Después de algunos años, nuevamente escucho el concepto en esta época electoral. Hoy, que tememos llamar a las cosas por su nombre, que a los presos se les dice personas privadas de libertad, a los ancianos, adultos mayores, o al aborto, interrupción del embarazo, encuentro que soberanía alimentaria se entiende por muchos como el cierre de las fronteras y la exaltación únicamente de lo local, en términos alimenticios. Entendiendo por soberanía, la Real Academia de la lengua, el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente, la connotación que ha prendido entre nuestros revolucionarios es peregrina.

Provocó que Ecuador se convierta en un país tremendamente caro. En una comparación realizada hace varios años en la percha de los supermercados de EE. UU., España y Ecuador, publicada en esta columna, de 27 productos de primera necesidad, nuestro país era el más caro en el 60% de los casos. Esto causaba que también los precios de nuestros restaurantes, comparando niveles similares, sean ligeramente más costosos que en Madrid y 30% más que en Lima.

Yo entiendo por soberanía alimentaria la capacidad del pueblo de acceder a toda clase de alimentos a precios competitivos, así como de lograr nuevos emprendimientos en materia gastronómica.

En estos meses de pandemia he probado varios de estos, y últimamente dos que me llenaron de satisfacción. Un cocinero con muchos años de experiencia ha emprendido Kaiseki Shushi, atiende solo a domicilio a través de su Instagram kasiekisushitogo. Tiene un combo de $ 15, con 20 rollos variados de muy buena calidad, ramen, wantán frito y té. Pedimos adicionalmente gunkans de salmón y de atún picante, siendo lo mejor de la orden.

El segundo se llama sobremesa, localizable únicamente en Instagram en sobremesa_byluciano, de un joven estudiante de gastronomía por cuya pasión logró una beca en una de las más importantes universidades de cocina del mundo, quien prepara cosas sencillas y simples, pero con excelencia. En su menú había un sánduche de pollo rostizado. Cubierto por una costra muy crocante, ligeramente picante y especiada, muy bien lograda. La textura de la pechuga, perfecta, y el sabor, soberbio.

La salsa casera, una mayonesa con especias, algo de vinagre y probablemente pickles molidos, no estoy seguro, era el complemento ideal para el plato.

Soberanía alimentaria significa para mí que un termomix no le cueste a este estudiante más del doble que en España, que un joven que quiera ser cocinero y necesite probar buenos restaurantes, no tenga que pagar 30% más que un peruano, ni por el cubierto en una mesa, ni por los insumos para practicar. Soberanía alimentaria es darle herramientas a estos emprendimientos para prosperar, y es darle acceso al pueblo a los mejores productos a precios razonables. (O)