La Guardia Real de la Reina, la de uniformes rojos y enormes sombreros de piel negra enfundados hasta los ojos, ocupaba el campo de juego mientras la cantante londinense Raye entonaba Good Save the Queen (Dios salve a la Reina). Y 90.000 espectadores en el imponente estadio de Wembley, no del todo silenciosos, los hinchas del Liverpool silbaron el himno. Al cumplir 150 años, una puesta en escena fabulosa dio apertura a la final de la Football Association Cup, la célebre Copa Inglesa, la competencia futbolística más antigua del mundo. En 1872, cuando empezó, no había Mundiales ni Champions ni ligas, ese fue el primer intento formal de rivalizar entre clubes. Luego vino todo lo demás. Sólo no se disputó durante las dos Guerras Mundiales. Setecientos veintinueve equipos participan, incluso de categorías aficionadas. O sea, representa realmente a toda Inglaterra. Semejante tradición se respeta de modo reverencial, por lo cual, a diferencia de otros países, el campeón de copa tiene en el fútbol inglés una importancia bastante cercana al campeón de liga. No es una hermanita menor.

Al igual que en la Copa de la Liga -segunda en importancia- llegaron a la final en el histórico escenario Liverpool y Chelsea. Como en aquella ocasión -27 de febrero-, jugaron ardorosamente, igualaron 0 a 0, fueron al alargue y a los penales. Y, como entonces, se coronó el Liverpool desde los doce pasos. En catorce penales, la mayoría maravillosamente ejecutados, venció 6 a 5 el club de los Diablos Rojos. La habitual angustia de la tanda penalicia sirvió para decretar un campeón y dar emotividad a la coronación. Y no es que faltaran emociones antes, hubo cantidad de situaciones de gol, solo faltó la precisión, un elemento clave en este juego.

El amor a la camiseta existe, se llama Bochini

Ahora hay que patear obligadamente bien los penales, caso contrario los arqueros los atajan. Son atléticos, estudian a los pateadores, ensayan mucho. Di Stéfano contaba que en su época los goles de penal no se festejaban, porque era demasiado fácil hacerlos. “Te dabas vuelta e ibas al centro del campo sin gritar”, recordaba Alfredo. Los arqueros casi no se movían, uno tiraba a asegurar, a una punta, y era gol seguro. Actualmente, disparo que no vaya fuerte o esquinado es un postre para los arqueros. Salvo que los rematadores sepan amagar bien, como sucede con los que se animan a hacer un Panenka. Terminada la serie y con Liverpool campeón, Jürgen Klopp no paraba de abrazar a Sadio Mané, el magnífico atacante senegalés; él fue quien falló el único tiro del campeón. Pero Alisson lo salvó tapándoselo a Mason Mount.

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El príncipe Williams y Debbie Hewitt, la primera mujer presidenta de la Asociación Inglesa de Fútbol en 158 años, entregaron el trofeo al capitán liverpooliano Jordan Henderson, duro guerrero de arduas batallas. Es la segunda corona de la temporada del cuadro rojo, ahora deberá lidiar ante el Real Madrid por la Champions el 28 de mayo y espera una derrota del Manchester City a ver si puede hilvanar también la Premier League, pero esa se le puso difícil. El City le sacó tres puntos y siete goles de ventaja faltando sólo dos partidos. Klopp buscaba el cuatriplete, a lo sumo deberá conformarse con tres.

Liverpool-Real Madrid: chocan los planetas

Liverpool y Chelsea son gemelos presionando, se asfixian uno al otro, por eso les cuesta superarse. No obstante, hubo cantidades de llegadas de peligro de los dos. Y la más clara la tuvo en sus pies Luis Díaz, grandísima figura en el primer tiempo. Alexander Arnold le puso un pase de primera con tres dedos, toda una delicatessen, y lo dejó sólo de cara al gol; Lucho picó bien, sacando ventaja, como es su virtud, dominó, entró al área y definió rápido, pero la bola, entre las piernas de Mendy, se frenó y esto permitió que la defensa del Chelsea rechazara. El colombiano se metió a espaldas de Chalobah, en el hueco que había entre este y James, y por ahí causó estragos, pero siempre le faltó la puntilla, los cinco centavos de precisión para hacer red. No obstante, a los 8 minutos ya era la figura del juego con sus internadas por izquierdas, amagues, gambetas y centros. En la segunda parte también fue un factor de alto riesgo para los de Tuchel, y probó varias veces desde el borde del área, pero no era su tarde para el gol. En tiempo extra, Klopp lo sustituyó por Roberto Firmino porque estaba perdiendo frescura física y ya no ganaba en los piques, pero con su titularidad y sus movimientos eléctricos y punzantes ratificó que es uno de los preferidos del técnico alemán y que está a la altura de Mané y Salah. Incluso todos los compañeros lo buscan con el pase más a él que a los otros dos. Un síntoma de confianza de aquellos. Si se le daba el gol, era la figura de la cancha.

Fue una lucha sin respiro. Klopp le lleva a su compatriota Thomas Tuchel una ventaja de 10 victorias a 3; lo consigue, pero le cuesta ganarle. Y el Chelsea tuvo varias buenas frente al arco de Alisson. A Pulisic le pasó lo mismo que a Luis Díaz: fue figura, desequilibró, no se le dio el grito sagrado y luego se fue desgastando, hasta ser reemplazado.

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Carlo Ancelotti, el triunfo a la sencillez

Un detalle del fútbol actual, de su grado de oposición: ambos equipos son claramente ofensivos -más el Liverpool- sin embargo, en todos los córners o tiros libres desde las bandas, los dos defienden con sus hombres en el área. Cada vez se dan menos ventajas y es más difícil.

Liverpool llevaba treinta años sin ganar la Premier, trece sin conquistar la Champions y dieciséis sin levantar la Copa Inglesa. Ya está: Klopp le ha devuelto todo. Si Liverpool pudiera emitir moneda propia, sus billetes llevarían la cara de Jürgen.

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El jueves, en memorable actuación, el Inter le ganó 4 a 2 a la Juventus en la final de la Copa Italia. Pocos lo vieron, muchos ni se enteraron. En jerarquía, ambas competiciones son idénticas, pero a la Copa Inglesa la vio el mundo. Aquel fue un gran partido, este fue un notable acontecimiento. Lo mismo pasa con la Copa del Rey (España) o la Copa de Alemania. Es la diferencia abismal que ha establecido el fútbol inglés como espectáculo por presentación, buen gusto y la elegancia del decorado.

A la final de la Copa de la Liga, entre los mismos contendientes, habían concurrido 85.512 pagantes. Esta agotó las 90.000 entradas. Los inventores del fútbol se descuidaron por años, pero han retomado la vanguardia en casi todos los aspectos. Y es difícil que la pierdan. (O)