Four Four Two, revista inglesa muy afecta a los rankings, difundió este último martes la lista de sus 100 mejores futbolistas de todos los tiempos. Ya la había elaborado hace algunos años y el resultado había sido: 1°. Diego Maradona, 2°. Lionel Messi, 3°. Pelé. Ahora hubo cambios: 1°. Messi, 2°. Maradona, 3°. Cristiano Ronaldo, 4°. Pelé. Los siguen 5°. Zinedine Zidane, 6°. Johan Cruyff, 7°. George Best, 8°. Franz Beckenbauer, 9°. Ferenc Puskas y 10°. Ronaldo Nazario.

La publicación, cuya tirada es de 90.000 ejemplares mensuales, señala que su ordenamiento está basado “en la influencia que tuvieron en su era en particular, los que más recuerdos dejaron y los que más asombraron con su talento y sus logros”. Habla de talento primero y de logros después. No obstante, no valoraremos el puesto en que han sido ubicadas las cien estrellas. El aspecto notable de la elección es que, de los diez primeros, cinco no fueron campeones mundiales: Messi, Cristiano, Cruyff, Best y Puskas. Y está perfecto. Un genio no puede ser considerado en virtud de si le fue bien o no en un Mundial, dado que obtenerlo es un mérito colectivo, el fútbol no es el tenis, se juega con once.

Alfredo Di Stéfano está considerado como el primer jugador moderno, el primer polifuncional, iluminó toda una época del fútbol, fue un dios en Europa y no pudo siquiera jugar un Mundial. Argentina se autoexcluyó de los torneos de 1950 y 1954, no clasificó con España para 1958 y, cuando la Roja lo incluyó para Chile 1962, una enfermedad hepática lo dejó fuera una semana antes del inicio. ¿Es Alfredo menos jugador de lo que fue por no disputar una Copa?

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Erling Haaland posiblemente nunca levante la dorada y maciza estatuilla, defiende a la modesta Noruega. Y todos sabemos que para ser campeón se necesita integrar un equipo virtuoso y tener un sagaz entrenador. Y, aun así, tener la fortuna de que todo suceda maravillosamente entre junio y julio de un año mundialista (esta vez entre noviembre y diciembre). Que nadie se lesione, que no se desuna el grupo, que toque el camino más accesible, que la pelota pegue en el palo y entre… Muchos factores y hartos imponderables. No siempre se da.

Hay una sobrevaloración absurda del tema de los Mundiales como si fuera la única competencia existente. ¿Y los demás campeonatos, para qué se juegan? Di Stefano, Puskas, Francisco Gento, Ladislao Kubala, Gianni Rivera, Sívori, Eusebio, el mismo Spencer, George Best, Zico, Teófilo Cubillas, Cruyff, Paolo Maldini, Roberto Baggio, Paulo Roberto Falcao, Sócrates, Junior, Michel Platini, Ruud Gullit, Maco van Basten, Michael Laudrup, Karl-Heinz Rummenigge, Hugo Sánchez, Carlos Valderrama, Gabriel Batistuta, Emilio Butragueño, Ryan Giggs, Zlatan Ibrahimovic, Wayne Rooney, Neymar, Luis Suárez, Cristiano Ronaldo, Luka Modric, Eden Hazard, Robert Lewandowski y decenas más no llegaron a campeones mundiales y fueron excepcionales jugadores.

Un seguidor en Twitter mensajeó diciendo que Messi nunca llegaría al nivel de Maradona o Pelé porque no había sido campeón mundial. Una estulticia. El título no eleva el nivel, enriquece el palmarés. Respondimos que, con ese criterio, Ousmane Dembelé es mucho mejor que Messi, porque fue campeón del mundo. Aunque Dembelé no pueda ser ni el chofer de Messi. Y como Dembelé hay docenas que resultaron campeones y son figuras olvidables. Desde luego, ganar el título es maravilloso, prestigia a quien lo consigue y le engalana el palmarés. Pero no lo convierte en mejor futbolista de lo que es, no es lo único que decide. No puede ser la única vara. Decide el juego. Y muchos tienen ese galardón pese a no haber hecho un buen Mundial, aún cometiendo errores o siendo suplentes.

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El polaco-alemán Miroslav Klose debería ser designado el mejor futbolista de la historia pues tiene dos credenciales impecables: campeón del mundo y máximo artillero de los Mundiales por encima de Ronaldo Nazario. Sin embargo, a nadie se le ocurriría semejante desatino. Pocos se acuerdan de Klose, un buen goleador, fuerte, luchador, un tanque con oportunismo. En esa valoración de Four Four Two, el bueno de Klose no figura entre los cien elegidos.

El Mundial también es suerte. Careca, extraordinario centrodelantero brasileño, goleador de clase, tipo Benzema, brillante con la pelota y en su asociación con la red, se desgarró una semana antes de comenzar España 1982. Fue una desgracia doble: sin su categoría, Brasil y él se perdieron de coronarse. Lo reemplazó Serginho, un ropero voluntarioso, lejos de la calidad de Careca. En su antípoda, al margen de ser un atleta fabuloso, Pelé tuvo la fortuna inmensa de compartir equipo, en 1958 con Garrincha, Didí, Vavá, Zagallo, Zito, Nilton Santos, Gilmar, y en 1970 con Jairzinho, Gerson, Tostao, Rivelino, Clodoaldo, Carlos Alberto… Si en esa delantera del 70 en lugar de Pelé hubiesen estado Zico, Puskas, Di Stéfano, Messi o Luis Suárez, también daban la vuelta olímpica.

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“No sé si específicamente sea el Mundial, como torneo, lo que se sobrevalora en sí. Creo más bien que a la selección que se queda con el título de campeón del mundo sí se la sobrevalora, muchas veces -dice Ricardo Vasconcellos Figueroa, editor de Deportes de EL UNIVERSO, con su agudísimo análisis habitual-. Hay un mérito enorme e innegable cuando se logra la corona, pero no siempre ese equipo que la obtiene es el mejor. Los que solo miden el valor de jugadores y selecciones por un título dirán que sí, que ese trofeo es el certificado de ser el mejor”.

Y agrega: “Está, por ejemplo, la desabrida Francia que se coronó en Rusia 2018, con Kylian Mbappé como ‘estrella’, un Usain Bolt con más manejo de balón que el velocista jamaiquino; vamos a ver dónde lo termina poniendo el tiempo, ya que esa condición de máximo astro francés la tuvo antes Antoine Griezmann y vemos ahora lo que es. La selección de Didier Deschamps no dejó un legado, un recuerdo, ni generó un respeto unánime como la Holanda de 1974, que no se adjudicó un Mundial. Una cosa es ganar el título, otra es ser el mejor”.

Pelé ha dicho varias veces, refiriéndose a Messi: “Cuando gane tres Mundiales y haga 1.300 goles, hablamos”. Messi no habla, pero podría decirle: “Y cuando Pelé tenga mi habilidad, hablamos”. El Mundial es la cita de mayor repercusión universal porque integra a las 211 selecciones, y estas representan a una nación, no son un club. Los Mundiales nunca fueron muy brillantes, porque no hay tiempo de trabajo para convertir una selección en un superequipo. La Champions es más linda que los Mundiales.

“Marco Materazzi, Zinho, Mario Götze, Griezmann... ¿Son los mejores de algo porque ganaron un Mundial? -pregunta Vasconcellos-. Ser campeón del mundo eterniza, cuando se repasa una alineación, el resultado de una final, pero no garantiza ser un equipo inolvidable ni la mejor selección. Por ejemplo, la áspera selección de Brasil que ganó el Mundial de Estados Unidos 1994, coronada sin hacer goles, ¿es la mejor de algo?”. (O)

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