Indignación, consternación, cólera… Tales sentimientos invaden el universo madridista desde el sábado, cuando un sonriente Kylian Mbappé, desde el centro del campo del Parque de los Príncipes, dio la noticia que esperaba el planeta fútbol: cuál sería finalmente su futuro inmediato. Su decisión fue por tres años con el Paris Saint Germain, hasta junio de 2025. Su hipotético pase al Real Madrid, que en la patria de Cervantes daban por seguro, debía ser la perla mediática del año, porque, cuando surge una figura tan diferencial, garantiza una era de triunfos. Fue mucho más que eso: una bomba de neutrones que explotó en vastas regiones de España y el mundo. Con su declaración cerró la puerta a las ansias casi desesperadas del Madrid de contratarlo como estrella para los próximos diez o doce años. Él debía ser la piedra angular del un ambicioso proyecto a dos puntas: el nuevo estadio Santiago Bernabéu y el fichaje ultragaláctico con el cual se obtendrían decenas de campeonatos en lo que resta de esta década y comienzos de la que viene. Una incorporación de época, tipo Alfredo Di Stéfano o Cristiano Ronaldo.

Desde hace tres años la prensa madridista (que no madrileña) venía anticipando que Kylian jugaría en el Madrid, en el 2020, en el 2021, en el 2022… No existía una partícula de duda. Abundaba en detalles: “Ya está hecho”, “Está buscando casa en Madrid”, “Será un doblete histórico, la inauguración del nuevo Bernabéu y la presentación de Kylian”, “Cumplirá el sueño de su vida”, “El PSG es un polvorín y el jeque está que vuela porque no han sabido renovarle”, “Compartirá un ataque de oro con Benzema y Vinicius, triturarán a las defensas”… Mientras, el goleador parisino en silencio. A la hora de la hora -instantes antes de iniciarse el partido final de la temporada-, un exultante Nasser Al-Khelaïfi (presidente del PSG) presentó a quien es hoy el mejor futbolista del mundo y, juntos, dieron la noticia a un estadio lleno y alegre por la confirmación que ya no esperaba, porque eran tan explícitas las informaciones emanadas en España que ya lo daban por perdido. El hincha del PSG se enteró ahí que se queda.

El madridismo enfureció como nunca en sus ciento veinte años de existencia. Lo tomó como un desplante inaceptable. Ni siquiera hubo pena por no poder ficharlo, sí una rabia monumental que los medios afines al club blanco no disimularon nada. Marca, casi un órgano oficial de la institución de Chamartín, hizo una tapa cargada de despecho: foto a página de Mbappé con Al Khelaïfi y, de título, “Hay que tener mucha clase para jugar en el Madrid”. As dio también enfocó su portada en el gigantesco NO con una leyenda menos rencorosa: “Él se lo pierde”. Columnistas encabezaron con frases casi incitadoras a la violencia: “El enemigo público número uno del madridismo”, tituló un escribidor. Otro, en el pináculo de la arrogancia, deslizó: “Mbappé necesitaba más al Real Madrid que el Real Madrid a Mbappé”. ¿Entonces para qué lo querían…? Linduras a cuál más agresiva, como llamarle traidor. En el colmo de la ira, un relator que narraba un partido por Twitch instó tres veces a “darle por culo”, al fenómeno francés. Toneladas de veneno mezclado con estupor. Periodistas enardecidos en actitud barrabravil por lo que consideran un destrato intolerable al trece veces campeón de Europa. Nadie nunca se atrevió a decirle no al Real Madrid, ese gran Calígula con derecho a servirse todos los talentos vírgenes del fútbol mundial. Mbappé es el primero.

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Se unieron varios elementos que recargaron de furia a hinchas y periohinchas: que es efectivamente un supercrack y desechó jugar en el Madrid, al menos por estos tres años; que nadie osa desafiar el escudo del “club más grande del mundo” y él con su negativa, lo hizo; que los medios partidarios aseguraron durante tres años seguidos, y se regocijaban, que jugaría en el Bernabéu; y que Mbappé esperó hasta el último día para emitir su voluntad y finalmente continuó en los brazos del PSG.

“Estoy muy contento de poder seguir jugando en Francia, el país donde nací, crecí y me desarrollé. Y que me da la oportunidad de perseguir mis sueños”, señaló Kylian, feliz. Tanto que luego se despachó con tres goles.

¿Por qué es un traidor del Real Madrid si nunca jugó allí ni jamás dijo públicamente que lo haría…? Se especulaba, pero Kylian no dio la menor pista. El PSG tenía el mismo derecho que el Real Madrid de tenerlo en sus filas y tentarlo con una oferta suculenta. O más: fue el primero en descubrir el talento del jugador, el que creyó en él y pagó 180 millones al Mónaco por su pase hace cinco años, el que le dio la vidriera internacional. Tiene el deseo de retenerlo y el dinero para hacerlo, ¿Cuál es la canallada…?

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Los propios futbolistas del club merengue se manifestaron en sus redes con frases hirientes para Kylian, en el sentido de que se pierde de cosechar títulos. “Prefirió el dinero y no la gloria”, critican. Pero la gloria ya la tiene: es campeón mundial, algo que 24 de los 25 jugadores del plantel del Real Madrid no han conseguido ser. Sólo Kroos. También conquistó la Liga de Naciones. Con 23 años ya suma cinco ligas y tres copas de Francia, ha sido finalista de la Champions League. Ha probado reiteradamente el sabor de la victoria, es candidato al Balón de Oro sin salir del PSG. Y el Real Madrid buscaba convencerlo con plata, no con títulos, justamente para eso lo llevaban a él, para que los gane. Además, vive en París, no en un suburbio de inframundo.

Un mar de soberbia, como si el Madrid fuera el único club importante de la tierra y España el lugar exclusivo del mundo donde vale la pena vivir. Mbappé está en su casa, juega en un club poderoso, todavía más millonario que el Real Madrid, tal vez gane la Champions el año próximo, o el otro. O nunca, nadie morirá por no hacerlo. Pelé y Maradona no ganaron la Champions ni jugaron en el Madrid y fueron Pelé y Maradona.

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“Se pierde la gloria”, afirman. ¿Con qué sustento la prensa madridista le garantiza títulos en el Real Madrid…? ¿Son futurólogos…? Mbappé no se hizo demasiados problemas; después del anuncio marcó tres goles. Y firmó el contrato más fabuloso de todos los tiempos en un futbolista. Inteligente, mantuvo en vilo a sus dos pretendientes, esperó hasta el último instante para decidirse y con eso infló las cifras a niveles estratosféricos. Haaland y Mbappé, los dos artilleros que buscaba el Madrid se fueron con otros. Eso también duele.

Mbappé fue fiel a su club, a su ciudad y a su país. La fidelidad nunca es traición. (O)