Cuentan que la primera vez que coincidieron, en octubre de 1932, el pintor español Pablo Picasso y el fotógrafo de origen húngaro Brassaï cruzaron sus peculiares miradas, una de las grandes señas de identidad de ambos, que ahora vuelven a confrontarse en la nueva exposición temporal del Museo Picasso de Málaga (sur).

Los dos creadores tejieron una amistad de más de cuarenta años, presidida por el respeto artístico mutuo, de la que fue testigo Philippe Ribeyrolles, sobrino del fotógrafo y responsable de la Estate Brassaï Succession.

“El punto común de estos dos inmensos artistas es su mirada, que los caracterizaba”, ha resaltado Ribeyrolles este lunes en la presentación de la exposición El París de Brassaï. Fotos de la ciudad que amó Picasso.

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"Silla en los jardines de Luxemburgo"; y Serie "Grafiti", de Brassai

Ribeyrolles trabajó junto a su tío en el laboratorio y pudo conocer así las anécdotas que se esconden tras algunas de las alrededor de doscientas fotografías que se muestran.

Como señaló el escritor Henry Miller, Brassaï era “el ojo de París, un ojo vivo”, porque sus ojos no eran “ordinarios”, y tenían “esa esfericidad perfecta y limpia y esa voracidad que lo abarca todo”, ha recordado Ribeyrolles.

Por su parte, Brassaï dijo sobre Picasso que “el ensanchamiento de los párpados hace que su mirada sea fija y alucinada” y que “su esclerótica blanca refleja la luz para jugar en destellos”, con lo que su mirada “te atraviesa, te subyuga y te devora”, según el sobrino del fotógrafo.

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El director artístico del Museo Picasso, José Lebrero, ha resaltado que Brassaï, uno de los más reconocidos fotógrafos de la primera mitad del siglo XX, “contribuyó a elaborar la imagen universal del París eterno, el que todavía espera encontrar quien no ha estado nunca allí”.

Además de las fotografías de Brassaï, en la muestra se puede descubrir la faceta de Picasso como fotógrafo, a través de los experimentos que desarrolló junto a Dora Maar, así como dieciséis obras del malagueño que tienen como denominador común haber sido fotografiadas por el protagonista de la exposición.

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“Brassaï salía con su cámara y fue construyendo un rosario del París de la noche, de los cabarés o la gente de mala vida, pero también del París de día, de los Jardines de Luxemburgo, Notre Dame, los bulevares o Montmartre”, ha añadido Lebrero.

Pablo Picasso el 8 de abril de 1973.

Pero en la exposición también está el interés de Brassaï por los grafitis de la época en los muros de París y sus otras facetas artísticas, como las de dibujante, escritor, escultor o cineasta.

En un recorrido por las salas junto a Ribeyrolles, este desvela algunas de las historias que su tío, “un gran cuentacuentos”, le relató en relación a algunas imágenes, como la que protagoniza La Niña de las Joyas, una antigua “mujer de compañía” que también leía la mano pero que, en el momento de ser fotografiada, vivía de sus alhajas.

También glosa las míticas imágenes de los cafés parisinos de los años 30, donde se reunían los intelectuales y Brassaï, además de mostrar a los personajes que los frecuentaban, jugaba con sus espejos para ofrecer múltiples perspectivas.

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Y en una exposición cuyas obras corresponden a este periodo, no podía faltar la presencia de la censura, en una fotografía de septiembre de 1939 en la que aparecen las manos de Picasso mezclando pintura con un pincel sobre un papel de periódico.

“Fue la única foto de Brassaï censurada por la Policía francesa durante la Segunda Guerra Mundial. En el periódico había dos titulares que hablaban del papa y del cardenal, y la censura pensó que Picasso y Brassaï lo habían hecho para escupir sobre la Iglesia, pero a ninguno de ellos se le había pasado por la cabeza”, relata Ribeyrolles. (I)