El miércoles 10 de agosto de 1960 el béisbol porteño encontró al fin su propio hogar al abrirse las puertas del llamado estadio Guayaquil, ubicado en las calles Cuenca y Tungurahua. Es que la pelota chica local siempre peregrinó por distintos lugares de la ciudad, antes de encontrar un sitio definitivo. Su primer campo de juego estuvo localizado en la tenería La Iberia, en  Eloy Alfaro y Cañar, en el barrio del Astillero.

También hubo béisbol en otros terrenos, entre ellos los del Jockey Club, American Park, Reed Park y el estadio George Capwell, hasta que la Federación Deportiva del Guayas decidió construir un diamante junto al Ramón Unamuno.   Para apertura del inmueble se realizó una serie internacional con la participación de Liga Deportiva Estudiantil, Emelec, un combinado del Guayas y la selección de Panamá. En el encuentro inicial los panameños perdieron 2-1 en un cerrado duelo con LDE. Los ligados alinearon con Beto Blanco y Francisco Falquez, en la batería; Ricardo Flores, en la base inicial; Julián Trottman, en la segunda; Eloy Guerrero, en la tercera; y Freddy Uzcátegui en el campo corto. Los jardines estuvieron resguardados por Carlos Sorroza, Feliz Avilés y Antulo Vera, tal como lo reseñó Diario EL UNIVERSO. El nuevo escenario era una construcción toda de madera, no tenía césped y la loma de lanzar fue apisonada poco antes del juego inaugural.

Hubo una ceremonia de apertura en la que al presidente de  Fedeguayas, el recordado Voltaire Paladines Polo, le correspondió el honor de izar la bandera de Ecuador; también asistió la cónsul de Panamá, Elsa Icaza de Granda, para izar la de su país. El primer lanzamiento lo realizó Héctor Cabezas Monsalve, concejal comisionado de deportes en representación del alcalde Pedro Menéndez Gilbert. Con el paso del tiempo al estadio  se le puso el nombre del notable jugador Aurelio ‘Yeyo’ Úraga Guillén. Por los V Juegos Bolivarianos de 1965, la dirigencia liderada por Juvenal Sáenz gestionó con la Junta Militar que asigne recursos destinados a edificar nuevas gradas, una visera de hormigón y colocar un sistema de iluminación. Las obras de remodelación se estrenaron el 21 de noviembre de 1965.  Hubo un lleno impresionante. Al año siguiente se jugó el Sudamericano que Ecuador conquistó por segunda ocasión, tras ser campeón de 1963. En el de 1966 el capitán Eloy Guerrero conectó el hit de oro para impulsar a Ramón Sotomayor para que anote la carrera de la victoria 4-3 sobre Brasil. 

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Desde aquella fecha se jugaron muchos torneos, entre ellos el llamado Espectáculo, que trajo peloteros panameños, estadounidenses, cubanos, dominicanos, nicaragüenses, y venezolanos, que siempre generaron interés entre los aficionados que copaban el Yeyo Úraga. Con el paso del tiempo, por el recorte de recursos y la falta de apoyo de Fedeguayas, desinterés de la dirigencia, ausencia de beisbolistas de gran nivel, la falta de los equipos del Astillero, y la mala condición del estadio, se produjo un declive. La cancha ya casi no tenía césped, exhibía muchos desniveles que pueden producir lesiones, la loma de lanzar quedó fuera de reglamento, y por último a alguien se le ocurrió tumbar una parte de la pared perimetral de los jardines y se colocaron mallas para evitar la salida de la pelota, pero dejaron los postes que las sostienen dentro del área de juego con gran peligro para los fildeadores que intenten atrapar un batazo. 

El presidente de Fedeguayas, Roberto Ibáñez, asumió la recuperación del principal escenario de béisbol del país; se pretende sembrar nuevo césped e incorporar un sistema de riego automatizado. Sebastián Palacios, ministro del Deporte, se comprometió a colaborar con el alumbrado. Pero luego se necesita el complemento esencial: organizar torneos atractivos con la participación de clubes tradicionales, como Barcelona y Emelec, para que los aficionados se interesen y vuelvan al Yeyo Úraga. (O)