Escribir sobre los partidos de preparación de nuestra Selección no es para mí un tema grato por los resultados decepcionantes provocados por el mal rendimiento de los futbolistas –salvo unos pocos casos de excepción–, por la falta de afán ofensivo y por nula eficacia de los delanteros. Esta situación ha sido comentada en extenso por analistas serios, como Mario Canessa y Jorge Barraza, pero también por charlatanes de feria con discursos interesados que revelan una inquietante adicción a la sumisión. “No critiques mucho a la selección que te puedes quedar sin parte”, parece ser el razonamiento de estos últimos.

El periodismo serio e independiente ha fijado conceptos fundamentales acerca de la Tricolor: defiende bien, carece de creación de medio campo en adelante y tiene un nulo porcentaje de eficacia frente al arco rival. Las cifras las da la sección Marcador, de Diario EL UNIVERSO: dos goles en cinco partidos amistosos. A contracara, tampoco recibió goles. El panorama que se abre sería el de tres empates en la fase de grupos del Mundial, lo que no alcanzará para pasar a la siguiente etapa. Nos volveríamos a las primeras de cambio.

Los elogios, a veces desmesurados, hacia el técnico Gustavo Alfaro por una clasificación que se tornó angustiante en el último tramo, nos hicieron olvidar sus reiterados errores en la convocatoria de jugadores, en el planteo táctico, en las alineaciones y en los cambios. También el cupo sirvió para soslayar la filosofía puramente defensiva de su escuela a través de toda su carrera. Lo mostró Alfaro de modo evidente en Boca Juniors –un equipo obligado a ser protagonista en cualquier cancha–, lo que provocó la reacción negativa de la fanaticada boquense y la no renovación de su contrato.

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Juan Ramón Silva, con una larga trayectoria como jugador y como estratega, resumió así el pensamiento de Alfaro hace dos años: “Una de las identidades de los equipos de Alfaro es ser fuertes en el medio campo y privilegiar la seguridad defensiva. Es un entrenador que siempre busca la forma de maniatar desde lo defensivo. Usa tres y hasta cuatro jugadores en el mediocampo, según los partidos”.

En esta columna también expresamos nuestra posición el 11 de septiembre de 2021, luego de un pésimo partido ante Uruguay, en Montevideo: “Al tomar Alfaro el mando total de la Tri empezamos a desmoronarnos. Alfaro impuso su escuela en la que prevalece el orden defensivo sintetizado en la fórmula de primero destruir, acumular gente en el medio campo. La idea es obstrucción y trancazo. Si en algún momento del partido surge la posibilidad de un contragolpe, en buena hora. Ningún interés en los tres puntos; si se puede lograr uno hay que sonreír satisfechos”.

Alfaro no va a cambiar

Esto es lo que ha ocurrido en los partidos de preparación de junio (triunfos 1-0 sobre Nigeria y Cabo Verde y empate 0-0 con México) y septiembre (igualdad en blanco con Arabia Saudita y Japón). Cambiar la mentalidad de Alfaro, a estas alturas de su carrera, es tarea imposible. Se halla feliz de contar en la selección con una línea defensiva aceptable y con un medio campo muy poblado, con órdenes de impedir el armado rival, ya sea buscando el balón para obstruir o voltear al adversario.

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Pero ¿y el armado, la maniobra repleta de inteligencia y creatividad, la gambeta que rompe todas las previsiones defensivas del rival y el pase filtrado que pone al delantero centro en posición de romper las redes rivales?

Eso no forma parte del ideario de Alfaro. No pensó en ese jugador jamás en ninguno de los equipos que dirigió. Jorge Valdano, campeón del mundo con Argentina en México 1986, y un excelente pensador ha afirmado: “Un equipo que juega sin conductor está condenado a chocar”. Y eso es lo que ocurre con nuestra selección. Moisés Caicedo, el volante más lúcido en cuanto a idea de juego, está muy comprometido en la destrucción y liberado de la obligación de ayudar a crear. Está tras los barrotes del esquema táctico de Alfaro.

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Suponiendo que el técnico del combinado de Ecuador quisiera romper su prejuicio hacia la creación como modo de ayudar al funcionamiento ofensivo, ¿existe en nuestro país un jugador que merezca ponerse la camiseta número10 para incorporar inteligencia donde solo hay choque? ¿Cuál es la tarea de un 10 que vale describir ahora que no vemos ninguno? El DT argentino Ángel Cappa lo especifica así en su libro ¿Y el fútbol, dónde está? al referirse al Pibe Jorge Valderrama:

“Con él en una cancha aparecen los espacios que esconden los prácticos atropellados, se recuperan los valores perdidos, el entusiasmo que no permite el negocio, y hasta la ilusión archivada hace años. Tiene una convicción indestructible, por eso no entiende el reclamo de los apresurados que siempre confunden la pausa con la lentitud. Maneja como pocos los tiempos, por eso (Valderrama) recorre la cancha a las distintas velocidades que exige cada sector: tres toques para los costados, frenar cuando hay que hacerlo y un cambio de frente o una pelota en profundidad para pasar de 40 a 120 kilómetros en un toque”.

¿Tenemos un futbolista de esas cualidades en estos tiempos? Se menciona al portovejense Júnior Sornoza, pero algunos deslices disciplinarios lo marginan de la aceptación del técnico. Tampoco –es la realidad– se acerca a la descripción de Cappa, sin desconocer alguna virtud suya. Sin un director de orquesta en la cancha, porque Alfaro no lo acepta para privilegiar su convicción de destruir antes que crear y porque, si cambiara de modo de pensar, tampoco encontraría un número diez auténtico, no inventado, ¿quién abastecerá los delanteros nacionales?

No hay goleadores

Nuestra selección carece de un auténtico goleador desde el retiro de Agustín Delgado. Enner Valencia y Michael Estrada no lo son. Peor Djorkaef Reasco. Un artillero implacable como fue el uruguayo Fernando Morena (668 goles en partidos oficiales de clubes y la selección de su país, en encuentros no oficiales y amistosos) declaró en una ocasión a la revista El Gráfico: “Para mí hay dos futbolistas: los goleadores y los que hacen goles. Los goleadores tienen la obligación de meterla en todos los partidos. La gente está esperando siempre los goles de ellos y hasta los gritan de otra manera. Los otros pueden hacer uno de vez en cuando y no pasa nada”.

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Solo queda esperar que el entusiasmo y calidad mostrada por la mayoría de jugadores, y una liberación de las cadenas defensivas, nos haga cumplir un papel no solo decoroso sino también de aspiración triunfal, al modo de la selección de Costa Rica en Brasil 2014. Ir a Qatar únicamente a defendernos, como en Japón-Corea del Sur 2002, sería muy penoso. (O)