Por María de Lourdes Falconí Puig

El anuncio, versión libre de la obra Las sillas de Eugène Ionesco, se presenta este miércoles 17 de noviembre en sala La Bota (malecón del Salado), en una única función respaldada por el Municipio de Guayaquil, con entrada gratuita. Esta farsa trágica, escrita en 1952 por el dramaturgo y escritor de origen rumano, es la fuente de la que se nutre Virgilio Valero para proponer una muestra escénica ahora, cuando Teatro Ensayo Gestus celebra 33 años de vida en el teatro. La temática, abordada en el siglo pasado por el representante del llamado Teatro del Absurdo, continúa llamando a la puerta de manera insistente hasta hoy. Han pasado los días… y habiendo cruzado el milenio, persiste la dificultad humana para comunicar con el otro.

De fondo en el escenario una puerta de doble hoja, cada una con ventana. Delante, dos sillas vacías. Los personajes: El Viejo y La Vieja, viven su retiro solos en una isla. Ambos visten camisa blanca con tirantes y una especie de falda-pantalón color negro, similar a una hakana (pieza de vestir propia del kendo, el arte marcial de la espada). El vestuario los saca de las categorías convencionales a la vez que los uniforma, como si fueran una sola persona, como si en lugar de una comunicación entre dos, fuese un hablarle al espejo… un combate, un duelo consigo mismo.

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El discurso es repetitivo y está viciado, como las aguas estancadas de su entorno. Unas veces El Viejo habla y La Vieja le hace eco; otras, se trenzan en discusiones estériles.

“Tienes mucho talento, querido. Habrías podido ser presidente jefe, rey jefe y hasta mariscal jefe si hubieras querido, si hubieras tenido un poco de ambición en la vida.” -Le dice La Vieja, mientras lo alienta a transmitir su anuncio al mundo entero.

El actor Bernardo Menéndez y la actriz Elena Cáseres dan vida a la pareja, en una dinámica fluida y con buen ritmo. El desplazamiento por el espacio se intensifica a medida que se desarrolla la historia, yendo de puerta en puerta cada vez que suena la campanilla para recibir a los invitados, o acarreando sillas de un punto a otro, invirtiendo buenas dosis de energía. La tensión en la escena -y en el público- va en aumento a medida que se acerca la hora de dar el anuncio.

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Se tiene que prestar atención a los diálogos y a las acciones porque en ellos se va decantando dicho anuncio. La obra tiene la potencia de la metáfora: los botes que chocan contra la isla, transportando a los invitados -personajes invisibles que van llegando para ocupar sillas vacías-. La casa se llena a tope por hombres y mujeres que confluyen de todas partes; entre ellos, La Bella, El Coronel y El Emperador. En la interacción con estos últimos, los personajes protagónicos dejan conocer sus construcciones mentales por su relación con las figuras de poder… mostrando una actitud cortesana exacerbada y penosa.

Todos esperan con ansias la llegada de El Orador, quien ha sido contratado expresamente para dar el citado anuncio a la humanidad, ya que El Viejo no se siente capaz de darlo por sí mismo. De los personajes invisibles, solo El Orador tiene presencia física en el escenario, interpretado por el actor Milton Gálvez.

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Recibo El anuncio como una incitación a sacudirnos del delirio de querer ser ‘algo’ en un sistema de estructuras estancas; de la orfandad, por haber abandonado a la madre y matado al padre; de la desconexión con lo que es, llanamente. Salir de la pequeña isla para arrojarnos de lleno al mar extenso, incierto… y vivo.

“¡Oh, tienes tanto talento, querido, tanto, tanto, tanto talento! Habrías podido ser algo en la vida, mucho más que un conserje”. (O)

Ficha artística:

Adaptación y dirección: Virgilio Valero

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Intérpretes: Bernardo Menéndez, Elena Cáseres y Milton Gálvez

Producción: Teatro Ensayo Gestus

Espacio: Sala La Bota, malecón del Salado

Formato: Teatro

Género: Farsa trágica

Duración: 60 minutos (O)