Barcelona fichó el lunes pasado su sexto jugador extranjero para la temporada 2022. Se trata de Leonai Souza, un volante que luce un interesante palmarés. Se lo anuncia como un futbolista que tuvo una destacada participación en el balompié uruguayo en 2021 con la divisa del equipo Plaza Colonia al punto de haber sido elegido “El mejor jugador extranjero del torneo uruguayo 2021″, por el diario El Observador. Alentador, tratándose de un club que hace años que no acierta una en contratación de refuerzos.

En cuanto a jugadores extranjeros con la divisa oro y grana, los que dejaron las más profundas huellas fueron brasileños. Basta revisar la historia: Helinho, Helio Cruz, Nivaldo, José Paes, Nelsinho, Víctor Ephanor, Severino Vasconcelos, Alcides, Paulo César y Toninho Vieira, para citar los que vienen a mi memoria.

¿Cómo surgió en el siglo pasado la idea de buscar en Brasil los refuerzos foráneos? Uno de los orgullos de la tradición torera era el criollismo. Fueron jugadores nacionales los que, a partir de 1947, forjaron el arribo de Barcelona al corazón del pueblo, al punto de transformarlo de modesto club de barrio en el ídolo de Guayaquil y del país entero. La evolución del fútbol nacional, que hacía que los incipientes campeonatos ecuatorianos se tornaran cada vez más difíciles, hizo que la tradición se rompiera en 1962. Emilio Baquerizo Valenzuela, presidente torero, cedió al pedido del técnico Arnaldo da Silva y trajo a Guayaquil a Iris de Jesús Lopes Guimaraes, Edson, Darcy y Jair Simplicio de Souza. Iris se coronó goleador del torneo nacional, con 9 tantos. Jair mostró alguna virtud, pero no era el volante que se necesitaba. Los demás pasaron sin mérito.

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Ese 1962 llegaron a la ciudad Bangú y Sao Cristovao para participar en un cuadrangular amistoso con Barcelona y Emelec. En Sao Cristovao brilló Helio Cruz, un joven delantero, pero lo deslumbrante fue la actuación de Walter Mendes do Carvalho, Tiriza, un endemoniado alero zurdo (hoy lo habrían hecho carrilero porque “los punteros no sirven para nada”, según lo dijo un comentarista que aseguraba ser entrenador). “Un zurdo nato, con un cargamento de malicia, movilidad y habilidad. Un espectáculo de primer orden en la punta izquierda”, dijo Diario EL UNIVERSO sobre una de las actuaciones de Tiriza.

Baquerizo decidió que Gradym, técnico de Bangú, era lo que el Barcelona necesitaba para el torneo de 1963. Las conversaciones fructificaron y el 16 de febrero de aquel año el maestro Gradym bajó del avión en el aeropuerto porteño para hacerse cargo del equipo. Atrás quedaban los intentos de Emelec en 1962 y los de Fluminense desde enero de 1963 por llevarlo a sus filas. Una gran amistad con Baquerizo, iniciada en 1962 y soldada a través de cartas y frases amables, comprometió al DT para venir a Guayaquil. Con él llegó un joven de 25 años que también, como su maestro, escribiría bellas páginas de un fútbol que pervive en la mente de los fanáticos: Helio Cruz (falleció en Venezuela en noviembre de 2021, me informó Abdón Echanique, quien fue su compañero en el ídolo). El moreno jugador carioca se desempeñaba en los puestos del centro del ataque y era fusilero naval de un batallón de desembarco cuando en 1959 lo fichó el América de Río de Janeiro. En 1962 se lo llevó el Sao Cristovao y allí estaba cuando Gradym lo tentó para venir a Guayaquil.

Francisco de Souza Ferreira (verdadero nombre de Gradym, 1908-1987) tenía una historia nutrida de grandes éxitos en su vida deportiva. Nacido en Río, se inició muy pequeño en el Bon Sucesso como centrodelantero. Entre 1934 y 1935 estuvo en Vasco da Gama, con el que fue campeón carioca y goleador en 1934 con 34 anotaciones. Con el mismo equipo se coronó en 1935. Ese año alternaba su papel de goleador con el de entrenador de las divisiones inferiores de Bon Sucesso. Fue campeón juvenil con este equipo y de allí partió a Fluminense, con el que estuvo seis años. Fue tres veces campeón juvenil, tres de reservas y segundo del torneo Sao Paulo-Río. En Vasco estuvo tres campañas y alcanzó dos veces el título de supercampeón que se daba al club que ganaba en tres ocasiones el certamen Río-Sao Paulo.

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En 1960 retornó a Bon Sucesso hasta 1962, en que pasó a Bangú con el que vino para aquel cuadrangular. Fue asistente técnico en las selecciones de su país para los Sudamericanos de 1953 y 1957. Gradym armó un equipo admirable. Con Helio Cruz arribaron Helinho, un prodigio de elasticidad, elegancia y seguridad en el arco; George, un volante que no conformó; y el fenomenal alero Tiriza. Acababa de firmar su fichaje el paraguayo Glubis Ochipinti y fueron confirmados Jair Simplicio de Souza, convertido en cuarto zaguero; e Iris. El ariete manabita Ricardo Reyes Cassis recibió la confianza del técnico. Fue muy importante para la historia del fútbol porteño la afirmación como titulares de dos grandes valores que están en la historia más señera del ídolo: Alfonso Quijano y Washington Muñoz.

Una formación del Barcelona que ganó el título ecuatoriano de 1963, el segundo de su historia. Arriba: Ruperto Reeves, Patterson (i), Luciano Macías, Alfonso Quijano, Miguel Cortijo Bustamante, Mario Bagre Zambrano, Helinho. Abajo: Glubis Ochipinti (i), Helio Cruz, Ricardo Reyes Cassís, Alejo Calderón, Tiriza.

Gradym había trabajado con juveniles en su país y en el campito del Reed Park vio a un espigado volante que se movía con prestancia y clase. Enseguida lo llevó a alternar de titular. También lo entusiasmó fue ver a un coloradito que manejaba bien la pelota como alero derecho, que no huía a los trancazos adversarios, que peleaba todos los balones y tenía gran olfato de gol. Así, gracias a Gradym, formaron el plantel titular Francisco Bolita Aguirre y Félix Lasso, quien llegó hasta la Selección y tuvo una estancia interesante en Universidad de Chile, entidad que pagó por él una suma que dejó boquiabiertos a todos: $ 25.000. Poco después se unió el gran volante Nivaldo de Lima Peixoto para hacer pareja con Bolita Aguirre. Bajo la dirección de Gradym Barcelona fue campeón invicto de los extinguidos torneos de la Asociación de Fútbol del Guayas en 1963. Helinho y Pablo Ansaldo custodiaban el marco. Ese año nació una de las líneas defensivas más recordadas: Quijano, Vicente Lecaro, Jair y Luciano Macías. Mario Zambrano, George, Ruperto Reeves Patterson, Aguirre y Nivaldo formaban la línea de volantes. Adelante estaban Muñoz o Clímaco Cañarte, Helio Cruz, Reyes Cassis o Iris, Alejo Calderón y el indescifrable y espectacular Diablo Tiriza.

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En el campeonato nacional las cosas no parecían andar bien cuando cayó ante Emelec. Gradym afrontó dos duelos cruciales en Quito con fidelidad a su credo futbolístico enunciado a su llegada: “El fútbol defensivo es fútbol de cobardes, de ahí que tienda siempre a desarrollar un fútbol ofensivo, sin que por ello quiera significar que descuide la defensa”. En pleno estadio Atahualpa le atizó un 5-0 al Deportivo Quito y días más tarde sepultó al Politécnico por 3-0. Un empate con Emelec le dio el segundo título de 1963 y el paso a la historia grande de ese inolvidable maestro llegado hace 59 años: Francisco de Souza Ferreira, Gradym. (O)