"Rojito" tiene 80 años y aún no se ha jubilado. En medio de una pandemia que pone en riesgo su salud y ha hecho mella en su oficio, no ha perdido el ánimo y este miércoles, con todos los cuidados, salió a celebrar: Es el Día del Payaso en El Salvador.

"Nosotros siempre vamos a transmitir alegría, aunque muy dentro de nuestro ser sepamos que estamos muy golpeados por esta pandemia que no nos ha permitido volver a hacer sonreír a las personas", dijo "Rojito" a la AFP, durante un desfile por su día.

El maquillaje que usa parece resaltar aún más los surcos que la edad le ha dibujado en el rostro. Eduardo Antonio Alfaro, como es su nombre verdadero, lleva 57 años en el negocio de payaso.

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En este desfile por las calles de San Salvador viste su habitual traje de cuadros azules y blancos, grandes zapatos celestes. Y una mascarilla, claro, porque el nuevo coronavirus no es cosa de broma.

Cifras oficiales indican que en El Salvador se registraban hasta este miércoles 39.130 casos positivos de covid-19, entre ellos 1.129 personas fallecidas.

La alegría se quedó sin trabajo

La celebración de su día encuentra a muchos payasos sin empleo, a causa de la pandemia.

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En este desfile, la mayoría es hombre, aunque también se ven mujeres con sus hijos en brazos, caracterizados como sus padres. Caminaron desde la plaza Salvador del Mundo en el sector oeste de San Salvador hasta un parque de la ciudad.

Al ritmo de una amena y ruidosa batucada, los payasos bailan o hacen bromas a las personas que se detienen a observar el paso del vistoso desfile.

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Mostrando sus dotes de bailarina, "Estrellita" sonríe y se mueve al compás, ataviada con un traje rojo brillante.

"Lo de ser payasita quizá ya lo traía, pues cuando era una niña me gustaba contar chistes a mis amigos, aunque hoy lo hago por necesidad, pero con esto del covid-19 me dedico a vender (de forma) ambulante" en calles de San Salvador, aseguró Estela Ramírez, su verdadero nombre.

La mujer, de 25 años, se dedica desde hace cinco años al oficio de payaso, empujada por la falta de un empleo formal que le permita sostener a su pequeña hija de seis años, que este miércoles la acompañó en el desfile.

Hasta marzo pasado, antes de que la pandemia del covid-19 apareciera en El Salvador, "Rojito" se dedicaba exclusivamente a trabajar como payaso profesional. Pero, ante la falta de contratos por la pandemia, se ha visto obligado a reinventarse y pasó a vender pomadas artesanales para dolores del cuerpo.

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Por su larga trayectoria, "Rojito" fue homenajeado por sus compañeros de profesión, que le entregaron una placa de reconocimiento en un breve acto en el parque municipal Cuscatlán, en la capital salvadoreña.

El Congreso de El Salvador declaró en 2014 mediante un decreto que el primer miércoles de diciembre se celebre como el "Día Nacional del Payaso", por lo que año a año esos artistas salen a la calle.

La alegría ya vuelve

"Garbancito" es otro veterano del oficio y que también resiente la falta de trabajo para el sector.

"Cada día es un desafío para los que somos payasos, mucha gente nos tiene de menos, mas no saben que no cualquiera la sabe hacer de payaso, sacar risas es un arte aunque mal pagado", confiesa Jorge Espinal. A sus 52 años ha dedicado 30 de ellos a ser payaso.

Cuenta que antes de la pandemia la tarifa de un payaso era "60 dólares por dos horas de entretenimiento, exclusivo para niños", pero el virus trastocó sus ingresos.

Aunque la Asociación de Payasos Salvadoreños (APSAL), organizadora del desfile, no ha logrado contabilizar cuántos de sus miembros han caído por causa del covid-19, se dieron un tiempo para rendirles tributo.

Su presidente, Ronal Chávez, conocido en el ambiente artístico como "Cabalín", mantiene la fe en que habrá tiempos mejores para la alegría.

"Tenemos fe en que la gente, las familias poco a poco nos van a volver a dar la oportunidad de hacerlos sonreír. (I)