En lo alto de una colina cerca del centro histórico de la capital venezolana, entre calles estrechas y casas centenarias, un grupo de niños tocan sus instrumentos bajo la batuta de un profesor septuagenario que durante décadas se ha enfocado en formar no solo buenos músicos, sino buenos ciudadanos.

Yo no voy a cambiar el mundo, es difícil cambiar el mundo porque es muy complejo; pero con mi trabajo, yo he logrado que algunos niños sean muy buenos músicos, alumnos que han sido muy buenos profesionales, que tienen moral y ética en su trabajo”, dijo orgulloso Narciso Ernesto Pichardo, un guitarrista clásico de 75 años que por más de medio siglo ha sido el maestro de numerosos niños.

Pichardo enseña gratuitamente en un centro cultural en La Pastora, una comunidad que data del siglo XVII y que se convirtió en una de las primeras parroquias de Caracas en 1878. Ha fungido como mentor de jóvenes que luego se han incorporado a El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, y de otros que se dedicaron a ramas profesionales variadas, como la ingeniería y la física.

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“Yo he tratado de lograr que el niño logre tener pensamiento crítico, que el niño sepa que existe, que ocupa un lugar en el espacio... que es responsable de su proyecto de vida. Eso es lo que buscamos, un ciudadano que tenga moral y ética, que sepa definir ‘esto es bueno, esto es malo’”, agregó.

En 1970 comenzó dando clases — hasta 10 horas diarias — en una plaza donde se ganó el afecto de los transeúntes, que con el tiempo demandaron cada vez más sus servicios.

En 1996, los padres, vecinos y amigos de La Pastora crearon una fundación sin fines de lucro que lleva su nombre para apoyar su labor en el barrio. “Viéndome tocar, la gente se acercaba” y pedía que les enseñara a tocar la guitarra, recordó Pichardo, quien más tarde incorporó también clases de flauta, mandolina, violín, clarinete y el cuatro venezolano.

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Narciso Ernesto Pichardo, maestro de música. Foto: AP.

En la actualidad, la sede de su taller — el Centro Cultural La Pastora — es un antiguo cine donde también da clases de música tradicional. “En el camino me tropecé con la música venezolana y comencé a rescatar ritmos” que en los 80 apenas podían escucharse en la radio en horas de la madrugada, pese a un decreto presidencial para la protección de la música nacional que en esa época obligaba a alternar la difusión de una grabación local por cada canción extranjera.

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Durante la pandemia, sus clases también se han convertido en un oasis para niños que escasamente salen de sus casas desde el 13 de marzo, cuando se confirmaron los dos primeros casos del nuevo coronavirus en Venezuela.

El país, que entró en cuarentena oficialmente tres días después, contabiliza más 36 000 casos positivos y más de 300 fallecidos hasta la fecha.

Los niños en aislamiento están sometidos a “mucho estrés, pero cuando llegan y se encuentran es como si salieran de un cuarto oscuro”, dijo Pichardo, quien continúa su labor cuidando que todos porten su tapaboca y desinfecten sus manos con frecuencia.

Narciso junto a una de sus alumnas. Foto: AP.

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El COVID-19 también lo motivó a dar clases por internet a niños cuyos padres tienen miedo y prefieren que no salgan. Además, dijo: “Yo soy una persona mayor, yo más que nadie tengo que cuidarme”.

Los padres de sus alumnos están muy satisfechos con la labor de Pichardo.

“Una cosa es estar con él y otra cosa es estar con la orquesta. Es diferente el trabajo”, expresó Eddy Pulido, una docente cuya hija de 10 años comenzó estudiando violín con Pichardo y ahora comparte su formación con la orquesta infantil, que por la cuarentena suspendió sus actividades.

“El trabajo con él es más individualizado, tiene una pedagogía increíble para trabajar con los niños y nos ha ido super bien”, manifestó Pulido, quien resaltó que las enseñanzas del maestro incluyen “el respeto del otro, de no ser egoísta, de compartir, ser agradecido”. (E)