Ganar es el mejor remedio para el alma; nadie conoce un tónico mejor. Que les pregunten a los dieciocho millones de ecuatorianos cómo se sienten hoy. Les tocaron el himno, los vio el mundo, ganaron… ¿Se puede pedir más…? La Tricolor tuvo su máxima exposición desde que existe como selección. Se esperaba que más de cuatro mil millones de personas miraran por TV el partido de apertura del Mundial (al menos lo esperaba Infantino, presidente de la FIFA). Todos vieron triunfador a Ecuador, dar una muestra de solidez futbolística y mental. Y lograr un récord: es el primer visitante en casi un siglo de mundiales que logra derrotar al anfitrión en el cotejo inaugural. Redondo.

Siento ruido de pelota...

Todo es impresionante en Qatar: autopistas, metro, edificios, hoteles de lujo, centros comerciales… Y el estadio elegido para albergar la ceremonia inaugural y el partido de arranque no podía ser más impactante. El novísimo Al Bayt —60.000 espectadores sentados—, cercano al desierto, irradia su luz al borde del golfo Pérsico. Es un gran lamparón amarillo en la joven noche qatarí. Fue construido en homenaje a los habitantes nómades de la arena infinita. Por ello, su techo semeja una carpa. Está en Jor, 25 kilómetros al norte de Doha, la única ciudad despegada de la capital-Estado-epicentro-todo. Es casi una ópera, un teatro convertido en campo de fútbol, rodeado de jardines, con una imponencia y un buen gusto exquisitos, de sobrio modernismo. Y no hay pintores dando el último retoque: todo está terminado, perfecto. Merece cabalmente la palabra impresionante. El Comité Supremo del Mundial y la FIFA le dieron el honor del saque inicial.

Todo muy bonito, aunque no brilló Ecuador. Fue un triunfo burocrático, casi administrativo, al que la pomposidad del entorno superó largamente. Gustavo Alfaro, siempre tan a la defensiva y abriendo docenas de paraguas, había declarado en la previa que Qatar era favorito. Quedó claro que no. Hace tiempo no se ve en los mundiales un equipo tan flojo como este Qatar, rico en gas y petróleo, pobre en fútbol. Elemental, primario, sin ningún atributo visible, apenas una buena presencia física en la mayoría. Sin que Ecuador fuese una locomotora, Qatar remató al arco por primera vez en el minuto 75. ¡Y era local…! Encima se le fue muy alto. Antes había tenido dos cabezazos —fallidos— que pudieron llevar peligro al arco del argentino-ecuatoriano Hernán Galíndez. Al minuto 75, una gruesa porción de hinchas qataríes empezó a vaciar el estadio. No querían seguir mirando eso. El resultado (0-2) no es indigno para una selección debutante como Qatar, pero ante Holanda puede pasarla mucho peor. La Naranja Mecánica ataca por aire, mar y tierra. El emir, que puso 220.000 millones para montar la fiestita de cumpleaños, no debe estar tan feliz. El equipo no correspondió en nada. El técnico catalán Félix Sánchez llegó al emirato hace dieciséis años y está en la federación local desde 2013. Primero se hizo cargo de la selección sub-20; y, desde 2017, de la mayor. Diez de los jugadores son nacionalizados; sin embargo, no se vieron aristas ponderables en el conjunto vinotinto. En el palco de prensa empezó a correr como reguero: “¡Y gana cinco millones de dólares anuales…!”. Pero no hay que meterse con el sueldo de los otros.

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La miniatura donde todo es gigante

En una actuación correcta, la virtud de Ecuador fue hacer los goles y jugar en todo momento seriamente, como si enfrente hubiese tenido a Alemania. Eso habla de la mentalidad competitiva de este equipo, que pareció el Submarino Amarillo. Los tres puntos resaltantes: 1) Que por séptima vez terminó con su arco en cero, confirmando su excelente funcionamiento defensivo, sobre todo de la excepcional dupla central Félix Torres-Piero Hinchapié, y del granítico lateral Pervis Estupiñán. 2) Gustavo Alfaro puso el mejor equipo posible. Galíndez es el arquero y los diez restantes son los que deben ser. Los técnicos inteligentes no comen pasto; a la hora de la hora ponen a los que hay que poner. 3) Que volvió al gol su gran artillero, Enner Valencia, lo cual le eleva la confianza hasta la estratósfera pensando en lo que viene.

Hinchas de Ecuador festejaron en el estadio Al Bayt, en Qatar. Foto: Alberto Estevez

Enner debió llevarse de recuerdo la pelota: había hecho un triplete. A los 3 minutos aprovechó un centro de media chilena de Félix Torres y abrió la caja fuerte. El VAR se lo invalidó, pero quedó la sensación de que era completamente legítimo. Su gol de cabeza es para pasárselo a los chicos en los colegios: una maravilla de golpeo, excelente salto, perfectamente direccionado, de pique al suelo, y preciso encuentro entre pelota y cabeza, para que la fuerza que da el cuello le llegue íntegra al balón. Su ejecución del penal también fue una delicatessen. Y el gol de cabeza que le anularon era otra perla. Lleva 37 tantos oficiales en la Selección, Enner.

Pompa y minimalismo

Otro punto alto del vencedor: sus hinchas, 5.860 ecuatorianos, compusieron un mosaico feliz en las tribunas y contarán a sus nietos esta victoria. ¿Si los contamos…? No, el número surge del Hayya Card, una tarjeta de identificación obligatoria que cada extranjero debe hacerse para entrar al emirato. Y todos estaban allí. Por eso, el registro es exacto.

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Día histórico: comenzó otro Mundial, el número 22. La Copa arrancó con sencillez y en una sola ciudad en Uruguay 1930. Hoy es el máximo acontecimiento de la humanidad. Deportivo y de todo orden. (O)