Víctor Andrade, quien ha liderado a la banda Niñosaurios por más de una década, brindó un concierto sin precedente la noche del pasado miércoles en la sala experimental del Teatro Centro de Arte (TCA).

Melodías de vereda fue –en palabras de Luisa Cuesta, directora artística del TCA– un acto que rompió los egos y el temor a aceptar a quienes han sido nuestros maestros. El concepto detrás de esto era un tributo –aunque yo prefiero decir homenaje– a los artistas nacionales independientes, reversionando sus temas más icónicos en nada más que piano (con algunas excepciones, en las que Víctor se acompañó de su guitarra acústica o de un sintetizador).

La noche comenzó con una muy íntima versión de Contra la pared, de Mamá Soy Demente; agradeció a Carlos Bohórquez, compositor de esta canción, por “ser una de las personas que han trabajado tanto por esta escena y por todos sus amigos”.

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Seguido de esta, una de las más aplaudidas por el público, Si te casas conmigo eres... de Vírgenes Violadoras. Dentro de este espectáculo no podría faltar Cuando pienses en mí, del gran Héctor Napolitano, en la que fue invitado al escenario Roberto Bernous (Morfeo), quien tomó el sonido del piano y lo procesó en una especie de sintetizador, creando así un sonido místico, que estuvo acompañado por los visuales de la artista Valiana Areco. Alba, de la agrupación guayaquileña Morfeo, fue ejecutada impecablemente a voz y sintetizador. Andrade destacó el atrevimiento y la autenticidad que siempre ha demostrado esta banda.

Antes de un breve intermedio sonaron Crippidiscopunk (Cadáver Exquisito) y Aires nuevos (Luis Rueda), para luego finalizar la primera parte con Tonto, insignia de su propia autoría. Guayaquil de mis amores en una versión melancólica y Nuestro juramento fueron sin duda emblemas del guayaquileñismo que formaron parte del repertorio. Junto con Pedro Bonfim (Lolabúm), quien expresó palabras de gratitud –y con pequeños problemas de sonido–, tocaron Avión.

Síndrome de Uppsala, de la banda quiteña Biorn Borg, estuvo cargada de la nostalgia de aquellos tiempos. Al terminar, un popurrí de Los Corrientes hizo que los aplausos no cesaran, dando reconocimiento no solo a Víctor Andrade, sino a todos los artistas interpretados, quienes se encontraban en una sala que mereció mayor asistencia.

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La música y el arte independiente seguirán viviendo gracias a momentos como este. (O)