De manera inevitable, Ecuador tendrá nuevo presidente de la República y este asumirá el 24 de mayo próximo; también habrá nuevas autoridades en el aparato estatal y tendrán la dura tarea de reconstruir muchas cosas que perdieron su rumbo en algunos aspectos. En el tema que nos ocupa sabremos quién encabezará la Secretaría del Deporte. Quien reciba el encargo deberá gestionar la recuperación del estatus de ministerio y hacer entender la importancia de los beneficios de la práctica formal de la cultura física, el deporte y la recreación.

Deberá encarar asuntos muy urgentes como la aplicación de la nueva Ley del Deporte, cuya aprobación fue ofrecida para antes de que termine el actual periodo legislativo. Necesitará velar por la ejecución de la misma. En el régimen anterior ocurrió un tsunami y bajo el pretexto de nuevas normas fueron intervenidas más de 40 federaciones ecuatorianas por deporte y dejaron fuera a muchos experimentados dirigentes. Resultó el remedio más dañino que la enfermedad.

Recordemos que fueron tiempos turbulentos, con demandas internacionales y con la presencia de un representante del Comité Olímpico Internacional, Alejandro Blanco, que intentó salvar la autonomía del Comité Olímpico Ecuatoriano, pero todo cambió cuando fue invitado a Carondelet y al final se perdió la independencia de los entes deportivos, con las consecuencias que todos conocemos.

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También es urgente buscar más rentas propias y no depender solo del Estado; así las organizaciones deportivas tendrán independencia de acciones. Sin recursos siempre dependerá de la ‘buena voluntad’ de los funcionarios de turno. Las asociaciones, federaciones y COE deben tener la majestad y potestad de poder manejarse con libertad y de manera técnica, científica y profesional.

Otro asunto que me preocupa mucho es el futuro del Plan de Alto Rendimiento, que es un “apoyo integral a los atletas a través de un departamento técnico-metodológico con el fin de mejorar los resultados”. Ese ha sido el mejor proyecto de los últimos años. Hay que distinguir bien la masificación, la detección de talentos y su desarrollo, que son cosas distintas a las exigencias que implica la alta competencia.

El Alto Rendimiento tiene siete niveles de apoyo, en el escalón más alto están los deportistas que tienen proyección de rendir en los Juegos Olímpicos. El total de los beneficiados varía, pero está en alrededor de 300.

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El plan es bueno, aunque al inicio fue lento en incluir a nuevos talentos que surgían en las competencias. Se llegó a decir que se debería esperar seis meses o el siguiente ejercicio económico, porque no estaban estos deportistas en el presupuesto anual. El caso de Glenda Morejón fue el más lamentable y dejó en evidencia varias inconsistencias. No fue detectado su talento. En las disciplinas de tiempos y marcas, como el atletismo, se pueden hacer pronósticos más claros. No estaba en el Plan de Rendimiento y no tuvo apoyo.

Morejón viajó a un torneo sin los implementos adecuados, como zapatos de competencias, y se llevó unos viejos y deteriorados. Cuando logró el campeonato mundial juvenil de marcha se dijo que no la podían incluir hasta analizar su caso. El tema trascendió, hubo reacción de la opinión pública y el presidente de la República debió intervenir.

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Su entrenador era voluntario, no tenía ningún salario por ser maestro y, de acuerdo a nuestras leyes, no podía recibir otros pagos del Estado. El tema de fondo es que este Plan de Alto Rendimiento puede ser suspendido porque se termina con el presente ciclo olímpico, con los Juegos de Tokio, y no se sabe cuál será el criterio de los nuevos funcionarios. Este plan debe ser permanente y con flujos económicos garantizados.

En los últimos tiempos el Ministerio de Finanzas fue lento en la entrega de las asignaciones y llegó a atrasarse muchos meses. Al no tener fuentes de ingresos propios, los organismos deportivos siempre estarán bajo amenazas por las permanentes crisis económicas. Por eso sostenemos que los dineros para los deportes deben ser sagrados, así como los que se destinan para la salud y la educación. (O)