Nicklas Bendtner fue uno de los últimos grandes talentos del fútbol danés. El delantero fue captado por Arsene Wenger cuando aún era un juvenil del Kjovenhavns y se lo llevó a las categorías inferiores del Arsenal.

Tras una cesión en la Championship con el Birmingham, Nicklas tuvo buenas temporadas con el Arsenal de 15 y 12 goles, respectivamente, pero las lesiones le acabaron lastrando. Idas y venidas entre Londres, Sunderland y hasta la Juventus para pasar por Wolfsburgo, Nottingham Forest y Rosenborg hasta colgar las botas en 2018.

Con un talento apreciable pero marcado por las distintas dolencias y un carácter distinto, Bendtner pasó a convertirse en un jugador de culto. Ídolo no solo por motivos futbolísticos e incluso motivo de alguna que otra broma, publica diario AS de España.

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Alcohol, fiesta, ciertos problemas con la justicia y también una relación complicada con el juego. Como reconoce en una entrevista con la BBC, el danés tuvo una mala noche en el casino, pero este era el único sitio donde encontraba la misma emoción que sobre el verde.

“Tuve muchas lesiones en el campo, no pude encontrar la adrenalina que necesitaba, la que solo te puede dar jugar ante 60.000 personas. No había nada remotamente comparable. La única vez que me sentí tan competitivo fue cuando fui al casino. Cuanto más se juegue, mayor será la adrenalina. Una vez perdí $ 541.000, pero conseguí recuperarme y al final de la noche solo había perdido $ 22.000″, reconoce.

Lección aprendida

La experiencia de verse con $ 541.000 menos, eso sí, le marcó. “Fue una situación terrible y cuando volví al hotel y luego a casa pensé mucho en ello y me di cuenta de que era el fin de mis noches de juego. No quería ser un futbolista más que había perdido todo su dinero por no saber utilizar su cerebro”, sentencia. Un ‘golpe’ que le sirvió para aprender y que le costó casi $ 572.000. (D)