Juan Manuel Bazurko anotó con la camiseta de Barcelona Sporting Club un gol memorable y con esa acción el sacerdote español de 27 años expidió la partida de nacimiento de lo que la prensa argentina bautizó como La Hazaña de La Plata. Bazurko y su tanto forjaron una leyenda futbolera que no se extingue. Cada cierto tiempo, sin necesidad de que se trate de un aniversario, el tema resurge en Ecuador o en algún otro lugar del planeta para ser tratado con la misma admiración que causó el día que ocurrió: 29 de abril de 1971.

El pintoresco hecho genera fascinación porque tuvo como principal protagonista a un personaje que cambiaba la sotana por el uniforme de futbolista, a un clérigo vasco que mostraba en la cancha el mismo oficio y sapiencia que exhibía desde el púlpito. Por aquello suele pasar a un plano secundario que el tanto de Bazurko le dio a Barcelona un triunfo 1-0 en la ronda de semifinales de la Copa Libertadores sobre Estudiantes, entonces vigente tricampeón de América. Además, aquel gol acabó con el invicto que desde 1968 el equipo de La Plata tenía de local en el torneo internacional.

Y que el impacto y el atractivo del gol que inmortalizó a Bazurko sigue vigente, y que su repercusión es mundial, se verifica en una nota aparecida este Domingo de Resurrección en el periódico El Tiempo, de Bogotá. Bajo el título de ‘El increíble cura futbolista que hizo un milagro en la Copa Libertadores’, la nota firmada por Luis Felipe Balaguera Sarmiento incluye una conversación con uno de los hijos de Bazurko.

Publicidad

Izaro Bazurko Pérez de Arenaza, uno de los vástagos del héroe canario, cuenta que a su padre “no le gustaba vanagloriarse de lo hecho en Ecuador”. Sin embargo, dice el medio de Colombia, “el recuerdo volvía siempre a la mesa. Si no era por los migrantes ecuatorianos que se lo cruzaban en las calles vascas, era el bello álbum con recortes de prensa que hizo su familia, o eran los llamados de Ecuador para conmemorar los aniversarios del partido ante Estudiantes. Pero, más allá de eso, lo que mantenía viva la memoria de esos instantes de gloria era la pasión por el fútbol que Juan Manuel Bazurko rezumaba”.

Pasó a la historia

El rotativo, que en la primera parte de la nota ofrece antecedentes del duelo y la descripción de la anotación de Bazurko, relata que “el milagro ocurrió el jueves 29 de abril de 1971. Barcelona de Guayaquil, un equipo que nunca había pasado la fase inicial de la Copa Libertadores, doblegó a Estudiantes de La Plata, campeón del torneo en 1968, 1969 y 1970, en su casa, durante un partido que correspondía a la segunda etapa del certamen continental, pero que estaba destinado a pasar a la historia”.

En aquella época solo los ganadores de cada llave clasificaban directamente a una fase de semifinales –el filtro de calidad de la Libertadores era realmente exigente, a diferencia de la actualidad–, cuyo formato establecía la conformación de dos dos grupos de tres escuadras cada uno. Las finales de la Copa las disputaban los primeros de cada zona.

Publicidad

‘Equipo de tercera’

En Guayaquil, el 18 de abril de 1971, Estudiantes venció 1-0 a Barcelona, gracias a Juan Echecopar. La nota de El Tiempo sigue: “Los más de dos años que llevaba Estudiantes invicto como local internacionalmente daban a entender que el segundo juego sería de mero trámite. Los 30.000 hinchas que colmaron el estadio Jorge Luis Hirsch, en la provincia de Buenos Aires, debían tener en su cabeza que el club que se coronó como el mejor del mundo en 1968 tras vencer al Manchester United, de George Best, Bobby Charlton y Denis Law, no podía perder frente a una escuadra que no llevaba ni dos décadas en el profesionalismo (en realidad, Barcelona jugaba en el circuito profesional de fútbol desde 1951 y estaba a dos días de cumplir 46 años de vida institucional). ‘Barcelona es un equipo de tercera categoría’, se leía en las páginas de El Gráfico. Tan solo faltaba jugar”.

Sobre el desarrollo del encuentro se refresca la memoria sobre la consigna que distinguía a Estudiantes: “ganar por encima de todo. Así, el arsenal pincharrata arrinconó en su fortín al Barcelona y lo puso a pasar penas durante todo el primer tiempo. En la segunda mitad, el momento de La Hazaña de La Plata.

Publicidad

Juan Manuel Bazurko (d) junto con los crack de antaño Jorge 'Pibe' Bolaños (i) y Alberto Spencer Herrera (c). Foto: Archivo

Los botines benditos

Rememora El Tiempo: “Corría el minuto 17 (de la etapa complementaria) cuando un saque rápido del portero uruguayo Jorge Phoyú, del club ecuatoriano, fue a dar a los pies de Alberto Spencer, el goleador histórico de la Libertadores. Aunque en el 99 % de las veces aquel moreno espigado hubiese sido quien definiera la jugada, ese día era jueves. Y los jueves, recuerda la Iglesia, se conmemora el sacramento de la Eucaristía. Por tanto, el héroe no podía ser otro más que el encargado de oficiar misas: el cura Juan Manuel Bazurko”.”En el contragolpe, Spencer tocó la pelota con la sutileza necesaria para que Bazurko dejara de lado cualquier asomo de piedad celestial y castigara con su pierna derecha al arquero Gabriel Bambi Flores, que lo tentaba a tirar el balón hacia el otro lado que él pensaba. El estadio enmudeció. Barcelona 1, Estudiantes 0. Fin del partido”.

Secuencia de la anotación del padre Juan Manuel Bazurko a Estudiantes de La Plata. Foto: Archivo

El 5 de mayo de 1971 Bazurko jugó por última vez con Barcelona, cuya camiseta solo vistió en la Copa Libertadores de ese año. Luego del partido perdido en Chile 1-0, ante Unión Española, al volver a Ecuador se reintegró a Liga de Portoviejo, el único club que el vasco defendió en el campeonato nacional. El sacerdocio, como su breve carrera deportiva, estaba por llegar a su fin.

Colgó el hábito

“Pasados unos años, en los que el cura futbolista era toda una sensación en Ecuador, España empezó a vivir aires de cambio por la muerte de (Francisco) Franco (en 1975). Bajo ese panorama, el sacerdote futbolista quiso regresar a sus orígenes, pero el entorno ya no le era natural”, se narra.

“Diferencias irreconciliables con el manejo de la Iglesia lo impulsaron a colgar el hábito, como hicieron todos los curas que llegaron de la misión vasca en Ecuador. Durante la transición a la vida secular, Rosa Pérez de Arenaza, una mujer con la que había coincidido en San Camilo, jugó un papel trascendental. Ella se convirtió en su mujer y madre de Adur e Izaro, sus dos hijos”, dice el diario bogotano acerca del cambio de vida de Bazurko.

Publicidad

Juan Manuel Bazurko. Foto: Archivo

Comenta Izaro sobre su célebre padre: “Él tenía el fútbol en la sangre. Cuando Adur y yo éramos niños, siempre que salíamos a la plaza, papá llevaba un balón en la mano. Eso sí, siempre nos intentó transmitir la visión de un deporte noble, en el que había que jugar con la verdad, sin fingir faltas ni simular golpes... esas cosas que se ven ahora”.

Juan Manuel Basurko, junto a Adur e Izaro, sus dos hijos, en los años ochenta. Foto: Cortesía del album de la familia Basurko Pérez de Arenaza
Izaro Bazurko. Foto: Tomado de www.researchgate.net

Y aunque Izaro nació en 1972, al año siguiente de La Hazaña de La Plata, y se refiere al mítico tanto que su padre le hizo a Estudiantes como “un gol en Argentina, con un equipo ecuatoriano, no pasó nada más. Solo hizo un gol en la Libertadores”, la onda expansiva de la explosión de alegría y asombro que causó su padre en Ecuador llegó hasta un colegio de San Sebastián, en el que estudiaron él y su hermano.

Ahí, el cura futbolista pasó sus últimos años siendo profesor de Filosofía. “Anda, pero es un histórico del Barcelona, ¡qué grande tu padre!, era la escena rutinaria para los hijos del profe Bazurko, quien en sus labores de docencia portaba una tarjeta amarilla y una roja en su bolsillo. Los fines eran obvios”, se dice en la nota.

Bazurko falleció el 20 de marzo de 2014, en San Sebastián. En la esquela de prensa, su familia apuntaló: “¡Adelante, corazones! Adelante, porque allá se hacen los goles. Adelante, porque allá aguarda la vida. Adelante, porque allá está el milagro”. (D)