“Me emociona mucho, me sorprende que una película tan personal (...), tan de Guayaquil, de una clase media ecuatoriana pueda emocionar, pueda entenderse y pueda disfrutarse en un lugar tan exótico, nunca he estado en la India, en Asia”, dice Ileana Matamoros, directora de Rosita, cinta que se colocó como la mejor en la categoría documental en la edición 9 de Dada Saheb Phalke Film Festival 2019, en India.

No es la primera vez que el corto (20 minutos) recibe un premio internacional, el año pasado obtuvo el reconocimiento del público, en el festival Diablo de Oro, en Oruro, Bolivia. Recientemente participó en el V Festival Internacional Audiovisual de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana, en Colombia (FIAfest). “La motivación de participar en festivales internacionales creo que es inherente al ejercicio de hacer una película. Uno quiere que lo vean la mayor cantidad de personas y de diferentes perfiles”, explica la también periodista.

Rosita se estrenó en el Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine (EDOC), de Ecuador, el año pasado, además fue parte de la muestra de la Cinemateca de Quito y en el festival de cine La Orquídea Cuenca.

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La idea de realizar Rosita surgió de una clase (Investigación en cine) que tomó en la Universidad de las Artes. Allí exploraron distintas formas del cine, llamado documental o de no ficción, una de ellas, los ensayos visuales, el uso de archivo y autoetnografía social.

“Yo tenía este archivo de ocho milímetros del 62 de mi tía Rosita, a quien no llegué a conocer porque murió 14 años antes de que yo naciera, pero heredé su nombre (...). Alrededor de esa incógnita (de no conocer a su tía) emprendo esta búsqueda audiovisual, que también tiene un poco de ficción”, comenta la cineasta. Actualmente escribe varios guiones, entre ellos, La vida secreta de las Rosas, largometraje documental, que ganó el premio del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales. Este nuevo trabajo surge de la experiencia de Rosita, según Matamoros. “Es una especie de ampliación de la anécdota familiar (...) a un relato más social (...), voy a agregar historias de tocayas (de distintas generaciones). La idea es explorar cómo es la experiencia de vivir desde el género femenino en Guayaquil, en Ecuador, en Latinoamérica (...)”, cuenta. (I)