En una oficina cercana a la sala principal del Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro, dos maestros de orquesta ultiman detalles previamente a los ensayos con ‘sus chicos’, los cincuenta y cuatro músicos que integran la Orquesta Sinfónica Juvenil de Guayaquil. Los directores salen corriendo al percatarse de la hora, son 19:06, los ensayos se iniciaban a las 19:00, tienen un retraso de seis minutos.

A la mitad de camino cada uno se dirige a un espacio diferente, la maestra y asistente Victoria Pérez acelera su paso hacia una sala diminuta donde la esperan los ‘pequeños músicos’ con sus instrumentos de viento. Mientras, el maestro Dante Anzolini va a la sala principal con los que tocan los instrumentos de cuerda.

Uno de ellos es Nephi Burgos de 17 años. Para él los ensayos son como un viaje por la historia. “Aquí he conocido más sobre la música y los autores”, expresa el violinista. Su pieza preferida son Las cuatro estaciones de Vivaldi.

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“La música para mí es tratar de cantar las notas, no tocarlas por tocar” Nephi Burgos,  violinista.

Luego de un breve saludo, el maestro inicia rápidamente con la lectura de la Sinfonía 1 de Beethoven. De pronto se percata que la partitura se presta para un ajuste, sus pupilos asientan con la cabeza y proponen un pequeño cambio en el pentagrama.

"¿Alguien tiene una goma?”, pregunta Anzolini desde su silla instalada en medio de todos.

“¡Borrador!”, responden en coro todos, la risa de Alejandra Moreira de 20 años, queda al descubierto. Cuenta que su tiempo lo reparte entre los estudios universitarios y la música. Para ella los encuentros en el teatro son un momento de desestrés. "Estos ensayos son un progreso personal enorme, porque sacamos un aprendizaje nuevo, no solo como músicos sino como personas", subraya.

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"Me enamoré de esto cuando vi por primera vez una Orquesta completa" Alejandra Moreira, violinista

Hasta entonces, en la otra sala flautas traversas, trompetas y trompos entonan Romanian Folk Dance de Bartók. Cada uno de los músicos se apoya de las notas musicales que reposan sobre el atril, menos uno que lo hace desde la pantalla de su celular. “Está un poco flojo, la negra está muy larga”, exclama la maestra Pérez. “1, 2, y…” , los anima a hacerlo cada vez mejor.

Diana Denis Alvarado de 14 años, refleja una concentración particular en su flauta travesera. Ella forma parte de la orquesta desde febrero, recuerda los nervios y emociones que sintió la vez que audicionó para ingresar a la orquesta ‘un sueño’ para ella. “La música es mi pasión y mi debilidad son las orquestas”, señala con un brillo en sus ojos, la también cantante.

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"La música ha unido a personas" Diana Alvarado, flautista

20:00 y ambos grupos tienen un intervalo, algunos van donde sus padres quienes los esperan junto a la recepción del teatro, otros se dispersan por las otras salas para tomar agua y unos se quedan en las salas para practicar un poco más. Vicente Posligua es uno de ellos, con 10 años es el más pequeño de la Orquesta. Manifiesta con plena seguridad que sus piezas preferidas a tocar en su chelo son aquellas consideradas difíciles pues huye de lo fácil.

Veinte minutos después toda la orquesta se concentra en la sala principal. El maestro Anzolini escucha por grupo fragmentos de la música, para finalmente con un “hagamos tutto” entonar juntos La marcha de los toreros. Las manos de Anzolini se mueven con intensidad, a veces muy rápido y otras veces suavemente. El sonar del platillo es lo último que se escucha y satisfecho del ensayo realizado termina así: “Muy bien, cada vez nos parecemos menos a una orquesta juvenil”.

Próximos a llegar a las nueve de la noche decide dar lectura musical de Hoedown y pareciera que todos se trasladan a una película del oeste con caballos. En esta tocada un joven se pasa de una esquina a otra, para turnarse entre el xilófono y los platillos. 21:06 y el ensayo de los lunes finaliza. El maestro solo los felicita y les anuncia audiciones para próximas presentaciones fuera de la ciudad. (I)

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