“¿Messi once goles nada más…?”. Sí, once. El sujeto habituado a marcar cincuenta, sesenta, setenta y hasta 91 goles por temporada cerró el curso 2021-2022 con ese modesto guarismo en el Paris Saint Germain. ¿Qué hubo…? ¿Es el fin del genio…? ¿Expiró a los 35 años…? Pasó que en ese lapso se le juntaron las siete plagas de Egipto y todas las calamidades sueltas que acechaban por ahí. La Copa América terminó muy tarde, cuando ya los equipos europeos habían vuelto al trabajo, Leo salió de Brasil el 11 de julio, tomó su mes de vacaciones y regresó feliz a Barcelona a firmar su contrato de renovación ya acordado, pero recibió el célebre portazo: “No te puedes quedar aquí”, le espetaron. Y se vio fuera de todo. Un mazazo que jamás hubiese esperado lo noqueó. En medio de la congoja le apareció un salvavidas: el PSG. Cambio de ciudad, de vida. Arregló rápido y, sin hacer pretemporada, debutó tarde, en la cuarta fecha, sin conocer el medio ni al técnico ni a sus nuevos compañeros. Y con un planteo de Pochettino que nunca terminó de carburar. Metidos como cuña, hizo cinco viajes a Sudamérica para disputar doce juegos de eliminatoria. En uno de ellos recibió el terrible planchazo del defensa venezolano Luis Martínez que le hundió la rodilla hacia adentro, con su posterior inactividad. Una vez recuperado llegó el receso de diez días por las fiestas, un periplo más, a Rosario. Y allí, otra peste sorpresa: el COVID, que lo obligó a una cuarentena de catorce días. Nunca le había pasado en 17 años de carrera. Fue una sombra de sí mismo: apenas esos 11 goles y 15 asistencias. Todo el combo le costó lo inimaginable: silbidos y algún abucheo de los ultras del Paris. Y que por primera vez no estuviese ni entre los 30 nominados al Balón de Oro. Pero no ha dejado de ser el mejor futbolista del mundo. Otros pueden tener un año mejor, ninguno su calidad.

Sin embargo, volvió a salir el sol en casa de los Messi. Acortó sus vacaciones, empezó una semana antes los entrenamientos y por fin pudo hacer una pretemporada fuerte. Llegó un nuevo conductor con fama de duro a imponer orden y disciplina: Christophe Galtier. Y quedó encandilado por él: “Cuando Leo sonríe, el equipo sonríe. Es amado y admirado por sus compañeros”, dijo Míster Látigo, que se ablanda totalmente al referirse a Lionel. “Cumple con todos los entrenamientos, se involucra, sonríe, habla con sus compañeros, es una inspiración para nuestros jugadores y agradezco cada momento que tengo para verlo en la cancha, para saludarlo todos los días, porque él representa el ejemplo a seguir… Lo ha ganado todo, pero no está satisfecho, ni mucho menos”, agregó. En efecto, se lo ve físicamente óptimo, alegre y con autoridad dentro del equipo.

Galtier parece haberle encontrado la posición en la que más jugo le sacará: por el centro, delante de la línea de volantes de corte y detrás de los dos atacantes (Neymar y Mbappé). Oficia de orquestador y pasador, pero llega de frente al arco y no está tan lejos del área. Ahora tiene mayor contacto con la bola y más posibilidades de toque. Está jugando bien de 10, de armador. Lleva tres goles en los dos primeros cotejos oficiales, pero da para aventurar que tal vez alcance los treinta. A los 20 años era la bomba atómica, a los 35 perdió velocidad y potencia, algo biológicamente lógico, pero está cerebral como nunca y se puede hacer un festín poniéndoles bolas con ventaja a Neymar y Mbappé. O tocando con ambos. El sistema Galtier (3-4-1-2) lo respalda, le cubre bien las espaldas. Tres centrales atrás (Sergio Ramos-Marquinhos-Kimpembe), una línea de cuatro con dos laterales-volantes (Hakimi-Nuno Mendes) junto con dos medios de corte (Verratti-Vitinha), Messi delante para manejar el balón y dos puntas bien definidos (Neymar-Mbappé). Este esquema le permite a Leo desentenderse de tareas defensivas -para eso ya hay siete- y dedicarse a crear, a abastecer a los dos cracks de arriba e intentar arribar él al área para definir.

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Galtier le cambió la cara al PSG en solo dos partidos. Se lo vio sólido defensivamente, con mayor presión, más fuerte de la cabeza, con dominio del juego. Levantó mucho Neymar, está recuperado en lo físico Sergio Ramos y parece una revelación el joven portugués Vitinha. Es una versión mejorada.

Leo fue la sensación en la gira por Japón por su juego, además marcó dos goles en tres amistosos, uno al Kawasaki Frontale y otro al Gamba Osaka, anotó el primero ante el Nantes en la Supercopa de Francia siendo la figura y sumó otros dos frente al Clermont, en el arranque de la liga. Con los últimos tres contribuyó con 1.002 goles en clubes, 684 anotaciones propias y 318 asistencias. Y si le sumamos la Selección son 1.140, divididos en 772 conversiones y 368 pases concretados en gol. Todo en 976 partidos. Una auténtica animalada. Nadie lo hizo. Y sin ejercer de delantero puro hace años, sin haber sido jamás jugador de área.

También dio vuelta a la exigente y peculiar hinchada parisina, siempre en su estilo, sin demagogias, en silencio y por lo que hace en la cancha. Tras los goles en Clermont la tribuna empezó con la sinfonía que atronaba en sus tiempos del Barsa: “Meee-ssi, Meee-ssi…”

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Joan Laporta, presidente del Barcelona, reconoció el deseo de reficharlo en 2023 para suturar la puñalada: “Espero y deseo que el capítulo de Messi en el Barça no haya terminado. Moralmente, estoy en deuda con él”. Messi no se manifiesta. Ya no tiene empatía con el titular azulgrana y se adaptó a París. Es muy difícil el retorno porque, además, el PSG quiere ofrecerle una extensión de contrato hasta mediados de 2024. La llegada de Leo a París representó un negocio fabuloso para el club franco-catarí, que por primera alcanzó los 700 millones de euros de facturación anual y empezó a codearse en ese rubro con los Madrid, Barça, Liverpool, los dos Manchester. Marc Armstrong, director del área comercial del PSG, reveló que el club creció un 40 % en todos los rubros. Llegaron diez nuevos patrocinadores con contratos un 70 % más altos que los que se hacían antes de Messi (AM). Sobrepasaron por primera vez el millón de camisetas vendidas, el 60 % de ellas con el número 30 de la Pulga. Solo en las primeras tres horas de anunciarse el fichaje se recaudaron 933.000 euros en la tienda oficial de Champs Elysées. “Lamentablemente, no puedes producir un montón de camisetas de más, no podemos satisfacer la demanda de camisetas de Messi, nadie puede hacerlo. Hemos tocado techo. Ya estamos vendiendo muchas camisetas, más quizá que cualquier otro equipo del mundo por un jugador”, señaló Armstrong.

Se registró un crecimiento excepcional en redes sociales, alcanzando por primera vez el PSG los 150 millones de seguidores en redes. Y las taquillas… “Ya no hay entradas en cada partido, con un récord de ingresos entre los clubes europeos por localidad, con ocho veces mayor el número de aficionados que se quedan sin entradas o vip”, agrega.

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Pero el verdadero negocio de tener a Leo está en el verde césped. Y este año promete grandes ganancias. (O)