Euforia o desazón sin límites. Pasa siempre: tras cada fecha disputada, la Eliminatoria genera sensaciones encontradas, incluso diametralmente opuestas. Y otras curiosas, como las que vive Brasil, que virtualmente clasificó, pero no alegró a sus torcedores. La satisfacción de Ecuador por tantos valores jóvenes con proyección y el desencanto de Chile por ver que el esperado recambio no se dio. O la rabia de Bolivia por no poder salir del pozo en el que está hace décadas. Lo desmenuzamos…

El triunfo. De Ecuador, sin duda. Pese a la flojedad del rival, se valora la autoridad con que se consiguió, la determinación para buscar la victoria, los tres goles, la potencia física y futbolística del equipo, pero sobre todo la juventud. El once con que entró al campo tenía un promedio de 23,9 años de edad. Sin duda, la selección más joven de las diez sudamericanas y ya con un bagaje futbolístico y una personalidad notables. Esto hace vislumbrar un futuro radiante, en esta y en las próximas dos Eliminatorias. Lo increíble es que las tres máximas figuras del equipo -Piero Hincapié, Moisés Caicedo y Gonzalo Plata tengan 19, 19 y 20 años respectivamente. Y que tres laterales para diez años de selección como Estupiñán, Angelo Preciado y Byron Castillo transiten los 23, 23 y 22. Y el resto matiza los 24, 25, 26 años. Mena (33) es la excepción. Hasta Enner Valencia, con 31, tiene para algunos años de productividad.

La prudencia. Jugadas las diez primeras fechas, en la Eliminatoria para Rusia 2018 Ecuador tenía 17 puntos, uno más que ahora. Luego se derrumbó todo. Por ello conviene seguir la carrera con cautela y no descorchar champán todavía, aunque este proceso es diferente, tiene más apoyo. Alfaro no es más técnico que Quinteros, pero a éste le hicieron una guerra mediática y no tuvo apoyo de la Federación Ecuatoriana de Fútbol.

Publicidad

La máquina. En lo que va de la Eliminatoria, Brasil no ha cedido siquiera un empate: 9 salidas al campo, 9 triunfos. Le dio vuelta el partido a Venezuela y ya juntó los 27 porotos que se necesitan para viajar a Catar. Y si le faltara uno, lo tiene también: es el balance de goles: 22 a 3. Puede dormir tranquilo, nadie se lo igualará. ¿Cómo hacer para derrotar a una selección que de 39 partidos oficiales ganó 31 y empató 6…? ¿Que lleva el 89 % de eficacia en puntos obtenidos…? ¿Que marcó 85 goles y recibió apenas 13…? Tal animalada de goles le da un saldo de + 72. En estos cinco años y monedas con Tite como técnico, la Verdeamarilla sólo ha perdido dos juegos por los puntos: 1-2 ante Bélgica en el Mundial de Rusia y 0-1 frente a Argentina en la final de la Copa América.

Lo insólito. Sin embargo, no provoca nada en su país el combinado de Tite. “Números impressionantemente bons, futebol impressionantemente ruim”, sentencia con dureza el colega y amigo Cassius Leitão, de Globoesporte.com. “La gente no está contenta con Tite -dice Jorge Luiz Rodrigues, magnífico jornalista del mismo imperio Globo-. Hubo muchas críticas por el partido con Venezuela. El primer tiempo fue lo peor que se ha visto de Tite desde su asunción. Muy malo. Él quiere atender un clamor popular y de la prensa de mirar más hacia adentro, al campeonato brasileño, y tal vez quiere congraciarse poniendo jugadores de Flamengo, como Gabigol o Everton Ribeiro, sin embargo, los que vienen de Europa muestran un nivel muy superior, como lo demostró Raphinha. Aquí nadie lo tenía, pero entró en el segundo tiempo y cambió todo con velocidad y habilidad”.

El lamento. De todo el fútbol chileno por su casi segura eliminación del Mundial. Suma 7 puntos apenas, se clasifica con 27, debería obtener 20 de los 24 que le quedan en disputa. Se advierte imposible. Un equipo sin gol (ha marcado uno en los últimos cuatro encuentros). El técnico uruguayo Martín Lasarte está muy cuestionado, la prensa lo da ya por salido. La Roja no encontró el recambio de la Generación Dorada, no le aparecen jugadores. El mejor nuevo es un inglés (Brereton), al que le encontraron madre chilena, por eso juega. Y a todo ello se suma el grave error del presidente de la asociación de forzar la salida de Reinaldo Rueda para luego contratar de última, casi desesperadamente, a Lasarte, quien se encontraba en Santiago por razones personales. Lo increíble es que una selección que ganó dos Copa América consecutivas (2015 y 2016) quede afuera de los dos Mundiales siguientes. “Hace varios años el fútbol chileno perdió calidad y nivel”, fue el lacónico comentario del Matador Marcelo Salas en una entrevista con La Tercera.

Publicidad

La alegría. De Perú. La antiquísima rivalidad entre incaicos y araucanos, más por razones políticas e históricas que deportivas, le da al Clásico del Pacífico un trasfondo siempre especial. Aunque pasen las décadas, ganarse es un regocijo con tinte nacional. Sobre todo para Perú, que está muy abajo en el historial (24 victorias contra 45). Y la Bicolor venció a Chile 2 a 0. De paso, se reacomodó en la tabla. Llegó a 11 puntos y se puso a 3 de Colombia, el quinto, con el que debe jugar aún. Es en Barranquilla, pero ya le ha ganado dos veces Perú allí. Soñar no tiene costo. El flemático Ricardo Gareca nunca pierde la fe ni su equipo la línea. Así remó Perú en la clasificatoria anterior, de atrás. Y llegó a puerto. No se lo puede descartar.

El cálculo. Aunque aún falte un 45 % de competición, ya hay tres contendientes que están virtualmente fuera de carrera: Venezuela, Bolivia y Chile. Ya sabemos que desde lo matemático tienen alguna chance (la Vinotinto ni eso, debería conseguir los 24 puntos en disputa). Siendo serios, ya fueron. Esto simplifica el final, deja a siete corredores para cinco lugares. Si nos obligan a elegir quiénes van y quiénes no, decimos que los cinco que hoy están arriba se suben al avión. Son Brasil, Argentina, Ecuador, Uruguay y Colombia. Paraguay sigue peleando, pero sufre su falta de categoría: todo es lucha, correr, presionar, trabar, empujar… Le faltan ideas.

Publicidad

La diferencia. El miércoles vimos Italia 1 - España 2, el jueves Francia 3 - Bélgica 2. Dos juegos sensacionales. Luego, nuestra querida Eliminatoria. Nos quedó una última sensación: ¡qué lejos estamos de eso…! (O)