Cuando se habla de las familias que nutrieron de cracks al fútbol porteño no se puede dejar de mencionar a la más pródiga de ellas: la de los Suárez Rizzo. Empezó a hacerse notar en el deporte a fines de la década de los años 20 con Alejandro, quien hizo pareja en la defensa con Lucho Hungría en enero de 1932, cuando Liga Deportiva Estudiantil (LDE) obtuvo su primera victoria internacional al derrotar al Juvenil Esparta, de Tocopilla, Chile, en el viejo estadio de Puerto Duarte.

Para entonces ya militaban en los juveniles de LDE Porfirio y Alfonso Suárez Rizzo. Porfirio fue el primero en llegar a la fama nacional por sobre Alejandro, quien era el que les compraba uniformes y botines en una época muy lejana en que los jugadores entrenaban a las 05:00 y debían proveerse de su indumentaria deportiva. En la década de 1930 Porfirio formó con Luis Chocolatín Hungría la más famosa línea defensiva de la era. Juntos fueron a Colombia en la gira de cinco meses que hizo el Panamá SC por ese país.

Partieron en noviembre de 1934 y en cinco meses ganaron seis partidos, empataron cuatro y perdieron dos. Marcaron 36 goles y recibieron 19 tantos. Ante los panamitos cayeron América de Cali, Granadino, Hispania, Gregg, Independiente Medellín y las selecciones de Barranquilla y Antioquia, deslumbrando con una actuación memorable la defensa porteña que formaban Chocolatín y Porfirio, a la que el periódico El Relator, de Cali, llamó La muralla china.

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Por los años 40 empezó a renacer el viejo Patria de Papá Agucho Febres-Cordero Tyler. En 1942 la mejor línea media del balompié local la integraban Euclides Suárez Rizzo, Enrique Marimba Vítores y Agustín Febres-Cordero Ribadeneyra. Con ellos y el aporte del alemán Hans Landolf, Pancho Villagómez, Abraham Schneider, Lucho y José María Jiménez Díaz-Granados, Enrique Raymondi, José Vivar y Humberto Chivo Vallejo, Patria fue campeón de 1942. Euclides impresionaba por su fino toque de pelota y su prodigación en el campo de juego y llegó a ser considerado el mejor half de esa temporada. Su pase fue peleado por grandes equipos e integró la selección de Guayas y la nacional junto con estrellas como Jorge Peralta, Antonio Zambrano, Pepe Merino, Enrique Moscovita Álvarez y Vicente Chento Aguirre.

Estrella en el extranjero

Dicen las viejas historias y los documentos que el mejor de todos los Suárez Rizzo, la más linajuda familia futbolística de antaño, fue Alfonso. Todo lo que se puede hablar de él en una columna es poco frente a lo que dio al fútbol porteño y ecuatoriano. Se inició en LDE y se fue al Panamá SC en 1934. Al año siguiente se lo llevó a Colombia el Deportivo Antioquia, que arribó a Guayaquil para jugar con el Daring y el Panamá SC. En 1937 reforzó en una gira americana al Independiente Rivadavia, de Mendoza, Argentina. En 1938 integró la selección nacional a los I Juegos Bolivarianos en Bogotá y al año siguiente vistió la divisa tricolor en el Campeonato Sudamericano jugado en Lima (llamado Copa América desde 1975).

En ese mismo 1939 lo pidió, junto con el guayaquileño Marino Alcívar, el Hispanoamérica de La Habana con el que Suárez Rizzo ganó el título y la distinción de mejor jugador del torneo en tiempos en que el balompié cubano contaba con astros españoles que habían huido de la Guerra Civil.

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En 1940 Millonarios iba a enfrentar al Atlanta argentino. Los colombianos habían visto jugar a Alfonso Suárez en el Antioquia y en Independiente Rivadavia. Lo consideraban un crack y le pidieron a Eloy Ronquillo, buen zaguero guayaquileño que jugaba en Millos, que lo contactara. Suárez aceptó la invitación para reforzar a los bogotanos, viajó a la capital, jugó el encuentro y fue la figura más destacada. La prensa de ese país lo apodó Veneno.

En 1941 volvió a la Selección al Sudamericano de Chile y fue elegido el mejor interior derecho junto con, nada menos que, el argentino José Manuel Charro Moreno, una leyenda del balompié mundial. Allí lo fichó el equipo chileno Santiago Wanderers y luego Green Cross, mereciendo el guayaquileño halago periodístico de la prensa chilena. Para muchos de los que vieron el balompié de esos años fue mencionado como el mejor jugador ecuatoriano de todos los tiempos.

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Poco o nada se ha dicho en la prensa guayaquileña del último de la dinastía, Humberto Suárez Rizzo, el Picudo, como lo llamaban sus amigos Carlos Pan de Huevo Aguirre y Enrique Lerdo Veloz en sus ratos de bohemia en la Sastrería Segovia –que ya no existe–, la que, junto con la también desaparecida peluquería de Manuelito Ronquillo, fueron los más grandes mentideros del deporte antiguo. Ya hace mucho que tuve el honor de compartir un almuerzo con Porfirio, Euclides, Alfonso y Humberto Suárez Rizzo, y con doña Graciela de Suárez, esposa de Alfonso, inolvidable personaje, y su hija Norma Aguilera. “La gente no sabe que el Picudo fue un crack”, nos dijo Alfonso.

Humberto Suárez Rizzo fue un superdotado del fútbol al igual que sus hermanos. Empezó jugando en Aucas de Quito en 1945. Debutó en el balompié porteño el 10 de agosto de 1948 ante Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil vistiendo la casaca de Emelec, que ganó 5-2, con tres anotaciones del Chivo José María Jiménez y dos de Humberto. Jugaba entonces de puntero izquierdo en una delantera en la que estaban Hugo Puñalada Villacrés, el argentino Omar Cáceres (primer fichaje extranjero de los eléctricos), Jiménez y el riobambeño Víctor Aguayo, y fue uno de los responsables de que Emelec haya sido campeón de ese año.

Figura de Emelec

Apareció por primera vez en un Clásico del Astillero el 1 de septiembre de 1948, cuando Emelec ganó a Barcelona 3-0 con dos tantos de Humberto y otro del Chivo Jiménez. El 2 de octubre le hizo tres goles a la selección de Manta y se presentó internacionalmente ante América de Cali que, dirigido por Fernando Paternoster, venía de derrotar a Barcelona por 9-4, con siete goles de Saulo Flores. Emelec derrotó a los caleños por 2-0, con anotaciones de Ramón Andrade y José María Jiménez.

El plantel de Emelec que disputó y ganó el campeonato nacional de 1957, la segunda corona de la temporada para los azules.

En 1949 fue el primer ecuatoriano en ser contratado para El Dorado colombiano y vistió la camiseta de Deportivo Pereira. Luego llegaron Chompi Henriques, Enrique Moscovita Álvarez, Carlos Alume, Gonzalo Pozo e Isidro Matute. Regresó a Emelec convertido en centrodelantero hasta 1952 en que formó la defensa con el argentino Eladio Leiss y Chompi Henriques. En 1953 fue puntero zurdo y tuvo de compañeros hasta 1957 a auténticas estrellas, entre las que brilló: José Vicente Balseca, Orlando, Jorge y Mariano Larraz, Carlos Raffo, Eduardo Guzmán, Júpiter Miranda, Daniel Pinto y otras figuras eléctricas.

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Con Emelec Humberto Suárez Rizzo fue campeón de Asoguayas en 1956 y 1957 y monarca nacional en este último año. Después se fue al fútbol quiteño, donde jugó para el Aucas y su apodo de Picudo cambió por el de Mono. Con cualquiera de los sobrenombres fue un crack y con él terminó en 1957 la era memorable de los Suárez Rizzo. (O)