Nunca un pase atrás. Más que eso, se enojaba mucho si algún compañero pasaba la pelota hacia los costados, porque retrasaba el ataque. Él quería todo para adelante. Y si ganaban por dos goles, exigía a sus compañeros: “Vamos que se puede hacer uno más”. Siempre pensó que toda jugada podía terminar en gol y que todo partido era ganable. No le temía a River, a Boca, a Racing, a Peñarol, al Santos o a la Juventus, a ninguno. “Si los atacamos, podemos ganar”, ese era su lema. Y lo que proclamaba lo ratificaba en el rectángulo: encaraba a todas las defensas. La gente lo amó desde el primer día.

Ricardo Bochini fue lo que cualquier hincha de fútbol sueña para su club: un genio cuyo único propósito era jugar bien y ganar, que los partidos, si fuera posible, duraran tres horas. Lo contó Daniel Bertoni, su compinche de gambetas y paredes: “Una vez me pegaron una patada muy fuerte, caí al suelo y me retorcía de dolor, tardé un poco más de lo normal en reponerme, se me acercó el Bocha y en lugar de preguntarme cómo estaba, me apuró: ‘Dale, levántate que nos perdemos de jugar’”. Se acuerda de haber dado una patada. “Fue en la final contra Talleres, en Córdoba, el árbitro les dio un penal que no fue, un gol con la mano y nos expulsó tres jugadores. Una enorme injusticia. De los nervios, en una jugada le entré con todo a Ocaño, pobre… Me debían haber echado, pero por todas las cosas que había cobrado antes el referí, me dejó en la cancha”. Lo dejó y, estando ocho contra once, hizo el milagroso gol que les dio el título de campeón nacional 1977.

Era la figura en todos los partidos grandes. Y metía el gol decisivo. Y le dio trece campeonatos a Independiente, entre ellos cuatro Libertadores y dos intercontinentales. Surgió de las inferiores y se quedó para toda la vida. Fue a probarse a los 15 años, tiene 68 y sigue ahí.

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Por todas esas cosas, el sábado último recibió el premio One Club Man (Jugador de un Solo Club), que entrega anualmente el Athletic Club de Bilbao, esa joya de tradición y de historia que es orgullo del País Vasco. En los años anteriores lo recibieron Matt Le Tissier (Southampton FC), Paolo Maldini (AC Milan), Sepp Maier (Bayern Munich) Carles Puyol (FC Barcelona), Billy McNeill (Celtic) y Ryan Giggs (Manchester United). Bochini es el primer futbolista no europeo que ingresa en la selecta galería de los que defendieron una misma camiseta toda su carrera.

El One Club Man se basa en cuatro premisas: lealtad, responsabilidad, compromiso y deportividad. No obstante, la idea madre es sublimar la fidelidad. Sobre todo, como dicen en el Athletic, “porque son gente que ha tenido cantidades de ofertas para irse a otro club y prefirió quedarse. A Le Tissier le quisieron todos los grandes de Inglaterra y nunca salió del Southampton”. Dado el volumen de dinero que circula en el fútbol actual, cada vez es más difícil hallar un fenómeno que haya militado toda su carrera en la misma institución.

El exfutbolista argentino Ricardo Enrique Bochini ofreció una rueda de prensa en San Mamés con motivo de la entrega del premio One Club Man. Foto: Miguel Toña

La distinción tuvo enorme resonancia en el país de Di Stéfano, Maradona y Messi, porque Ricardo ha logrado lo que ningún otro futbolista: derribar ese alambre imaginario que separa a las hinchadas: todos lo quieren. Muy respetuoso, un señor que viajaba con su esposa, al llegar a Madrid se animó a decirle unas palabras: “Bocha, soy hincha de Racing, pero te adoro”. Lo mismo aconteció con dos boquenses sentados en una cafetería de Bilbao.

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Minutos antes del juego Athletic-Valencia en San Mamés, el histórico arquero José Ángel Iríbar caminó hasta el centro del campo con Bochini y le entregó el trofeo. Todo el estadio, de pie, le dedicó una cálida ovación al Maestro, como se le llama usualmente en la Argentina. Iríbar es una figura legendaria de la nación rojiblanca, llegó de jovencito y se quedó dieciocho años defendiendo a los Leones. Doce de ellos los militó también en la Selección Española. Es el Bochini vasco y nadie mejor que él para entregar el premio.

En calidad de biógrafo y amigo del eterno 10 de la gambeta y los pases mágicos (escribí su autobiografía, Yo el Bocha), tuve la honra de ser invitado a acompañarlo en este viaje hacia su pedestal. Es campeón del mundo, ciudadano ilustre de Avellaneda, tres calles y el estadio rojo llevan su nombre, pero este fue un reconocimiento cumbre, porque provino de Europa, donde nunca jugó, de un club que no es el suyo, y porque premia valores: permanecer, ser fiel, defender la pureza del juego. No simplemente ganar.

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Bochini, con la directiva del Athletic. Foto: Miguel Toña

Junto a nosotros llegó a Bilbao también Eduardo Sacheri, escritor, entre otras muchas obras, del libro de El secreto de sus ojos, la película que ganó el Óscar al mejor filme extranjero en 2009. Sacheri es hincha de Independiente y, como todos ellos, siente devoción por el Bocha. En un acto en las entrañas de San Mamés leyó un escrito dedicado al tetracampeón de América:

“Parece un personaje de ficción. Pero resulta que no. Porque este héroe modélico existió. Existe. Desde el año pasado el estadio del Club Atlético Independiente lleva su nombre. Y en el estadio está su estatua. Y al pie de su estatua los socios del club hemos dejado escrito lo siguiente: “Ricardo Enrique Bochini. Síntesis de belleza en el juego, amor por la camiseta y hazañas inolvidables. Faro que nos enseña el camino hacia el club que supimos ser y merecemos ser. Símbolo de un club que a pura fuerza de epopeyas deportivas instaló su nombre en el firmamento de América y del mundo. Ricardo Enrique Bochini. En un club plagado de leyendas, la más grande de todas las leyendas”.

La directiva del Athletic, periodistas locales y decenas de simpatizantes rojos llegados de diversas partes de España para acompañar al ídolo se emocionaron y aplaudieron con ganas.

Bertoni, campeón mundial 1978, es hincha del Rey de Copas desde niño; brilló allí y luego actuó en España e Italia. Graficó con acierto: “Todos decimos que queremos a Independiente, pero todos alguna vez nos fuimos, el Bocha nunca se fue y ahora recibe la recompensa”. El Maestro resumió la importancia del One Club Man: “Fue como ganar un título”. Luego, dirigido a los jugadores actuales, explicó: “Yo entiendo que los muchachos jóvenes quieran ganar más dinero y por eso busquen una transferencia, pero quedarse toda la vida en un club también es bueno, te da cosas como estas, el cariño de la gente, y eso no se paga con nada…” (O)

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