Recuerdo nuestra adolescencia barrial. Un día de la semana íbamos a los puestos donde alquilaban revistas para leer las de nuestros héroes de entonces. Uno de ellos era El Llanero Solitario, un personaje creado por Fran Striker. Se trataba de un vaquero texano que galopaba las llanuras para defender a los débiles al lomo de Plata, su blanco caballo. En nuestros juegos era común usar su grito de batalla: ¡Arre, Plata, vamos!

Viendo el partido de la Selección ante Brasil nos daba ganas de repetir el grito para animar al único jugador capaz de crear zozobra en la zaga brasileña: Gonzalo Plata. Fuera de él, todo era empuje, brío, pero nada de creación ni inteligencia. Los que gustamos del fútbol bien jugado sin dejar de pensar en un resultado favorable para nuestra Selección, siempre que sea logrado con buen funcionamiento colectivo e individualidades destacadas, también queríamos apreciar las virtudes de las refulgentes estrellas de Brasil que destacan en grandes ligas y equipos europeos. Como adversarios, entre otros, teníamos a Alisson (Liverpool), Marquinhos (PSG), Gabriel Jesús (Manchester City), Eder Militao, Vinicius Junior y Casemiro (Real Madrid), Coutinho (Aston Villa) y Anthony (Ajax).

En las filas nuestras solo pueden ser nombrados Piero Hincapié (Bayern Leverkusen), Pervis Estupiñán (Villarreal), Carlos Gruezo (FC Ausburg), Moisés Caicedo (Brighton), Enner Valencia (Fenerbahce) y Plata (Valladolid). Imposible comparar a ambos planteles en cuanto a calidad de sus integrantes. Peor si examinamos el valor económico de ambas selecciones: la Tri es tasada por Transfermarkt en $ 97,3 millones, esto es diez veces menos que la de Brasil. Resulta difícil, por lo visto, vencer a un rival con jugadores tan cotizados, de tan alto rendimiento en grandes equipos. Brasil encabeza la eliminatoria con 36 puntos en 14 partidos. Ha hecho 28 goles y ha recibido 5. Ecuador está a 12 de distancia, pero con 24 unidades conserva una excelente expectativa de conseguir un cupo para Catar.

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El partido jugado en Quito tiene muchas aristas para analizar. Mientras esperábamos ver las filigranas de Gabigol, Coutinho, Plata, Caicedo; las voladas de Allison o Domínguez y las gambetas de Plata, muy poco de eso apareció. Quien se robó las miradas fue el árbitro Wilman Roldán, un experimentado pero conflictivo juez que ya ha protagonizado serios problemas en su larga carrera. Tengo serias dudas sobre si Roldán estaba en sus cabales el jueves mientras conducía el cotejo. El calificativo más benévolo se lo han dado los medios de comunicación de Brasil: “Lucía confundido”. Acertó en las expulsiones de Domínguez y Emerson. Lo demás fue obra del VAR, que debió trabajar arduamente para ayudar a Roldán a rectificar sus apresuradas decisiones. Para eso lo inventaron: como medio de evitar cometimiento de decisiones injustas. El diario El Espectador, de Colombia, tituló uno de sus comentarios sobre el partido ‘Mucho VAR y poco fútbol’.

Cuando la tecnología debe acudir para cambiar lo ya decidido, origina suspicacias. Peor si se trata de las alborotadas y a veces escandalosas luchas por llegar a un Mundial. Es imposible analizar cómo iba a afrontar el compromiso ante Brasil la Selección cuando a los 5 minutos íbamos abajo en el marcador y habían expulsado a nuestro arquero. Lo sucedido fue como para tirar abajo el ánimo del más fuerte. Domínguez es un portero de larga experiencia que ha ido perdiendo seguridad, por lo que alterna grandes actuaciones con errores imperdonables. En octubre del 2021, ante Colombia en Barranquilla, tuvo una actuación calificada en algunos programas radiales y televisados de nuestro país como “colosal”. Hubo dos atajadas ante disparos de Luis Díaz y Duvan Zapata que el público colombiano gritó gol, pero surgió el arquero nacional con intervenciones poco menos que milagrosas. Tal vez ese antecedente sirvió para que el técnico se decidiera por él.

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Domínguez sumó a su carrera otro fracaso. El gol de Brasil fue su culpa, perdido en la línea de gol ante una zaga que también sumó confusión. Después vino la agresión al delantero rival en una jugada que pudo resolver de otra manera. Apeló a una acción a lo Chito Vera que lo mandó a los vestuarios. Como un alivio vino minutos después la expulsión de Emerson, que no dejó a Ecuador en paridad numérica.

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Mientras las redes fanatizadas culpan al árbitro de quitarnos el privilegio de privar el invicto a Brasil con las dos tarjetas rojas a Allison, que luego rectificó Roldán; y el penal que no se cobró cuando se jugaban los adicionales, bien vale preguntar ¿qué hicimos para ganar un encuentro que pudo ser histórico? La respuesta es nada. Brasil no fue la máquina arrolladora que se supone iba a dar un show en Quito. No porque la Selección se lo haya impedido, sino por la mediocridad exhibida. Viendo jugar a este Brasil nos entran serias dudas sobre su futuro en Catar. De la Tricolor únicamente rescatamos su actitud. Quisieron ganar, lucharon, pero colectivamente fueron un desastre. Defensivamente la tarea de Félix Torres e Hincapié tuvo un nivel aceptable. El ingreso de Hernán Galíndez les dio confianza. Los marcadores fracasaron. No hubo una jugada inteligente, creativa en el medio campo pese a los esfuerzos de Moisés Caicedo. Alfaro no cree en la necesidad de un armador de juego, de un conductor, tarea que, a veces impulsado por la angustia que le produce la ineficacia de su propio planteo conservador, le da a Ángel Mena, que no tiene esa virtud.

Todo lo que intentamos se redujo a largos centros o tiros libres ejecutados por Estupiñán. Los que culpan al árbitro de arrebatarnos una victoria deben reparar en que Ecuador solo registró un tiro al arco en los 103 minutos: el cabezazo de Torres, que terminó en gol. Lo demás fueron largas corridas de Plata, regates, habilitaciones a Estrada o Valencia que nunca pudieron resolver. Así no se puede ganar un partido.

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La altura dejó de ser el factor de victoria que fue en la eliminatoria 2002. Si tiene alguna influencia, se nota más en nuestros jugadores que en los rivales. Con altura y todo, debemos seguir escuchando al ‘llanero’ Gustavo Alfaro con ese grito que es el único argumento de gol: ¡Arre, Gonzalo Plata, vamos”. No tenemos para más, pero allí estamos: muy cerca de Catar. (O)