Ecuador tuvo que esperar 25 años para poder conseguir, con el ciclista Richard Carapaz, la segunda medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. Por esa hazaña formidable del carchense en el país vivimos momentos de mucha emoción. Pero después del arribo a la meta, de acudir a la ceremonia de premiación, de colocarse él mismo la presea dorada, escuchar el himno nacional, ver izarse la bandera tricolor, se produjeron las duras declaraciones del campeón olímpico. Sus denuncias causaron gran impacto porque pusieron en evidencia las terribles fallas de la estructura del deporte nacional.

Cada vez que hay un éxito de la magnitud del obtenido por Carapaz salen a la luz todos los problemas del deporte ecuatoriano. Si para los atletas de alto rendimiento hay inconvenientes, en el deporte formativo la situación es peor porque casi no existe y está en completo abandono.

En décadas pasadas la dirigencia deportiva obtenía ingresos de rentas propias, pero estas se perdieron, así como se esfumó la autonomía de las organizaciones deportivas del país. Los funcionarios estatales que llegaron a las diversas federaciones, o a entes de mayor nivel en el organigrama, no conocen los fines y objetivos de las entidades que presiden. Pero sobre todo desconocen de planificación y programación y han repartido los pocos recursos del Estado mediante afectos y desafectos y creyeron que tenían poder supremo para poner funcionarios e intervenir en las instituciones. Ser dirigente deportivo de federaciones ecuatorianas, o de las provinciales, se ha se convertido en un cargo político más, cuando en realidad se trata de una tarea altamente técnica. Para ejercerla se necesita capacidad para gestionar recursos estatales y buscar apoyo de la empresa privada, que por cierto poco gusta de respaldar a deportistas en etapa formativa.

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La intención del Plan de Alto Rendimiento (PAR) es muy buena, pero es necesario sostenerlo, mejorarlo y ampliarlo porque no debe ser el único medio de apoyo a los deportistas. Además, este proyecto debe contar con el complemento fundamental de la masificación, detección de talentos y el desarrollo del deporte formativo. El llamado plan de deportes priorizado está mal enfocado porque es excluyente y dejan fuera del mismo a la mayoría de disciplinas que por diversas razones no consiguen preseas o ubicaciones de éxito. Es importante que se entregue un mayor y mejor apoyo a quienes siempre están en torneos internacionales, pero no pueden dejar de lado a los demás deportistas que compiten en representación de Ecuador.

Otro inconveniente que conspira contra la preparación de los deportistas del país, y cuya incidencia se refleja luego en los resultados, tiene que ver con los meses de retraso con que llegan a las entidades deportivas los aportes económicos del Estado. La mayoría de los deportistas fueron a sus respectivos preolímpicos sin que el Estado entregara un solo dólar a las federaciones, o lo hizo tarde. En algunos casos las participaciones para clasificar a Tokio 2020 se hicieron con ahorros particulares y en otros con garantías personales. Además, hay todavía federaciones deportivas provinciales que utilizan hasta el 80 % del dinero que reciben del Estado en gastos de salarios de personal administrativo y poco en el fomento del deporte, y esto se debe corregir con urgencia.

Aunque el orgullo se mantendrá por siempre, la euforia por la medalla que ganó Carapaz pasará y luego de eso nada cambiará en nuestro mal organizado y mal dirigido deporte. A las pruebas me remito. ¿Recuerdan el caso de Glenda Morejón, que fue a un mundial de marcha con zapatos rotos? Ha transcurrido el tiempo y luego del escándalo no hubo mejoría. Al poco tiempo otro marchista (Jonathan Amores) tuvo que hacer una rifa para ir a México. ¿Más ejemplos? A Tokio las deportistas de tiro deportivo fueron sin entrenador. El nadador Tomás Peribonio también se queja y resalta que Carapaz “destapara la olla”. El lanzador de disco Juan Caicedo fue sin fisioterapeuta y sin uniforme completo. Hay deportistas que clasificaron con esfuerzo personal o con ayuda externa. Es el momento de hacer cambios de fondo. (O)