Ningún futbolista nacido ecuatoriano que haya sido contemporáneo de Diego Maradona fue comparado, por sus condiciones técnicas, con el crack argentino. Tampoco un jugador tricolor de la actualidad ha sido equiparado con Lionel Messi, el astro albiceleste quien con 35 años de edad sigue vigente como el mejor futbolista del planeta. En sus respectivos momentos no ocurrió aquello con Álex Aguinaga ni con Antonio Valencia, quien cerró su carrera en Europa como marcador de punta.

Pero sepultados este martes los restos mortales de Pelé, en la ciudad brasileña de Santos, tras una procesión en la que miles dieron su último adiós a O Rei, se recuerda en Ecuador que respecto al que muchos consideran el mejor futbolista de la historia sí hubo un futbolista tricolor de quien se hizo en 1966 un parangón con el fenomenal brasileño. Se trata de Alberto Spencer Herrera.

La era del llamado Real Madrid de Alfredo di Stéfano, ganador de cinco títulos , consecutivos de la Copa de Europa (hoy Champions League) entre 1956 y 1960 se cerró con la obtención de la Copa Intercontinental de 1961. La posta entregada por los merengues la tomaron dos escuadras de Sudamérica, que pasaron a ser los mejores equipos del universo, en esa década. Ambos clubes entraron en la historia con sus nombres, acompañados por los de sus máximas estrellas: el Peñarol de Spencer y el Santos de Pelé.

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‘Cabeza Mágica’ y ‘O Rei’

En la serie ‘Equipos de Leyenda’, publicada por el diario español Marca en el 2011, se dice esto del cuadro del ariete oriundo de Ancón: “Durante muchos años por aquella época, los ‘manyas’ dominaron Uruguay, Sudamérica e incluso el panorama futbolístico mundial. La llegada del genial delantero ecuatoriano marcaría una época en el club aurinegro. Bajo el inaudito olfato goleador del ecuatoriano Peñarol alcanza una hegemonía irrefutable en Sudamérica”.

Y del inolvidable cuadro paulista Marca se refirió así: El fútbol brasileño siempre ha sido sinónimo de espectáculo. El país sudamericano presume de ser el abanderado del jogo bonito y de haber antepuesto durante toda su historia la diversión por encima de cualquier limitación táctica o rígidos sistemas. Son muchos los ejemplos a lo largo de la historia que han demostrado este culto brasileño al balón y al juego ofensivo, pero uno destaca por encima de todos: el Santos de Pelé”.

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Cinco coronas de la Copa Libertadores se repartieron el Peñarol de Spencer (1960, 1961, 1966) y el Santos de Pelé (1962, 1963) en la más gloriosa década de ambos cuadros, la de los años 60. Y en cuanto a consagraciones mundiales están a la par, con dos para los uruguayos con Cabeza Mágica como figura (1961, 1966) y para los brasileños con O Rei como símbolo (1962, 1963).

La comparación con Pelé

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Pelé y Spencer se enfrentaron en finales y semifinales de la Libertadores y también en la única edición de la Supercopa de Campeones intercontinentales de 1969 (ganada por Peñarol en un cuadrangular con duelos de ida y vuelta contra Santos, Racing de Avellaneda y Estudiantes de La Plata). También protagonizaron batallas en una larga lista de torneos amistosos jugados en diversos continentes.

La calidad técnica del ecuatoriano y del brasileño, fallecidos en el 2006 y el jueves anterior, en ese orden, pudo ser atestiguada en una cancha de fútbol. En el libro El fútbol ecuatoriano y su selección nacional, Mauro Velasquez Villacís reprodujo, en 1998, la opinión de un prestigioso periodista francés sobre el mejor jugador nacional de todas las épocas y las del que para muchos especialistas es el mejor futbolista mundial de todos los tiempos.

El periodista francés François Thebaud, director de Miroir du Football, en 1966 opinó de Alberto Spencer, tras su sensacional actuación ante Real Madrid, en la final de vuelta de la Copa Intercontinental (antecedente del Mundial de Clubes) ganada por Peñarol: “Yo lo conocí hace seis años, cuando la primera Intercontinental. Los progresos que ha realizado me resultan sorprendentes. Es el único jugador que me hace recordar, por sus cualidades y estilo, al formidable Pelé. Del gran brasileño tiene Spencer la misma desenvoltura, la potencia, las increíbles posibilidades de aceleramiento, el sentido que le permite esquivar golpes, la técnica sin fallas. También un extraordinario juego de cabeza. Su inteligencia para el fútbol colectivo es muy superior a la de Eusebio”. (D)