No le hagan caso al resultado, no es demostrativo. El derbi de Mánchester (United 0 - City 2) fue en verdad una paliza táctica de los ciudadanos que merecía tres o cuatro goles más. Y una vieja pero siempre vigente moraleja futbolística: el conjunto está por encima de las individualidades. Sean estas cuales fueran. Arrancar un fin de semana bien temprano con un café y un choque de esta envergadura es un programa imperdible. Se despedazarán cambiando ataque por ataque, piensa uno frotándose las manos. Nada que ver. Hubo un solo EQUIPO: el City. Al término de la primera parte las estadísticas daban 68 % de posesión de balón al City (el visitante). Parecía más; era un monólogo.

Aún quedan, dispersos por ahí, algunos odiadores de Pep Guardiola: “Gana porque le compran todas las estrellas”. Error: no le vemos ninguna estrella, sí un plantel con muy buenos futbolistas encolumnados en una idea clara de juego, basada en unos pocos conceptos básicos: 1) Si tenemos la pelota el rival no puede hacernos daño. 2) Si presionamos a los de enfrente será mucho más fácil y rápido recuperar el balón. 3) Si lo presionamos bien arriba, una vez recuperado estaremos más cerca del arco contrario. 4) Si tocamos y movemos la bola desgastaremos física y anímicamente al adversario. 5) Si tenemos movilidad generaremos opciones de pase y crearemos espacios para llegar con posibilidades al área. 6) Si ponemos ocho hombres en campo rival nunca estaremos en inferioridad numérica. 7) Los laterales se convertirán en extremos y serán fundamentales para ensanchar la cancha y provocar jugadas de ataque con centros y desbordes mientras los interiores arrastran marcas.

Lo que sí exige Guardiola es que le traigan jugadores con buen pie, para poder llevar a cabo ese fundamentalismo de la posesión. Al final de ese primer tiempo los números eran abrumadores a favor del City: 2 goles a 0; 10 remates al arco contra 3 y 392 pases frente a 185. Las oportunidades de gol llegan solas. Y el gol ni se busca, se encuentra. Desde luego, no existe nada infalible en fútbol. El rival puede ser dominado noventa minutos y en el 91 convertir de casualidad, con tiro de lejos, en una pelota parada. Pero, a la larga, gana el que dominó el 85 % del tiempo y con intención ofensiva.

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United y City se midieron este sábado en Old Trafford con triunfo para la visita. Foto: EFE

Por esto mismo Pep Guardiola tiene muchos más títulos de liga que de Champions: en torneos de todos contra todos a 38 fechas, tiene amplias posibilidades de éxito porque de cada diez partidos gana siete, y ante un revés hay oportunidades de recuperarse la semana siguiente; en choques eliminatorios se reducen las chances porque intervienen otros factores que hacen del mano a mano algo imponderable: el gol de visitante, los penales, una expulsión. Incluso una mala noche puede que no dé revancha.

Al minuto 16 el dominio ciudadano era tan ostensible que el público local, unos 73.000 de los 75.000 presentes, lanzó un rugido de impaciencia hacia sus jugadores, como diciendo “¿qué esperan…? vayan, jueguen, ataquen”. Pero sin la pelota no se puede hacer. Y la bola era siempre del City. Los equipos de Guardiola están adiestrados así, la acaparan e impiden el desenvolvimiento del contrincante, lo maniatan de ese modo. Para muchos es un jueguito aburrido, pero da resultados.

Sin un plan de juego definido, el Manchester United fue un juguete con el que se entretuvieron los muchachos de Pep. Y le hicieron precio. Hubo cantidad de ocasiones de gol para los de celestes, De Gea salvó media docena, dos entraron. Pese a todos los nombres rutilantes del United sufrió el desgaste mental y la impotencia que genera no tener casi nunca la pelota. Y cuando la tenía, no sabía qué hacer con ella.

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El City fue superior en Old Trafford y derrotó sin problemas al United

Cristiano Ronaldo tuvo un arranque fantástico de temporada, sin embargo no todo es idílico en su presente. Quizás se haya equivocado de Manchester. Lo quería el City, eligió el United. La diferencia de funcionamiento como equipos es abismal. El de Pep es una orquesta de cámara, el de Solskjaer parecen chicos de barrio golpeando tachos y cacerolas. Y esto puede damnificar la producción individual de Cristiano. O seguro lo hará. Pasó este sábado: no pudo tocar la pelota. La tuvo siempre el City. Para empezar, es virtualmente imposible que ganen la Premier o la Champions; incluso alguna de las copas locales. Sentirá en sus carnes lo que vivió Messi los últimos cinco años en el Barcelona: carecer de un entorno fiable, competitivo para pelear títulos. Y este es un juego de once, no de uno. Toda individualidad, por importante que sea, se opaca si no está rodeada de un conjunto, si falta armonía. Nadie sale campeón solo.

Siempre sostenemos que en el fútbol actual todo proyecto exitoso debe nacer a través de un gran entrenador. Y no hay tantos comprobadamente buenos. Por eso, la prioridad absoluta del Newcastle, el nuevo rico del fútbol mundial, debe ser acertar con el técnico. Al parecer, el apuntado es Eddie Howe, un joven estratega de 40 años que llevó al Bournemouth de la Cuarta División a la Premier League. El Manchester United ha conformado un plantel estelar, pero no se le advierte juego y cada día la posición del DT Ole Solskjaer está más debilitada.

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Aunque recién van once jornadas, el título de campeón esta temporada parece que no saldrá del Chelsea, el Liverpool y el City, justamente donde están los tres conductores de mayor prestigio de Inglaterra y de Europa: Thomas Tuchel, Jurgen Klopp y Pep Guardiola. Incluso son fuertes candidatos a repetir glorias otra vez a nivel europeo. Se reparten todos los títulos. No es casual. (O)