“Es un exjugador”… “Está quemado físicamente”… “Está gordo”… “Ya es ultramillonario y no le interesa más el fútbol”… “Un juerguero”… “Lo inflaron”… “La pasa peleando con los rivales”… “Exagera cualquier golpe”… “Es un niñato”… “Puro marketing”… “Vive para las fiestas, no para el fútbol”… “No está ni entre los primeros cien cracks de todos los tiempos”… “Nunca ganará el Balón de Oro”…

Además de los millones que recoge por sus contratos varios, Neymar cosecha animadversión en iguales proporciones de los hinchas de todo el mundo, un caso insólito por tratarse de un jugador fascinante que, efectivamente, no ha logrado las cotas que se esperaban de él dadas sus extraordinarias habilidades futbolísticas. Lo increíble es que la inmensa mayoría de esas críticas provengan de Brasil, su país, y de Francia, donde acomete su quinta temporada y donde semana a semana tiene roces con rivales y árbitros. ¿Cuál es la razón de tanta animosidad contra él…? Posiblemente el exceso de prensa del personaje y su propia altísima exposición. Pasa con James Rodríguez. Es tanta la propalación de noticias sobre su figura que luego termina jugándole en contra. Porque no puede devolver con fútbol y éxitos el nivel de expectativa que genera. Aunque, al menos, Neymar juega.

Más allá de la relación público-atleta, el mundo del fútbol se pregunta qué pasa con Neymar, por qué es tan bajo su nivel. Solo Ney podría responderlo. Pero está convertido en un jugador común. Bueno, pero normalísimo. Un auténtico monstruo de la gambeta (esto es indiscutible) no puede superar una marca, lo enciman y se la quitan. Un crack del pase no logra meter una bola filtrada para dejar solo a un compañero de cara al gol. Un muchacho velocísimo como era, acelera, pero no consigue superar la línea del rival. Y cada vez menos y menos goles. Un atacante que llegó a marcar 43, 42, 31 goles en otras temporadas, en las dos últimas sumó 19 y 17. Siete de estos 17 fueron de penal. Y en lo que va de este curso, apenas un tanto, también de penal. Lo mismo acontece con las asistencias: llegó a servir 27, 25, 22 goles a sus compañeros; esa cifra ha bajado dramáticamente a 13, 12, 11. Ahora lleva 2.

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Eso, en sus distintos clubes (Santos, Barcelona, PSG). En la selección verdeamarilla es un calco. Alcanzó años de 15 y 9 goles con Brasil, luego cayó a 3, 1, 3, ahora lleva 5, tres de ellos mediante la pena máxima. Una caída de estrépito, casi inexplicable. Se fue alejando del arco rival y también fue cediendo protagonismo en el armado. Hoy seguramente Tite alistará a Everton Ribeiro (de gran presente en Flamengo) y a Lucas Paquetá, para que lo ayuden en la construcción de juego.

Estamos hablando de un deportista de élite con apenas 29 años, una edad perfecta para ser el rey del fútbol. A los 29, Di Stéfano estaba empezando su leyenda con el Real Madrid, Pelé todavía era una máquina, Messi y Cristiano Ronaldo pasaron las 60 anotaciones. Es como que Ney se cansó de correr detrás de Messi y Cristiano por el número uno y se echó a un costado del camino. Y es perfectamente entendible, los dos son animales competitivos como el fútbol nunca vio, irrenunciables a la idea de seguir en lo más alto pese al almanaque. “Estuvo diez años peleando contra el mejor de la historia (Messi) y contra un individuo que tiene la cabeza de titanio (Cristiano), es lógico que pueda haber abandonado esa carrera. No le dio, pero Neymar era más que Romario, Rivaldo, Ronaldo, tenía más cosas. Incluso está como segundo goleador de la historia de la Selección Brasileña detrás de Pelé. Y lo puede pasar, solo le faltan diez goles”, nos dice Héctor, seguidor en Twitter y agudo analista del juego. También es factible que cediera a la presión que le impusieron sus propios compatriotas, ávidos de tener un sucesor de tantos fenómenos anteriores. Incluso que lo abrumaran las constantes predicciones de Pelé, Kaká, Cafú, Roberto Carlos, Thiago Silva de que sería el rey del fútbol. Durante años fue algo semanal. Ahora acallaron sus voces.

Hoy está en el puesto 41 entre los favoritos al Balón de Oro, y eso que juega en Francia, donde entregan el premio. Claro que ahí lo ven semana a semana y pueden palpar su rendimiento de primera mano.

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Este declive lleva ya demasiado tiempo como para denominarlo “un bajón momentáneo”. Y se entiende que, rumbo a los 30 calendarios, puede alcanzar todavía una óptima condición atlética, pero ya no tendrá la velocidad ni el deslizamiento de los 19 o 20. Siempre decimos que, cuando él tenía 21 o 22 años, enfrentaba zagueros de 29, ahora se invirtió: él tiene 29 y debe cuerpear y desnivelar a zagueros de 21 o 22. Al momento de llegar al Barcelona, a mediados de 2013, Ney era un avión, una gacela, parecía andar en patines, tiraba el balón hacia adelante y pasaba como un rayo entre tres, ahora lo adelanta y no puede sacar ese medio metro que necesita el atacante para desnivelar. Por eso mismo se fue retrasando en el campo. Manuel Pellegrini nos dijo en una entrevista en 2002: “Hay dos cosas que un delantero no puede ser: lento y cobarde. Sino no desequilibra nunca”.

“Se me falta el respeto”, declaró al llegar a París tras la triple fecha eliminatoria de septiembre, en la que sus actuaciones fueron tan pobres que le llovieron palos en Brasil, incluso de exjugadores hoy dedicados a comentaristas, siempre muy benévolos entre colegas. Walter Casagrande, centrodelantero corinthiano de los años 80, muy escuchado en TV, es particularmente duro con Ney: “No es el jugador que precisamos para la Copa del Mundo”.

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No será fácil que se repita un futbolista de virtudes tan infrecuentes: técnica suprema, gambeta frontal, velocidad, excelente disparo de derecha, vocación ofensiva, fantasía, gol, alegría para jugar y combinar. Pero está escrito que con las condiciones solas no se llega a la cima, hay que acompañarlas con actitud, mentalidad, constancia. El mejor parámetro de comparación es Cristiano: siendo muchísimo menos dotado futbolísticamente ha logrado diez veces más.

Ningún jugador se termina a los 29. Hay que esperar -y desear- que vuelva a niveles de excelencia, este jueves mismo puede empezar ante Venezuela. No obstante, ya es un crimen de lesa fútbol, un desperdicio. Debutó en 2009, por aptitudes podría haber alcanzado niveles estratosféricos. Pero le fueron pasando los años y no se le dio. Y ahora está irreconocible. Quizás logre coronar en el Mundial del año que viene. Está a tiempo. (O)