Tras dos décadas de desaventuras y batallas judiciales, el atormentado Don Quijote del norteamericano Terry Gilliam tiene finalmente luz verde para su proyección en el Festival de Cannes.

El Tribunal de París ha desestimado ayer la demanda del exsocio productor del cineasta, Paulo Branco, que, por motivos “contractuales y artísticos” quería impedir su estreno en la clausura del certamen cinematográfico más prestigioso del mundo y en el circuito comercial en Francia al día siguiente.

Parecía la maldición de Don Quijote. No pasaba un día sin que hubiese alguna sorpresa. Incluso el propio Gilliam padeció recientemente un derrame cerebral no grave, al parecer por la tensión de estos días, por lo que los médicos le recomendaron reposo en casa.

Publicidad

Pero gracias a esta buena noticia, el cineasta ha asegurado: “No estoy aún muerto. Voy a Cannes”. Pocos días antes de su convalecencia había dicho: “He luchado de hacer este filme durante veinte años, quizá el Don Quijote soy yo”, según información publicada en los medios del festival. Así, ha ganado el poder de la imaginación. Un final feliz del esfuerzo errabundo de un cineasta célebre por su fantasía hipnótica, uno de los pilares del humorismo corrosivo de los Monty Python. En un principio, no había el financiamiento para un proyecto tan ambicioso. Luego vino el aluvión que destruyó el set en una zona desierta en el norte de Madrid. En el medio, la enfermedad que obligó al protagonista Jean Rochefort (muerto en el 2017) a renunciar, y el retiro de Johnny Depp de su papel de Sancho Panza. Se trata del fin de una aventura digna de entrar en una página de la obra de Cervantes.

“Me identifiqué con el Don Quijote y con su creador, solo que él creía que la literatura podría mejorar la humanidad y yo, en cambio, creo que lo pueda hacer el cine. En cada uno de mis filmes trato de dar una visión del mundo. Esto se había transformado en una enfermedad de la cual debía curarme”, aseguró Gilliam. “Continuaba a cambiar el guion, a rescribirlo. Estaba casi convirtiéndose en una autobiografía. Vivía dentro de mi proyecto, la película crecía entorno a mi vida. Era una gran caja mágica que contenía mis éxitos y mis fracasos”, remató.

El filme avanza y retrocede en el tiempo, entre el siglo XVII y la actualidad. En el papel de Don Quijote, Jonathan Price es un anciano que rechaza la idea de su demencia –“estoy solo habitado por mis ilusiones”–, mientras Adam Driver ha tomado el lugar de Depp.

Publicidad

Lograr esta premier en Cannes de The Man Who Killed Don Quijote ha sido definitivamente para Gilliam toda una batalla “épica”. (O)