Por María de Lourdes Puig

La danza se parece a los sueños: fragmentos de imágenes en movimiento que se suceden una tras otra sin conexión aparente. Exponerse a la danza es tomar el riesgo de adentrarse en lo onírico de manera consciente para extraer información de una porción de eso desconocido llamado inconsciente, una inmersión en el propio cuerpo-emoción a través de los cuerpos danzantes que recrean figuras en el espacio exterior para mostrarnos un holograma de nuestra mente. Y escribir sobre danza es todavía más arriesgado porque siempre será solo una aproximación, una interpretación subjetiva de los signos.

En Orto/doxxx, obra dirigida por el maestro y coreógrafo Omar Aguirre y estrenada el 16 de diciembre de 2021, las figuras se construyen desde las energías y los ritmos. Por su nombre, podemos activar la imaginación para inferir que el prefijo Orto refiere al principio u origen de algo, que la triple equis hace alusión a la censura, o que toda la obra es una invitación a revisar el pensamiento rígido de las posturas ortodoxas.

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Los cinco ritmos se manifiestan según el momento que cursan los bailarines en la escena para expresar los distintos estados del ser, con mucha fuerza y expresividad. Lo femenino se aprecia en lo fluido y circular de las mujeres que danzan como en rondas, donde las risas chiquitas estallan en incontenibles carcajadas cuasi orgásmicas, en complicidad y libre goce de saberse dueñas de sí mismas.

La potencia de lo masculino se siente en el percutir en staccato cuando se hace necesaria la denuncia, la voz crece y se eleva sobre los otros cuerpos desenmascarando el principio oculto de poder que subyace en la ideología, pues invirtiendo los roles no se trasciende el dolor: mujer que maltrata al hombre solo replica el modelo aprendido de dominio y sumisión, perpetuando la injusticia.

El caos deviene del desmoronamiento de lo establecido, en medio de fuertes sacudones que drenan los contenidos del canon anterior, en un vórtice que arrasa para crear otro orden. En el lírico hay una liberación y levedad que conduce a la ventana, allí el alma quiere volar… La interacción de la bailarina con el vidrio de la ventana llama mi atención: lo vítreo también me lleva a la ilusión de una “realidad cristalizada” –tomo prestada esta expresión de Dubatti para indicar el mundo de pantallas que la tecnología impone– que atrapa la tridimensionalidad del ser humano en un artilugio en 2D, y no alcanzo a descifrar si la mujer en la ventana se liberó o quedó atrapada en otra forma.

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Al verlas como energías, hablar de hombre o mujer es relativo y solo una referencia para indicar al artista que realiza la acción en determinada parte de la obra. La mujer en la ventana es la humanidad, más allá del género. El hombre que denuncia el abuso es la humanidad, más allá de su condición de varón o mujer.

Orto/doxxx muestra imágenes potentes, como la mujer en cruz boca abajo con el torso desnudo, a modo de un san Pedro posmoderno. Me surge una pregunta: ¿qué podríamos edificar sobre esta piedra?

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Llegamos al quinto ritmo, el raro estado de quietud, donde los pensamientos cesan dejando la mente espaciosa para escuchar de manera consciente la propia respiración. Cuando se produce un silencio entre el final de la pieza y el aplauso del público, ese breve lapso –atisbo de eternidad– es indicador de que algo significativo sucedió en la escena.

Orto/doxxx participará en los festivales Manta por la Danza (Manta, 18 de junio) y Fragmentos de Junio de Zona Escena (Guayaquil, 23 de junio).

Ficha artística

Dirección coreográfica: Omar Aguirre.

Intérpretes cocreadores: Milena Baque, Denisse Argudo, Jesús López, Josué Marín y Alfonsina Punín.

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Diseño de afiche y fotografía: Amaury Martínez.

Formato: Danza.

Duración: 45 minutos.