Del vocablo griego προπίνειν (propínein) surgió el latín propināre (‘beber antes que otro’, ‘beber a su salud’, ‘dar de beber’, ‘dar’), que a su vez dio paso al verbo propinar.

La primera aparición de propinar fue en el Diccionario castellano de Raphael Bluteau (1721). Después se publicó en el Diccionario de autoridades (1737), de la Real Academia Española. El sentido que se usaba en esos tiempos era el de «dar a beber, convidando con la bebida». En 1884 se agregó la acepción de ‘ordenar, administrar una medicina’.

En 1917 se indicó que es familia del verbo ‘dar’, uso que se ha extendido hasta la actualidad. En este caso propinar se construye con palabras que expresan asuntos negativos; de ahí que suelan transmitirse las ideas de dar un golpe, causar una herida, ocasionar una lesión, etc., con cualquier parte del cuerpo (manos, pies, cabeza) o con un objeto o arma: Le propinó una paliza. Ana dijo que le propinaron dos cachetadas. Le propinaron un machetazo.

Aunque los matices de ‘golpe’ e ‘impacto’ están implícitos en «propinar balas, tiros o disparos», es mejor el uso de asestar; pues entre otros sentidos denota ‘descargar contra algo o alguien un proyectil, un golpe de un arma o de un objeto semejante’: Asestar un tiro, una puñalada, una pedrada, un puñetazo.

En definitiva, propinar y asestar introducen una carga negativa muy fuerte en los textos e, incluso, dependiendo de cómo estén construidos, imprimen morbo y sensacionalismo. Según el tono comunicativo se pueden usar otros infinitivos, como descargar, pegar, balear, disparar, tirotear, etc. Pero estos verbos también hieren sensibilidades, no obstante, la realidad del hecho noticioso no se debe maquillar. (F)

FUENTES:

Diccionario de la lengua española (versión electrónica), Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española y Corpus Diacrónico del Español, de la Real Academia Española.