Febrero es el mes más corto del año, tan solo cuenta con 28 días y cada cuatro años se le agrega 24 horas más, en los años bisiestos.

Contar el tiempo, marcar los días, meses y años, es una invención humana que trata de seguir los ciclos lunares -más o menos 29,5 días entre lunas llenas-, y solares, más o menos 365,25 días para que la Tierra gire alrededor del Sol.

Pero es un conteo que está sujeto a la manipulación. Diferentes gobernantes a lo largo de la historia dividieron el año en meses (no siempre 12) y quitaron y pusieron días a esos meses según sus necesidades políticas y económicas, o sus caprichos personales.

Publicidad

No obstante, la alineación de esos calendarios con el año solar era un requisito que no se podía obviar.

Calendario juliano

El emperador Julio César, hace casi 2.000 años, impuso un calendario muy parecido al que usamos hoy en día. El llamado calendario juliano alternó los 12 meses con 30 y 31 días, iniciando el año en marzo, por ser el comienzo de la primavera, y dejando a febrero cojeando con 28 días o 29 días.

El año bisiesto se ha marcado desde esas épocas romanas para sincronizar el año calendario de 365 días al año solar de aproximadamente 365,25 días o sea, 365 días y seis horas.

Publicidad

Calendario gregoriano

Ese cálculo sirvió durante siglos, pero no es exacto. El año solar en realidad es un poco más corto: 11 minutos y 14,784 segundos, para ser precisos. No es una diferencia que pueda causar un impacto inmediato pero, con el paso de los años, el desfase es notable.

Por eso el papa Gregorio XIII intercedió con su calendario en 1582, para “corregir” la discrepancia. Se hizo sobre todo por razones religiosas, pues el equinoccio de marzo, que marca el inicio de la pascua, se había desfasado por tres días a lo largo de los siglos. Este calendario gregoriano está dividido en tres tipos de años: el año común de 365 días, el año bisiesto con 366 días y el año secular que es un año que cierra siglo.

Publicidad

El papa determinó que el año tendría 12 meses y 365 días, pero que cada cuatro años se sumaría un día extra en febrero. (I)