Un grito ruge desde África e invade el mundo: ¡Marruecos…! Una nación ilusionada, movilizada por el fútbol, se sitúa en el primer plano de la notoriedad gracias a su selección, que está haciendo historia: es la primera vez que un equipo de ese continente alcanza las semifinales de una Copa del Mundo. Y están todos felices aquí, hasta sus posibles rivales. Genera simpatía su entusiasmo, la pasión con que juega, la entrega fabulosa de todos sus hombres, la mística que ha creado Walid Regragui, su joven técnico, la fusión con los hinchas que parecen caerse de las tribunas de tanta emoción, de tanto aliento. Y allá en la patria, dicen, la gente ni duerme de la alegría y excitación. En Qatar, es la hinchada que compite con la argentina en número y apoyo.

La selección roja y verde ganó invicta su grupo, que no era nada sencillo. Arrancó igualando 0-0 con Croacia, luego derrotó 2-0 a Bélgica y 2-1 a Canadá, empató 0-0 con España y la eliminó por penales y ahora despachó a Portugal 1 a 0. Sólo recibió un gol en cinco presentaciones, lo que habla del ardor y la determinación con que defiende su arco. También lo bien organizado defensivamente: es el conjunto con menos goles en contra. Y arriba lastima lo justo.

Modric-Messi, noche de genios

Le sobran jugadores en las mejores ligas europeas, Hakimi (Paris Saint-Germain), Ziyech (Chelsea); Mazraoui (Bayern Munich), Aguerd (West Ham), Amrabat (Fiorentina), Bono (Sevilla), En-Nesyri (Sevilla)… Regragui asumió tres meses antes del Mundial en reemplazo del veterano bosnio Vahid Halilhodzic, quien no convocaba a algunas de las figuras -Ziyech y Mazraoui- por lo cual se generó una rebelión interna. De urgencia lo llamaron y armó este equipo ya histórico. Tiene buena llegada a los jugadores, les extrae lo mejor. La excepcional prestación física marroquí unida a la fiereza con que actúan son la marca distintiva de esta selección que ya anunció que va por todo. No se conformaba con ganar su grupo, tampoco con llegar a cuartos de final ni ahora a semifinal. Quiere gloria grande. Están para ir a la guerra y la gente los acompaña.

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Europa no hizo falta

A Portugal lo cocinaron con la misma receta que a los otros: corriendo, metiendo, concentradísimos, dejando la vida en cada trabada, en cada salto, en cada carrera. Y juegan con una solidaridad de asombro, que ya quisiera cualquier otro seleccionador. Es uno para todos y todos para uno. Portugal es una formación más armónica futbolísticamente y llena de nombres de primera clase, con juventud y equilibrio en sus líneas, que ataca y defiende bien. Es una obra muy elaborada de Fernando Santos. Pero no pudo frente al fervor que ponen estos marroquíes, que además no se achican frente a nadie. El fervor y la pierna, que no la amarretean. Los españoles se quejan hasta hoy de la dureza marroquí. Frente a Portugal cometieron 15 faltas. Todo el equipo es una lija. Terrible por despliegue y compromiso con la camiseta. En-Nesyri, el punta de 1,88 pegó el salto de su vida, superó en el aire a las manos del arquero Diego Costa y le dio la victoria al país de Mohamed V.

Amados, odiados, temidos, buscados

La celebradísima victoria marroquí marcó la triste despedida de Cristiano Ronaldo de los Mundiales. Marcó un gol de penal, no hizo una sola jugada, perdió la titularidad en su selección y su imagen personal quedó devaluada. Nadie puede jugar por decreto.

Ahora les toca Francia, un choque con grandes reminiscencias políticas y un perfume colonial. La historia jugará un papel trascendente en ese enfrentamiento. El que fue dominado no lo olvida ni aunque pasen cinco siglos. Y un partido de fútbol es un excelente escenario para dirimir orgullos. A Mbappé no le va a salir gratis pasar por la punta izquierda, donde lo tomarán Ounahi y Hakimi. Si a España le fue difícil superar el fogoso ambiente en un estadio de 44.000 asientos, Francia se va a sentir verdaderamente visitante en Al Bayt, con 50.000 personas rugiendo en contra. Lo habíamos comentado en escritos anteriores, hay equipos mejores, pero Marruecos juega con el alma. Y tiene una nación detrás.

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La contagiante emoción de Marruecos

Francia es el equipo más fuerte. También el de más suerte. Se le da todo. Y que lo diga Inglaterra, que lo dominó en 90 de los 101 minutos que duró la partida. Que le creó media docena de situaciones nítidas de gol y perdió. Dese luego, hay un déficit de definición en el cuadro de los tres leones. Hasta tuvo un penal Harry Kane para empatarlo y lo tiró muy alto. Se saldó por 2-1 a favor de Francia con dos goles oportunísimos, por el momento y por la forma. Primero, Tchouameni desde lejos vio el aro, apenas la paró, sacó un misil tierra-aire que se coló en el ángulo que más odian los arqueros, el de allá abajo, donde ellos no llegan aunque vuelen. Golazo por factura y porque ni siquiera era situación de gol. Un cañonazo que sorprendió a toda la flota inglesa y un aprovechamiento integral de la nada. El segundo, por el anticipo y cabezazo magistral de Giroud dentro del área.

No brilló Francia, fue superado en situaciones de peligro y en todos los rubros estadísticos: remates al arco (16 a 8 para Inglaterra), posesión (58% a 42%), tiros de esquina (5 a 2), pases (503 a 378), precisión de pases (87% a 81%). En lo único que aventajó Francia fue en tarjetas amarillas (3 a 1) y en faltas cometidas (14 a 10). Números que hablan claramente de su producción. Su figura excluyente fue el arquero Lloris. Esta vez Mbappé casi no tocó la bola. Y lo marcaron con legalité. Es un equipo ultrapragmático, que saca ventaja de todo. Su mayor mérito es la eficacia frente al arco rival. Ya Polonia lo había hecho ver mal en el primer tiempo, pero luego lo pulverizó Mbappé. Bien, lo que se dice con cierto brillo, ganó un solo partido el once de Deschamps, el primero frente a Australia 4 a 1. Cuando Mbappé está en una tarde explosiva maquilla bien las limitaciones de juego colectivo. Entonces parece una máquina, pero no lo es. El miércoles ante Marruecos tendrá un rival incómodo, al que seguro nadie quiere enfrentar.

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“No he salido de mi casa para comer pollo”, se queja una señora al marido en el restaurante. Y no hemos venido a Qatar a pasar frío. Pero lo pasamos. Ayer hizo alrededor de 14 grados en Doha y quienes asistieron al estadio confiados, como los días anteriores en camisa o polera, sufrieron durante horas. No es un horno Qatar, no en noviembre-diciembre. (O)