La noche en que Diego Maradona se despedía como jugador, en el 2001 ante una multitud que colmaba las aposentadurías del mítico estadio La Bombonera, inspirado y sensiblemente emocionado, con lágrimas, Pelusa pronunció una famosa frase que nadie imaginaba: “El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. Me equivoqué en mi vida privada, pero por eso no tiene que pagar el fútbol, porque la pelota no se mancha”.

Era la primera vez que el gran Diego reconocía sus errores en público y les pedía perdón a sus compatriotas. Uno de los principales diarios de Argentina tituló con la frase de Maradona: ‘La pelota no se mancha”, la que se convirtió en una sentencia filosófica para entender el fútbol. En el marco conceptual esta expresión exclusivista es contradictoria y no debería ser aceptada, en vista de que Maradona, en su vida como futbolista, manchó muchas veces la pelota. Los incidentes lamentables acaecidos en Querétaro, el anterior fin de semana, confirman la regla de que la pelota sí se mancha cada vez más y con sangre. El escritor uruguayo Eduardo Galeano creía que “el desafío del fútbol para el siglo XXI es volver del deber al placer, o al menos construir un lugar para el placer en el escenario, que hegemoniza el deber”. Este deseo reivindicatorio no debe ser solo desde lo estético, también tiene vigencia por la sensación de libertad que produce asistir al fútbol y disfrutar de la belleza de esta pasión popular. Qué lejanos están los días que íbamos al estadio George Capwell o al Modelo Guayaquil a disfrutar de una tarde o una noche futbolera y sin ponernos de acuerdo refrendar este principio: “el derecho mío termina donde comienza el de los demás”.

Era el signo regulatorio del respeto. Se vitoreaba y se gritaba el gol del equipo de uno y quien estaba al lado lo aceptaba muchas veces con una sonrisa, situación que sucedía también a la inversa y al término del partido, cada cual por su lado. Hoy ya no es así. El fútbol no es el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre porque intereses creados (económicos y de poder) lo distorsionaron. Tampoco puede ser lo que Jean Giraudoux imaginó: que el fútbol era el esperanto de todas las razas, entendiéndose por esperanto a esa lengua creada con la idea de que sirviera como un sistema de comunicación universal. Tal vez para quererlo podría ser, pero aplicarlo en la realidad es misión imposible. Hay problemas de fondo.

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Lo de Querétaro es un nuevo anuncio en lo que puede convertirse el fútbol porque fuerzas oscuras, intrínsecamente facinerosas y delincuenciales se vienen adueñando de su entorno. Este escenario peligroso ha sido enfrentado en muchos países del mundo. No podemos olvidarnos del azote que sufrió Inglaterra en la década de los 80 con la presencia de los hooligans, pero los procedimientos utilizados los contrarrestaron. Hoy admiramos a la Premier League como uno de los espectáculos más seguros del mundo. Muchos países europeos emularon lo que el Estado británico hizo al crear un grupo policial de élite. Los equipos capacitaron guardias privados, especialistas en manejo de masas, pero lo más importante es que la inteligencia de seguridad determinó la causa e identificó autores intelectuales.

Hay infiltración del crimen organizado en las barras de México.

La legislación fue recíproca a esos esfuerzos y promulgó leyes que endurecieron las penas para cortar a tiempo el mal. España vivió épocas duras con las barras infiltradas por etarras y neofascistas que fueron perseguidos y penados duramente. España pudo salvar lo que hoy es un espectáculo digno al que asisten familias enteras a disfrutar del fútbol.

En Sudamérica los problemas sobre este tema han sido recurrentes en Argentina. Las barras bravas generan un clima de inseguridad hasta llegar a la barbarie. Y aunque se ha dicho que las diferencias sociales generaron los actos violentos, en realidad es que son mafias asociadas con la propias dirigencias de los clubes, que lucran con el temor y ejercen un poder político deportivo. Es interminable que en cada país se luche contra este mal, lo preocupante del incidente en Querétaro es que de las últimas informaciones de los incidentes en el estadio La Corregidora se establece que no fue una simple disputa entre barras, sino que la infiltración del crimen organizado que maneja el narcomenudeo es el responsable de tan lamentables sucesos. El plan final consiste en que los grandes carteles de la droga ejerzan su dominio, como lo han hecho en otros estamentos de la sociedad mexicana.

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La FIFA ha hecho tibios enunciados sobre la gresca en Querétaro.

Por lo sucedido, la FIFA emitió un comunicado en que explicaban su consternación. Declaró inaceptables e intolerables los hechos y alentó a que se haga justicia, recordando que la violencia no debe tener cabida en el fútbol. Son enunciados tibios. Entendemos que la FIFA esté muy preocupada y ocupada por los efectos que produce la invasión de Rusia a Ucrania, donde hay que reconocer que ha actuado con severidad y oportunidad. Pero lo de México no puede soslayarlo con mensajes líricos. Recordemos que los motivos de la incursión de estas mafias en el fútbol representan un grave peligro para muchos países, cuyas autoridades no tienen el afán de ir a la raíz del problema. La FIFA debió actuar con mayor energía, tomando en cuenta que México será sede del Mundial 2026, conjuntamente con Canadá y Estados Unidos.

Las sanciones por la gresca terminan siendo efímeras y superficiales. El equipo Querétaro perdió el partido reglamentariamente, deberá jugar un año a puertas cerradas, recibió una multa económica, cinco años de suspensión a la directiva queretana y las acciones del club deben ser vendidas. Además, no habrá barras visitantes y algunas otras sanciones cosméticas que por número parecen severas, pero en el fondo son insuficientes.

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El periodista Rafa Ramos, analista del fútbol mexicano, de la cadena ESPN, dijo que si con esas resoluciones serán ¿distintos?, ¿mejores?, ¿peores?, o ¿los mismos? En su frío y valiente análisis, aseguró: “Si la hipocresía brotara como flores cubiertas de pus, en todos los clubes del fútbol mexicano no habrá quien arroje la primera piedra. Es posible que irrumpa la complicidad farsante y el castigo será una burla que apeste a necrofilia”.

Las preguntas que calzan en Ecuador son: ¿Estamos preparados si nos correspondiera enfrentar amenazas así? ¿Qué se ha hecho para que aquello no suceda? ¿Qué dicen las autoridades? ¿Quiénes están dispuestos a promulgar leyes que impidan aquí lo que México sufre hoy? Con estos antecedentes ya no cabe el pensamiento tan liberal como romántico de Bill Shankly: “Me dicen que se toma el fútbol como vida o muerte, no es verdad. El fútbol es más importante que todo eso”. Como están actualmente las cosas, tengo dudas de aquello. (D)