Los televidentes la recuerdan como una de las participantes del reality de cocina MasterChef Ecuador, de Teleamazonas. Los seguidores de certámenes de belleza la siguen desde que fue virreina de Guayaquil en el 2013 y cuando posteriormente se convirtió en reina del Guayas 2016. Sin embargo, aunque Raquel Ochoa se ha vinculado de distintas formas a la exposición pública, esta joven ingeniera en gestión empresarial se confiesa —desde siempre— una apasionada de la cocina.

Como sucede en algunas historias de éxito, Raquel dudó al inicio en seguir sus deseos. Quiso primero complacer a sus padres siguiendo una carrera más “rentable” o adecuada para ellos. “He tenido varias facetas. Fui una chica universitaria que trató de hacer lo mejor posible para poder mantener una beca de estudios. Luego, mantener mis trabajos en la función pública: yo he estado en el Municipio de Guayaquil, Prefectura del Guayas, Superintendencia, Ministerio del Trabajo. Y me veía dentro del sector público escalando, creciendo, porque empecé desde muy pequeña, a los 18 años, cuando fui analista contable”, menciona.

Amor por la cocina

Esta estrecha relación nació a sus 9 años, cuando su mamá tuvo un accidente y quiso ayudar en casa para que descansara. “Ella no me pedía ayuda; le decía a una tía para que fuera a la casa, pero yo le decía que me diera la oportunidad, porque, aunque tenía 9 años, yo sí podía entrar a la cocina y prepararle algo. En ese tiempo, yo compraba las revistas de Biachi o en las que había recetas y me las anotaba en un cuaderno. Esa fue mi primera experiencia sola, preparando algo para mi familia. Y, cuando le cociné, se quedó encantada. Le hice un cordon bleu de pollo; ella estaba sorprendida. Todo el tiempo libre que tenía lo utilizaba para cocinar”, relata Raquel sobre sus primeras aventuras gastronómicas.

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La manifestación por este camino, que ahora materializa con la apertura de su propia cafetería, a la que ha denominado Lobo de Bosque, también la mostraba en el colegio, cuando llevaba comida para vender a sus compañeras. “Yo decía que traficaba hamburguesas, porque me levantaba temprano para prepararlas. Y me iba de un curso a otro y les vendía hamburguesas de carne con queso. Y, en lugar de llevar los cuadernos en la maleta, metía las hamburguesas, y ya ellos sabían que un día a la semana las vendía”, cuenta Raquel.

En la universidad comenzó a interesarse por emprender. Entonces vendía cupcakes. “Entre estudiar mi carrera, ser virreina de Guayaquil, entre trabajar, me gustaba decorar fiestas, hacer bocaditos. Si alguien tenía un cumpleaños, yo le decía para ayudar, porque esto me apasionaba. Cuando salí del país, hice un máster en Administración de Empresas, pero era así como para decirles a mis padres que he cumplido con ellos a nivel empresarial, y ya poder decirles (después que) ya llegó el momento de cumplir con lo que verdaderamente me apasiona”, dice.

Cumplir con ese sueño de su vida tuvo como cómplice a su esposo, Daniel Peñaranda. “Él ha sido un pilar fundamental. Cuando estuve allá en Madrid (él fue cónsul de Ecuador en Murcia) estudié pastelería en la escuela de cocina Telva, donde dan talleres superdidácticos y prácticos (...). Cuando regresamos hace un año al país, volví a trabajar al sector público, en la Agencia de Regulación Sanitaria; estuve tres meses, pero sentía que no era lo que quería. Trabajaba para sentirme activa y aportar a mi casa”, acota.

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“En ese tiempo veía MasterChef de España. Mi esposo me ayudó todo el día a grabar con mi mamá para el casting. Hice unas croquetas de guatita, como las españolas que hacen de jamón serrano. Hice el video, me llamaron, y yo era consciente de que, si me llamaban, debía renunciar a mi trabajo. Cuando llamé a mi papá y le dije que le tenía una noticia, él pensaba que estaba embarazada. Yo les dije que esta era la oportunidad de vivir mi sueño”, sostiene Raquel.

El accidente de su tibia y peroné durante la competencia la desmotivó momentáneamente, porque tuvo que hacer una pausa de dos meses para recuperarse. “Inmediatamente, cuando pude caminar, me fui a hacer brunchs en febrero a Manta, en la hacienda de Rocío de González. Ahí trabajamos con María Laura, con quien hice una linda amistad en el programa. Ella y yo con muletas cocinábamos un menú de brunch cada fin de semana, de tres tiempos”, detalla. De esta primera actividad culinaria pasaron a preparar cenas en la casa, hasta que llegó el momento de abrir su propio emprendimiento.

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Lobo de Bosque

La cafetería, el proyecto, fue concebido en Madrid. Raquel aprovechaba para hacer videos de ecuatorianos en la localidad para compartirlos en la plataforma del consulado del país como parte de una campaña en medio de la pandemia.

“En la página web están mis inicios, están los postres que yo vendía allá, como torta de maduro con queso, negritos. Yo me lancé como Lobo de Bosque, postres artesanales libres de procesos industrializados. Y allá, en Madrid, para vender postres debes tener un certificado de obrador; yo hice este título adicional, que es como un curso de manipulación de alimentos. Y luego Verónica Manrique, dueña de Pandino, ella me abre las puertas de su cocina para hacer mis postres, y ahí empecé a venderles a restaurantes ecuatorianos para españoles. La Fontana Gastro: ellos me acogieron y fueron los primeros en comprar mis postres”, expresa.

En su carta de postres, brunch y lunch hay diferentes postres, como tarta de queso vasca, carrot cake, brownie, maduro con queso, arándanos y limón, magdalenas; platos tradicionales con verde (trilogía de cuadrón de verde, guacamole, pico de gallo y rabo de toro), bolones rotos, huevos turcos, gallinas keto, pizza de caperuza, bruschettas del mar, tigrillo de verde con bolas de maduro, quinoa mixta al estilo tabulé, ensalada del bosque. En total tiene alrededor de quince recetas disponibles.

El negocio está ubicado en el centro comercial La Torre, local 5, en la vía a Samborondón. Los horarios de atención son de 08:00 a 20:00 (lunes, miércoles, jueves, viernes y sábados), de 08:00 a 14:00 (martes) y de 08:00 a 14:30 (domingos). (I)

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