Independientemente de cuántas adaptaciones, buenas o malas, se creen, la novela original es la que permanece en la imaginación cultural 141 años después. Las aventuras de Pinocho, un libro imperecedero publicado en 1883 y escrito por C. Collodi, seudónimo de Carlo Lorenzini (1829-1890), ha sido fuente de inspiración de innumerables adaptaciones en casi todos los medios artísticos.

Es Disney que incursiona por segunda vez luego de su amado clásico animado de 1940 –con el que se llevó dos Óscar, convirtiéndose en el primer largometraje animado en ganar estos premios–, pero esta vez en acción real que se podrá ver por Disney Plus desde este 8 de septiembre con Joseph Gordon-Levitt (voz de Pepe Grillo), Tom Hanks (Geppetto), Benjamin Evan Ainsworth (voz de Pinocho), Cynthia Erivo (el hada madrina), entre otros, dirigidos por el inigualable Robert Zemeckis.

Pero Disney le ha dado la vuelta a algunas de sus historias y las ha convertido en verdaderas joyas que pueden verse en familia como cuentos de hadas infantiles. Ejemplo de estos son La bella durmiente y Pinocho.

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La historia de una princesa que cayó en un eterno hechizo que la llevó a los brazos de Morfeo se basa en una historia en la que un rey casado encuentra a una niña dormida y no puede despertarla, por lo que la viola. La esposa del rey es Maléfica (se entiende por qué estaba furiosa).

En Pinocho, la historia verdadera dista mucho de la maravillosa y aleccionadora versión Disney.

Las aventuras de la marioneta aparecieron como serial en un periódico llamado Las aventuras de Pinocho, escritas entre 1881 y 1882 por Carlo Collodi. Luego se recopilaron en el mencionado libro.

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Comienzan con un hombre llamado Maese Cereza que intenta serrar un tronco, pero cuando talla el bloque de madera, este llora. “¡Por favor, ten cuidado! No me golpees tan fuerte”, suplica el tronco con una vocecita infantil, para sorpresa del carpintero. Sigue tallando, pero esta vez, el bloque de madera comienza a reír como un niño, diciendo que el hacha le hace cosquillas en la barriga. En este punto, Maese Cereza decide que ese trozo de madera parlante es demasiado problemático y se lo da a su amigo Geppetto, que quería hacer una marioneta.

Mientras Geppetto le va dando forma y aunque todavía es un bloque de madera, llama a Geppetto “polendino”, que se traduce del italiano como “papilla de harina de maíz”, un insulto porque se refiere al cabello amarillo de Geppetto. Desde el principio, Pinocho es una especie de idiota que atormenta constantemente a su creador.

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Después de que Geppetto talla la nariz, esta comienza a crecer, aparentemente a voluntad de la marioneta. La razón no tiene nada que ver con mentir, es más o menos una broma para Geppetto. Mientras el carpintero le da forma a la boca del futuro muñeco, este se ríe y saca la lengua de madera. Cuando Geppetto termina de tallar los pies de la marioneta, Pinocho le da una patada en la cara. El sueño de Geppetto es hacer una marioneta con la que pueda viajar alrededor del mundo y que haga piruetas, pero inmediatamente se arrepiente de haber hecho a Pinocho, quien es tanto verbal como físicamente violento con el pobre carpintero.

Pero no es el único caso de maltrato por parte de la marioneta. En el caso de Pepe Grillo, este aparece por primera vez en el capítulo 4, en el que se ilustra el axioma de que a los niños no les gusta que su comportamiento sea corregido por personas que saben mucho más que ellos. A propósito, cuando el grillo parlante le dice a Pinocho que regrese a casa:

“Al oír estas palabras saltó del suelo Pinocho muy

enfurecido, y cogiendo un mazo de madera que

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había sobre el banco, se lo tiró al grillo-parlante.

Quizás no creía que iba a darle; pero, por

desgracia, le dio en la misma cabeza, y el pobre

grillo apenas si pudo decir cri, cri quedó

aplastado en la pared”. (1)

Es por eso que el grillo regresa a la mitad de la historia como un fantasma para darle más consejos al desobediente muñeco.

Pinocho tiene una serie de desventuras, todas con algún tipo de advertencia para los niños. En los capítulos adicionales, Collodi logró que la marioneta aprendiera la lección y decidiera cuidar a su padre en lugar de pasar el tiempo jugando y descontrolado y sin ir a la escuela. Incluso se muestra arrepentido de sus malas acciones y hasta aprende a trabajar.

En el último capítulo, luego de ser arrojado del interior de un tiburón gigante –no de una ballena– Pinocho y Geppetto llegan a una casa. Cansados del viaje, el pobre viejo tiene hambre y Pinocho le promete un vaso de leche, pero para conseguiro debe trabajar.

“Y desde aquel día en adelante, se levantó todas las

mañanas antes del alba para ir a la noria, y ganar

de este modo aquel vaso de leche que sentaba tan

bien a su pobre padre. No se contentó con esto,

sino que andando el tiempo se dedicó a fabricar

cestas y canastos de junco, y con el dinero que

ganaba atendía cuidadosamente a los gastos

necesarios. Fabricó también, entre otras muchas

cosas, un elegante carrito para llevar a su papá de

paseo cuando hacía buen tiempo, para que

tomase el aire y el sol”. (2)

Una mañana despierta convertido en un niño de verdad; sin embargo, el camino por el que tuvo que transitar fue en verdad lúgubre.

Nota: 1 y 2 tomados de Las aventuras de Pinocho de Obras clásicas de siempre de Biblioteca Digital.