Casi no sale en el mapa de pequeño que es Qatar. Muy difícil descubrir ese puntito en el Golfo Pérsico. Sin embargo, por dentro todo es gigantesco, espacioso: aeropuerto, autopistas, veredas, shoppings, estadios, centro de prensa, los departamentos. Todo posee unas dimensiones desacostumbradas para nosotros. Un síntoma que va más allá del tamaño: todo está pensado con grandeza. “Acá se nota que hay mucha plata”, dicen los muchos argentinos, mexicanos y ecuatorianos que bajaron del avión con nosotros. En efecto, Qatar es la tercera reserva mundial de gas natural, hay ahora mismo trescientos barcos en la bahía cargando gas para medio mundo. Y está el petróleo también. Hay dinero, sí, pero ese dinero se ve, en las calles, en el metro, en las construcciones, en el modernismo, todo está como a estrenar. Y ese dinero se advierte también en la paz de la gente. Todo es absolutamente relajado, silencioso casi. No hay crispación social, nadie está tenso. No podemos traerles novedades desde occidente, ellos las tienen antes que nosotros.

Pompa y minimalismo

Todo funciona. Pedimos un Uber desde el aeropuerto y la aplicación nos informó: el auto llega en un minuto. Al minuto estaba. El taxista, de túnica blanca, nos esperó diez, pero no perdió la paciencia ni nos cobró recargo.

Entre la tonelada de críticas con que Estados Unidos y Europa han bombardeado a Qatar estaba la de los tremendos requisitos para poder ingresar al país árabe. Nunca, en tantos años de viajes, entramos tan fácilmente a un país. Ni si siquiera un funcionario de migraciones nos atendió, pasamos por uno de los puestos automáticos, esos donde uno apoya el pasaporte sobre un lector electrónico y se abren dos puertas de vidrio. Y nada más, de allí, a la calle. Ni al llegar a Buenos Aires nos resulta tan sencillo y breve. Los periodistas, que llegaron tan aprensivos muchos, están sorprendidos.

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No obstante, sigue presidiendo el misterio. El de saber cómo es todo aquí, por lo distinto. Es una ciudad rara, Doha. No se ven personas caminando por las calles, solo autos. El silencio aturde en cualquier ámbito, no son de andar gritando ni mucho menos ampulosos los cataríes. No levantan la voz. El clima es muy similar al de Guayaquil. Unos treinta grados con humedad, pero perfectamente soportable, al menos en esta época del año.

¿Mundial de la polémica o mundialazo?

Nos encontramos en el aeropuerto con Santiago Rubio Henao, joven estudiante colombiano que reside desde hace dos años aquí y sigue la carrera de Relaciones Internacionales y Servicios Extranjeros. Un muchacho sumamente educado que aprovecha el Mundial para ganarse un extra en turismo. Nos ilustró mucho. Le preguntamos cómo se sentía allí.

—Muy bien, es un país maravilloso, lleno de oportunidades, muy abierto con los migrantes y los turistas. Las condiciones están garantizadas para venir. Puede haber cosas menos buenas, como en todos los lugares, pero en general es más lo positivo—, arrancó.

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—¿Crees que puede ser un buen Mundial?

—Va a ser un excelente Mundial, confiando en que todo saldrá bien.

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Aficionados del fútbol en Qatar esperan el arranque de la Copa del Mundo. Foto: ABIR SULTAN

—Habrás leído las ácidas críticas que se le hacen a Qatar, desde Europa y Estados Unidos principalmente.

—Por supuesto, hay cosas buenas y malas, pero se le ha criticado injustamente. En el tema de las condiciones laborales de los trabajadores de los estadios desde hace cinco años hubo cambios jurídicos que mejoraron el vínculo laboral. Gracias al Mundial se hicieron constitucionalmente varias enmiendas y hoy los trabajadores gozan de derechos que antes no se tenían.

—¿Y el tema de la discriminación?

—Es una realidad, sucede con ciertas nacionalidades. Es algo con lo que el Gobierno está tratando de avanzar también.

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Rascacielos predominan en Qatar. Foto: Rodrigo Jiménez

¿Con las mujeres?

—Con las mujeres depende, con las occidentales se tiene mucho estigma, se cree que las leyes son demasiado estrictas pero la verdad no es esa, sí hay que respetar las normas culturales, acatar lo que las autoridades dicen, pero no va a haber problemas por andar en el bulevar demostrando afecto. Lógicamente es una cuestión de ser respetuosos.

—¿A qué adjudicás tantas críticas?

—A una campaña propagandística muy fuerte, debe haber intereses muy grandes detrás. Y, como dije previamente, me parecen injustas.

El Mundial está presente en absolutamente todo, desde afiches y murales por toda la ciudad pasando por las calles embanderadas y hasta en los billetes de 10 reales cataríes, una de cuyas caras luce la efigie del estadio Lusail, donde se jugará la final el 18 de diciembre.

Sensaciones al pie del avión

Son las primeras postales de Doha, apenas arribados y cuando aún no ha transcurrido nuestro primer día “mundialista”.

Pero la impresión es óptima. Esto es lo más parecido al futuro. (O)