Dos diseñadores fueron las artífices del vestido de novia que marcó el inicio del cambio radical de sus outfits.

El portal español publicó, que una amiga de Camila, Jilly Cooper, reveló que por primera vez los fotógrafos se centraban en Camila y no contra ella. Y desde ese momento, el atelier inglés se encargó de la confección de la mayor parte de sus trajes.

Fue así que de ser considerada la “mala y fea de la película”, Camila dejó de ser criticada por “su estilo de vieja dama de la pequeña nobleza rural”.

La propia modista Anna Valentine describe los gustos de Camila diciendo que prefiere la simplicidad: “No puede ser demasiado recargado. Le gustan las cosas sutiles y bien cortadas. Nada de frunces y volantes”.

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Y en lo que respecta a su imagen, y de lo que la propia Diana la tildaba de “vieja”, Camila no ha cedido ni un milímetro, pues prefiere lo natural, sin hacer uso de las cirugías plásticas y así las señales propias de la vejez, delatan el paso de los años en su rostro.

Su cabello también fue parte de un renovado look, en el que se realizó otro corte que le proporciona frescura.

A sus 74 años, Camila no esconde sus arrugas por lo que muchas ocasiones fue criticada, al no encargarse de suavizar las marcas de su cara. Sin embargo, ese sentido de naturalidad es reconocido por quienes ahora son adeptos de la simpatía de la futura reina consorte.

La aristócrata supo ganarse a pulso el cariño del pueblo y así salió airosa de la “rehabilitación” de su imagen para dejar de ser la mala del pasado, a la que muchos odiaron por ser vista como la infifelidad real del príncipe Carlos.

Ahora, la pareja luce relajada, felices y confiados de un futuro como reyes de su país, dejando atrás los años de escándalos. (E)

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