Es el mayor naufragio de un transatlántico futbolístico. En tan solo nueve meses y medio el Chelsea protagonizó un hundimiento deportivo tan insólito como vertiginoso, que lo aleja de toda posibilidad de éxito en un futuro cercano. El capitán de este barco no iba de Inglaterra hacia Estados Unidos, sino en sentido inverso. No recordamos un derrumbe semejante en al menos sesenta años de fútbol. Las pérdidas económicas son astronómicas, pero tratándose de gente bien encaramada en la lista Forbes, mil millones más o mil menos es una anécdota. Para el hincha, no. Un club que fue protagonista estelar en las últimas dos décadas cayó por el precipicio de las derrotas.

Orgullo de hincha, amor irrompible

Más allá de las víctimas y de la devastación del país invadido, nadie lamentó más la guerra de Rusia y Ucrania que los simpatizantes del club londinense. ¿La razón? El Gobierno británico, que ya le tenía ganas, aprovechó la circunstancia para expulsar del país al magnate ruso Roman Abramovich. Este, como tantos poderosos, estaba tapado de millones, pero pocos sabían de su existencia. Y, como otros de su estirpe, ingresó en el fútbol, que da notoriedad, fama. Es un chiche caro, pero seduce. De pronto, uno de estos ‘Forbesman’ se gasta unos mil o dos mil millones, compra un club y pasa a ser un personaje popular en los medios, firma contratos con estrellas mundiales e invita champán en su palco presidencial a príncipes, jeques, ejecutivos, políticos, personalidades de todo color. Tras la deportación express, Abramovich fue obligado a vender su juguete más preciado: el Chelsea FC.

Ni soñado: cuatro goles al Real Madrid

¿Haaland, Mbappé, Vinicius…?

Ahí apareció un grupo norteamericano encabezado por Todd Bohely, dueño de un vasto imperio empresarial, cuya fortuna está valuada en 6.000 millones de dólares. A nivel deportivo, Bohely es uno de los dueños de Los Angeles Dodgers (béisbol), Los Angeles Sparks (basquetbol femenino) y Los Angeles Lakers (baloncesto masculino). Lo acompañaron en la aventura Mark Walter, también copropietario de los Dodgers (béisbol), el millonario suizo Hansjorg Wyss y la firma de inversión estadounidense Clearlake Capital. Bohely y sus socios compraron el club por 5.312 millones de dólares. Les fue aprobada la compra el 25 de mayo de 2022 y se hicieron cargo de Stamford Bridge unos días después. En tan breve lapso los despropósitos fueron tantos y de tal envergadura que el Chelsea es hoy una ruina futbolística de muy compleja sanación.

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El Chelsea era un club tradicional, pero que había logrado una sola liga (en 1955) hasta el arribo de Abramovich el 1 de julio de 2003. Allí empezó un crecimiento excepcional y se transformó en un club planetario, obteniendo 21 títulos, entre ellos 5 Premier League, 5 Copa Inglesa, 3 Copa de la Liga, 2 Champions, 2 Europa League, 1 Mundial de Clubes, 2 Community Shield, 1 Supercopa de Europa. Ha sido fenomenal para sus hinchas y para el fútbol inglés. Casi idéntica a la película del Manchester City, que a partir de la llegada del fondo de inversión emiratí se convirtió en un club líder en el mundo. Veintiuna coronas en 19 años de Abramovich. El azul de la camiseta se universalizó, Chelsea entró en el Bix Six de la Premier (los seis equipos grandes), sus rivales pasaron a ser Barcelona, Real Madrid, Liverpool, Arsenal, Manchester United, Juventus, Bayern Munich… Algo hizo muy bien Abramovich.

Apenas arribados al club, los nuevos patrones tomaron medidas urgentes. La primera fue prescindir del prestigioso técnico alemán Thomas Tuchel, al que hubieron de indemnizar con 15 millones de euros. Bohely quería fichar a Cristiano Ronaldo para explotar su figura comercialmente y Tuchel se plantó con un NO rotundo, sabía que no le daba soluciones en el campo. Eso y el carácter respondón de Tuchel generaron el rompimiento. Estaba en ese momento de moda Graham Potter, DT del Brighton. Lo llevaron. Pagaron 34 M€ a Las Gaviotas como penalidad para poder sacarlo, además de su contrato. En el ínterin en que Potter asumió y desarrolló su trabajo, la nueva cúpula contrató la delirante cifra de 17 jugadores, erogando 628,5 millones €. Muchos de ellos en sobreprecios como los 68 M€ por Marc Cucurella, un discreto lateral izquierdo, o los 70 M€ que pagaron por Mikhailo Mudryk, desconocido jovencito ucraniano, los alocados 121 M€ por Enzo Fernández o los demenciales 80,4 M€ por Wesley Fofaná. Semejante tacada de nuevos llevó el plantel a 32 miembros. “Se ha tenido que agrandar el vestuario para que entren todos”, dijo, socarrón, pero muy crítico, Thiago Silva, capitán del equipo. Didier Drogba, leyenda de Stamford Bridge, se sumó a las condenas y lamentaciones: “Ya no reconozco a mi club. Conocí al Chelsea con cierta clase en la era Abramovich, pero hoy me falta algo. Me cuesta mucho ver cómo se deshicieron de ciertas personas. Deberían volver a los principios y valores que tenían”.

El desmoronamiento futbolístico comenzó en la Copa de la Liga, donde disputó un solo partido, pues cayó en primera ronda ante el Manchester City 2-0. Exactamente lo mismo le sucedió en la Copa Inglesa, en el primer duelo fue goleado 4-0, también por el City. En la Premier, después de años de pelear el título cada temporada, está 12.º a 40 puntos del líder, Manchester City. Y en Champions, ese bote de goma que le quedaba para evitar ser tragado por el mar, se pinchó en cuartos ante el Real Madrid, cayendo 0-2 y 0-2 en Madrid y Londres. Necesitaba dar vuelta el resultado en casa y salió al campo sin delanteros, con Havertz, volante ofensivo, como único punta. “Es uno de los misterios más grandes de todos los tiempos -ironizó Michael Owen, devenido en comentarista, como todo exjugador inglés-. ¿Cómo puedes gastar 600 millones y no traer un goleador?”. En cambio, se deshizo de Timo Werner y Romelu Lukaku, que convierten en el Leipzig y en el Inter. Lukaku es semifinalista con el cuadro milanés. Chelsea acumula 20 derrotas en lo que va del curso 2022-2023, terrible.

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Cinco meses después de haber asumido, Graham Potter fue despedido por los pésimos resultados. Perdonó una cláusula de rescisión de 55 millones €, pero igual se llevó 17 M€. Interinamente asumió su asistente Bruno Saltor por unos partidos hasta que llegó el viejo conocido Frank Lampard, con tal mala pata que perdió los seis partidos que dirigió, dos de ellos ante el Madrid. Ahora se busca un nuevo estratega para la temporada 2023-2024. Los entrenadores top ya le empiezan a esquivar, temerosos de nuevos naufragios.

Chelsea es el primer club inglés con pérdidas que superan los 1.000 millones de euros. Esto no inquieta demasiado a sus riquísimos dueños, pero el futuro inmediato del club es que el año que viene solo tendrá por delante la competencia interna. Cualquier entrenador que llegue exigirá que quiten al menos una docena de profesionales del plantel, nadie puede entrenar con 32 jugadores. Pero deberán regalarlos, nadie se quiere ir hasta cobrar todo el contrato.

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Todo este desastre sucede por lo de siempre: no saber de la materia. En fútbol dos más dos son siete. No hay reglas para entenderlo. Un señor graduado en Harvard puede generar una fortuna colosal en la banca, la industria o los negocios y al mismo tiempo dinamitar un exitoso proyecto futbolístico. Y otro señor con mínima instrucción, como Alex Ferguson, es capaz de transformar un muy buen club de 80 empleados como el Manchester United en uno de 800 y convertirlo en referencia mundial. No es solo marketing, porristas y palomitas de maíz. (D)