El vocablo «lúdico» tiene implícito el significado de ‘juego’; por lo tanto la expresión «juegos lúdicos» es redundante.

Y la frase «juegos lúdicos recreativos», que también suele usarse, es más redundante que la anterior; pues «recreativos» se refiere a algo que produce recreación, y este último nombre denota ‘diversión, distracción o entretenimiento’; es decir, dependiendo del contexto equivalen asimismo a ‘juego’.

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En lugar de «juegos lúdicos» y «juegos lúdicos recreativos» se pueden usar otras construcciones como «actividades lúdicas», «talleres lúdicos», «ejercicios lúdicos», «práctica lúdica».

Si el entorno lingüístico está claro, con solo decir «un mendrugo» se transmite la idea de ‘un pedazo de pan’. No obstante, si el contexto tiene ambigüedad, hay que usar la expresión «un mendrugo de pan», para evitar que «mendrugo» se capte con su otra acepción: ‘hombre rudo, tonto, zoquete’.

Si alguien afirma que nunca ha dicho «¡cállate la boca!», posiblemente está mintiendo. Esta expresión surge fácil cuando el ambiente se torna acalorado, irritante, enardecido. Es una locución áspera e insultante, cuyo tono agresivo sube precisamente al introducir la redundancia.

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Con seguridad, al decir «¡cállate!», el receptor entenderá que debe cerrar la boca o que debe dejar de hablar. Pero se puntualiza que al omitir la redundancia baja la intensidad del imperativo. Y disminuye mucho más cuando se agregan otros vocablos, por ejemplo: «cállate, por favor», «cállate un momento», «cállate y escúchame».

Algunas redundancias imprimen expresividad en las frases, pero se deben emplear con mesura, dependiendo del contexto o la intención comunicativa. (Actualizado de La esquina del idioma, 15/10/2017). (F)

FUENTE: Diccionario de la lengua española (versión electrónica), de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española.