Joaquin Phoenix se llevó el premio a mejor actor protagonista por su interpretación en Joker.

Es un premio a una carrera que comprende una treintena de películas en las que se ha ganado el apelativo de "actor más perturbador de su generación".

Con sus admiradores y detractores, Joker le ha devuelto al cine la relevancia social, cultural y mediática que llevaba años sin tener. Un thriller psicológico que se aprovecha de la maquinaria de marketing en torno al cine de superhéroes para explorar los diversos tipos de violencia: social, política, machista, intrafamiliar, laboral, económica y, por supuesto, física. Joker ha supuesto una catarsis colectiva para el del pueblo, que ha encontrado en la revolución asesina de Arthur Fleck una perversa liberación.

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Phoenix ya había interpretado a tipos desconectados de la realidad antes, pero solo aquí consigue que su propia visión de la realidad acabe imponiéndose a la nuestra: el espectador sabe que, según su retorcido sentido de la justicia, Arthur no va a hacerle nada al enano cuando este no llega al cerrojo de la puerta. Phoenix mira de forma distinta a cada personaje con el que se cruza y así construye, contra todo pronóstico, una coherencia interna dentro de su nihilismo.

Por su actuación ganó además el Bafta, el premio del Sindicato de Actores, el Critics' Choice y el Globo de Oro. El de los Actores fue determinante para colocarlo como uno de los favoritos a mejor actor protagónico en los Óscar, porque el bloque más numeroso de votantes de la Academia es el de los intérpretes.

Durante su discurso reflexionó sobre la causa de defensa animal y recordó a su hermano.

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"Estoy lleno de agradecimiento en este momento, no me siento por encima de mis conominados ni nadie en esta sala, porque todos compartimos el mismo amor por el cine, esta forma de expresión que me ha dado la vida más extraordinaria, no sé qué sería mi vida sin ella". (E)