Cuando observamos la Columna de los Próceres de la Independencia de Guayaquil, lo que podemos apreciar es que los nombres que figuran en ella son todos de hombres, por ninguna parte se encuentra en la inscripción un nombre de mujer, esta situación nos lleva a reflexionar sobre ¿Cuál fue la participación de los llamados grupos sociales subalternos? Pues debemos decir con mucha claridad que los procesos históricos no son realizados por un individuo o líder, son también los sectores populares, la masa, la que impulsa y logra concretar los procesos sociales.

Dentro de estos grupos podemos mencionar a los negros, los montuvios, los indígenas, mestizos y sobre todo las mujeres. Son especialmente este grupo que aún hoy sigue estando invisibilizado o poco mencionado en los libros de la historia oficial. ¿Qué tan importante fue su aporte en las guerras de independencia no solo de Guayaquil, sino de todo el continente?

La respuesta puede ser variada, pero en muchos casos donde se menciona el contingente femenino en la Independencia siempre se nombra a unas pocas heroínas que además en muchos de los casos están subordinadas al hombre, el resto ha pasado al anonimato histórico.

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Pero el aporte dado fue bastante grande, tanto que el propio Simón Bolívar escribiría en una proclama del 21 de junio de 1813, denunciando las atrocidades del ejército español cometidas en la localidad de Carache, hizo un llamado a las mujeres, que las veía como nuevas luchadoras por la causa de la libertad, el llamado decía: "Han dirigido las infames armas contra los cándidos y femeninos pechos de nuestras beldades, han derramado su sangre, han hecho expirar a muchas de ellas... Las mujeres combaten contra los opresores y se han convertido en guerreras...".

Acá en nuestro territorio hay muchas precursoras de las luchas por la libertad, son las que participaron en las insurrecciones indígenas que fueron menoscabando el poder de la corona, lideresas como Lorenza Avemañay, Manuela Chiusa, la esclava María Chiquinquirá marcaron un precedente en esta historia, que sería retomada por Manuela Cañizares, Manuela Espejo, Manuela Sáenz, Rosa Zárate entre otras, sin olvidar a las mujeres de los mercados de Quito que tuvieron activa participación en el levantamiento del 2 de agosto de 1810.

En Guayaquil muy poco se conoce de la participación femenina en la preparación y luego sostenimiento del proceso de Guayaquil independiente. Pero es indudable que las mujeres participaron y de manera activa en las acciones revolucionarias, pero también vale recalcar la terrible represión que se ejercía sobre los que se oponían al absolutismo español, los castigos para las mujeres eran de una extrema crueldad, las penas estaban estipuladas en las leyes españolas, iban desde el encierro en prisión, la humillación pública que consistía en el rape de cabello, luego la mujer era desnudada y le cubrían el cuello con plumas de gallina o las enviaban a las siniestras casas de recogida que eran una especie de reformatorio donde enviaban a las prostitutas y a las vagabundas. Por supuesto la medida más extrema era la pena de muerte. A pesar de estos castigos las mujeres no se amilanaron y se arriesgaron a luchar contra el despotismo.

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Evidentemente en el caso de las mujeres, estas no pudieron tomar las armas cosa bastante difícil en la época, pero si se desempeñaron en otras actividades subversivas, tal es el caso de las mujeres de la élite guayaquileña como Ana Garaicoa de Villamil, esposa del prócer José de Villamil, ella se encargó de organizar la velada donde se reunieron los conspiradores para dar el golpe revolucionario en la ciudad.

El caso de Garaicoa es bastante ilustrativo así como el de Isabel Morlás, de como las mujeres utilizaban la tradicional tertulia y las reuniones sociales para recabar información sobre el estado de ánimo de las tropas realistas, la cantidad de tropas acantonadas, etc., información valiosa para la causa libertaria.

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Estas mujeres se convirtieron en conspiradoras de salón, pues eran conscientes de la causa que apoyaban y de las actividades clandestinas en que se hallaban sus esposos y demás familiares. Otra acción decidora de las mujeres pertenecientes a las familias de la élite guayaquileña es el rechazo enérgico al intento de golpe contrarrevolucionarios que intentó el coronel Nicolás López en Guayaquil y que gracias a la acción decidida del pueblo fracasó, estas mujeres escriben un manifiesto que sale publicado en El Patriota el 28 de julio de 1821 y que dice en sus líneas:

¡Traidor¡ ¿Aún te atreves a pronunciar los nombres de la inocencia y el pudor, después de haber profanado este suelo con tus crímenes? …..¡Hombre detestable¡ tu lenguaje es igual a tus intenciones, y el desorden de tus palabras, igual a la desorganización de tu alma corrompida. Huya para siempre de ellas la victoria, que sería el triunfo de los vicios, y antes de experimentar este día de horror, pereciendo el último de sus defensores, las damas a quienes hablas, incendiando con sus manos esta hermosa ciudad, sepultarán su honor y su decoro en las cenizas de Guayaquil.

Rocafuerte, Tolas, Garaicoas, Llagunos, Lavayen, Rocas, Cambas, Calderones, Díaz, Gorrechateguis, Luzcardos, Aguirres, Casilaris, Haros, Morales, Gainzas, Roldanes, Carbo, Urvinas, Jimenez, Elizaldes, Icazas.

Y las mujeres de las clases populares también estuvieron presente en la lucha, son las que se pusieron al servicio de las unidades militares que formaron parte de la División Protectora de Quito, contingente militar creado en Guayaquil con el objetivo de liberar el territorio de la Real Audiencia de Quito.

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Estas mujeres acompañaron a los hombres en calidad de enfermeras, cocineras y asistentes de campaña, iban junto a sus esposos, compañeros y familiares, eran las llamadas guarichas, rabonas, soldaderas, que soportaron con estoicismo las duras condiciones de una campaña militar, las que quedaron en la ciudad se dedicaron a la confección de uniformes paras vestir a las tropas guayaquileñas, la carta de Olmedo a Sucre escrita el 19 de agosto nos dice de este sacrificio: "Oh si ud viese nuestras muchachas trabajando en la cortadura’’.

La recuperación de la memoria histórica de nuestra ciudad y del aporte de sus hijas debe ser urgente, los nombres de Ana Garaicoa, Manuela Garaicoa, madre de Abdón Calderón, Isabel Morlás y las decenas de mujeres anónimas deben ser mencionados con orgullo por las nuevas generaciones de hombres y mujeres de esta ciudad. (I)