Paraguay tal vez sea el último cartel en la ruta a Catar. Todos decimos que Ecuador ya está clasificado, porque así lo vemos y lo sentimos. Hasta perdiendo podría clasificar. No obstante, le resultaría significativo ganar la noche del jueves. Un triunfo marcaría un doblete: emitir de una vez el pasaje al Mundial y acabar con ese tabú que es Paraguay para la Tricolor en suelo guaranítico, donde jugaron ocho veces por Eliminatoria y perdió las ocho veces. Aparte, no es lo mismo rubricar el objetivo con victoria que con derrota. La euforia es triple. Ahora están dadas las cartas para lograr esa éxito tan esquivo. Según varios cronistas el país mediterráneo, esta es la peor Albirroja de la historia. Público y periodismo no ven la hora de que termine este tortuoso proceso en el que Paraguay solo ha podido ganar dos partidos, ambos a Venezuela, y en el que ha marcado apenas nueve goles en dieciséis presentaciones. Siete fechas consecutivas sin anotar un gol hablan de la impotencia de este equipo. Todo un panorama paupérrimo que lo ubica penúltimo. Con un agravante: esta será su tercera ausencia consecutiva a un Mundial. “De sentir orgullo a encadenar fracasos”, dice un editorial del importante diario ABC Color en su edición del miércoles.

Hay una diferencia abismal, actualmente, entre ambas selecciones, futbolística y, sobre todo, anímicamente. Son antípodas. Envueltos en críticas y eliminados, los muchachos dirigidos por Barros Schelotto enfrentarán a una Selección Ecuatoriana con la moral por las nubes, con un fantástico espíritu de lucha, un funcionamiento aceitado, grandes individualidades y, especialmente, con un excelente entrenador como Gustavo Alfaro.

Por supuesto, un empate desataría el carnaval en Ecuador porque le garantiza el cupo directo. Pero una victoria sería el broche perfecto para una formidable campaña. Campaña que es toda de los jugadores y del técnico. Más improvisación de la que hubo en lo previo es imposible. Se designó a Alfaro con el partido inaugural encima, sin posibilidad de ningún ensayo. Ya se había perdido muchísimo tiempo en indecisiones y tantísimo dinero en Jordi Cruyff, un individuo que ni es técnico. Pero se recuperó por la excepcional perspicacia de Alfaro y su velocidad de discernimiento. A dos días de conocer a los jugadores viajó a Buenos Aires, paró un equipo competitivo frente a Argentina y dio batalla. Ahí mismo, pese a perder -muy ajustadamente-, se vio que sería una formación difícil de superar. Y nos gustaría saber en qué lugar estaba la carpeta de Alfaro en la pila de postulantes detrás de Klinsmann, Cruyff y otros. ¿Decimocuarto…? ¿Decimoquinto…? Luego, los futbolistas entendieron rápido su mensaje y lo plasmaron espléndidamente en el campo. Algunos de ellos han tenido un rendimiento fabuloso en este año y medio de Eliminatoria, caso Piero Hincapié, Félix Torres, Pervis Estupiñán, Ángel Mena, Byron Castillo, Gonzalo Plata, Carlos Gruezo… Y todos los demás acompañaron con eficiencia.

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Dado que se disputan las últimas dos fechas, con el fin de no despertar suspicacias ni que haya ventajas para nadie, Conmebol y FIFA programaron el mismo día y a la misma hora los encuentros donde intervienen países con posibilidades de clasificación. Habrá que elegir uno y escuchar los otros resultados. Para el hincha neutral, el partido sobresaliente sin dudas es el que enfrenta al cuarto y el quinto, Uruguay y Perú. Los celestes tienen, como Ecuador, la posibilidad de obtener su pase directo si vencen a los incaicos y si Chile no derrota a Brasil en Río de Janeiro, situaciones ambas que pueden darse perfectamente. Esto dejaría a Perú, pese a todo, con la impecable ocasión de lograr el quinto lugar apenas venciendo a Paraguay el martes, cuando caiga definitivamente el telón de la competencia.

¿Podrá el buen trato de balón peruano con el carácter de los uruguayos…? “¿Se anima a dar un resultado…?”, nos preguntó una periodista peruana. Pronosticar un resultado o el posible desarrollo de un partido entra en el terreno de la fantasía. Hay un sector del periodismo que analiza las previas de un partido como si los futbolistas fueran muñequitos de futbolín, pero son seres animados, con sentimientos, gobernados por la fe, los miedos, el optimismo, la fuerza interior o las angustias. Cuenta, también, cómo se levantaron ese día, si descansaron bien o si se golpearon un dedo contra una puerta. Mil cosas pueden suceder. ¡El fútbol contiene tal cantidad de imponderables…! Si no, miremos lo acontecido en los dos partidos del Paris Saint Germain y el Real Madrid: en París, dominio absoluto del PSG, superioridad, toque, un plan que se fue cumpliendo a la perfección y triunfo por 1 a 0; en Madrid, todo exactamente igual, incluso el 1 a 0, hasta el minuto 61, cuando el mejor arquero del mundo, Donnarumma, cometió un error gravísimo, inesperado en él, que desató la tormenta perfecta. Entregó un gol. El Real atribulado, apático y sin ideas se convirtió en un huracán, creyó que la remontada era posible y devastó al equipo francés, que entró en una espiral de nerviosismo sin escape. Y eso no estaba en ningún pizarrón ni tuvo nada que ver con la táctica ni con las previsiones del estratega. Simplemente se dio un imponderable, el tiburón blanco olió sangre y devoró a su presa. Ancelotti no tuvo ni el 0,00001 % de incidencia en ese vuelco, fue exclusivo de los jugadores.

Uruguay llegaba en una situación pavorosa: un punto ganado de los últimos quince. Despidió al histórico Óscar Tabárez y su reemplazante, Diego Alonso, ganó seis sobre seis, dejándolo a las puertas de la clasificación. Alonso le imprimió otro estilo, más ofensivo, con más juego y creatividad. Menos morder y más acariciar la pelota. Y levantó a un pueblo, que ahora sí se ve en Catar. Pero, sobre todo, apareció la fibra, la personalidad del jugador uruguayo, que, a la hora de la hora, dice presente. “Uruguay aparece en el partido límite”, acuñó alguna vez su excapitán Diego Lugano. Cierto. Pero no le será sencillo, enfrente tendrá a un Perú con una peculiaridad insólita: su mejor estrella es una que no juega, Gareca. El Flaco, que no parece nacido en Tapiales sino en Birmingham, tiene esa flema, esa calma pensante que traslada a sus muchachos y los torna competitivos. Perú tiene cosas para decir también. Por expectativa, ese es “el” partido.

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Pero Ecuador se juega el suyo. Y como cantaba Serrat, hoy puede ser un gran día, no lo dejes escapar... (O)