La Unión, el pueblo colombiano donde cayó el avión del club brasileño Chapecoense, conmemoró este domingo los cinco años de la tragedia con un homenaje a las víctimas de la fatídica noche del 28 de noviembre de 2016 y refrendó la hermandad entre países.

En la vereda (aldea) de Pantalio, ubicada en el límite de los municipios de La Unión y La Ceja, tuvo lugar un emotivo encuentro para recordar a los 71 fallecidos, a los seis sobrevivientes y a los héroes que atendieron la emergencia esa noche en el Cerro Chapecoense.

Una escuela rural fue el escenario de la ceremonia donde ondearon las banderas de Brasil, Colombia, Bolivia, Paraguay y Venezuela y a la que acudieron diplomáticos, religiosos, funcionarios y pobladores de la zona que fueron testigos de la tragedia.

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La conmemoración incluyó interpretaciones de una banda sinfónica, una ceremonia religiosa, sobrevuelo de helicópteros, intercambio de recuerdos y reflexiones.

“Un homenaje no es un adiós a los fallecidos, sino un hasta pronto”, dijo el sacerdote José Giraldo, quien recordó que este accidente fue una “semilla de unidad” entre Colombia y Brasil.

Un sacerdote asiste a una misa en homenaje a las víctimas en el accidente del equipo de fútbol brasilero Chapecoense. Foto: EFE

Huella imborrable

Entre la multitud que vestía camisetas del Chapecoense y del Atlético Nacional, su rival en aquella final de la Copa Sudamericana que no fue, apareció la controladora aérea Yaneth Molina, quien se presenta como “la última persona que le prestó el servicio” al avión de LaMia que despegó de la escala en Bolivia con 77 personas a bordo, pero nunca que llegó al aeropuerto de Rionegro, cercano a Medellín.

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“Es una huella que lleva uno marcada. Me siento feliz de estar acá conmemorando esa situación que fue tan difícil para todos. Hay que rendirles un homenaje. Es una manera también de sanación, de paz, de estar tranquilos”, dijo a Efe Molina.

La voz de la controladora se entrecortó durante su intervención en el homenaje. Lo mismo le ocurrió al comandante de los bomberos de La Unión, Fabián Mejía, uno de los primeros en entrar a la zona del siniestro en el antiguo Cerro Gordo, ahora llamado Chapecoense, adonde llegan visitantes a orar por los muertos y conocer las historias detrás del rescate de los seis sobrevivientes.

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Varias personas participan en una misa en homenaje a las víctimas en el accidente del equipo Chapecoense. Foto: EFE

El socorrista aún recuerda el fuerte olor a combustible, el miedo que recorrió su cuerpo y a los heridos enviando señales con luces.

Es difícil recordar. Es difícil volver a caminar por estos senderos. Esa noche tuvimos miedo por la responsabilidad que estábamos asumiendo”, contó Mejía a Efe.

Cinco años después de la tragedia, dice sentirse “un poco frustrado por no haber podido hacer más cosas” aquella noche en esa montaña del departamento de Antioquia.

Monumento a la hermandad

El cónsul honorario de Brasil, Sergio Escobar, elogió la labor de “los héroes de aquel momento”, entre ellos varios habitantes de La Unión.

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También señaló que a partir del accidente “en Brasil hay un antes y un después sobre lo que se piensa de Colombia”, pues se catapultó un sentimiento de “hermandad” y “solidaridad”.

“Somos hermanos para siempre”, expresó el diplomático, quien reveló que están llevando a cabo gestiones para levantar una escultura que “valide” esa hermandad.

Pero no será el único símbolo en el Cerro Chapecoense. El alcalde de La Unión, Edgar Osorio, reveló que quieren construir un santuario como “monumento de hermandad”.

Mientras eso sucede, en el cerro ya hay una capilla y 71 cruces con los nombres de las víctimas mientras el relato de la tragedia lo siguen transmitiendo los habitantes de la zona, algunos de los cuales hicieron en sus casas pequeños museos con réplicas del avión, banderas, fotos y fragmentos de la aeronave para dejar inmortalizado al Chapecoense. (D)