El tenis mundial vive lo que para muchos es la mejor época de este deporte si se toma en cuenta el protagonismo que han ofrecido los Tres Magníficos: Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal. Los reconocidos miembros del Big Three por dos décadas le han ofrecido al mundo la mayor rivalidad en la historia del tenis. Con estilos diversos, como son sus personalidades, han causado una enorme complejidad para distinguir, comparar y preferir al mejor de todos los tiempos. Por ellos se producen ráfagas de opiniones.

De acuerdo al momento y a la oportunidad se han dictado veredictos de quién es el mejor tenista de todas las épocas, pero se modifica porque alguno de ellos presenta un nuevo éxito. Por aquello considero que determinar el mejor tenista de siempre es una licencia audaz y demasiado subjetiva que tan solo sirve para enriquecer la imaginación. Los Tres Magníficos no solo dividen las preferencias de sus seguidores por sus habilidades tenísticas, sino por sus peculiares estilos, personalidades e influencias. Por sus logros el suizo, el serbio y el español se constituyen en paradigmas para las nuevas generaciones no solo por lo que han conseguido dentro de las canchas, aspecto que ya de por sí representa estadísticas muy difíciles de superar.

Entre Federer, Nadal y Djokovic tienen 63 títulos de Grand Slam.

Entre los grandes títulos, es decir los de Grand Slam, Nadal reúne 22, Djokovic 21 y Federer 20. En los ATP en Master 1.000 el serbio lidera con 38, seguido de Nadal con 36 y Federer con 28. En medallas olímpicas individuales, Nadal guarda una. En fin, los números fríos demuestran que Djokovic posee en su vitrina 64 triunfos, Nadal 59 y Federer 54, números extraordinarios difícilmente superables. Deberán pasar décadas para poder hacer un nuevo comparativo tan eminente como el que hemos podido testificar. También en el transcurso de estos últimos años nos hemos dedicado a encontrar sus diferencias y especialidades. Federer es considerado un experto en pistas duras y césped, mientras que Nadal es el rey de la arcilla y Djokovic es el que más se adecúa a cualquier superficie.

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No es una exclusividad de cada uno estas preferencias, porque cualquiera de los tres puede realizar exhibiciones magistrales en cualquier superficie. Tanto es así que Nadal ha ganado catorce veces Roland Garros, dos títulos de Wimbledon, dos de Australia y cuatro US Open. Djokovic posee nueve de Australia, dos de Roland Garros, siete de Wimbledon y tres Abiertos de Estados Unidos. Federer suma seis de Australia, uno de Roland Garros, ocho de Wimbledon y cinco del US Open. En conclusión, es muy difícil encontrar una época del tenis con tres exponentes luchando por la supremacía con esos números. Entre los tres, en estas dos últimas décadas, han ganado 63 torneos de Grand Slam.

Si estos números son inigualables, sus personalidades también. El suizo es sobrio, formal, sensible. El español fragua su personalidad como es su tenis: respetuoso, apasionado y resiliente. El serbio es explosivo, irreverente, con una gran capacidad para dominar sus demonios. ¿Debe ser considerada la época dorada del tenis esta en la que han participado los Tres Magníficos? No me atrevo a calificarla como la mejor porque sería una injusticia no tomar en cuenta eras pasadas en las que hubo adversidades que hoy no existen y que el tiempo se ha encargado de hacerlas olvidar. Por ejemplo, la denominada Edad de Oro australiana, diseñada por el gran Harry Hopman, quien tras su participación brillante como tenista ganó un reconocimiento mayor como entrenador.

El paso del tiempo ya les pasa factura al formidable trío.

Todo comenzó a fines de los años 50 y siguió hasta los 60 con la presencia de Roy Emerson, Rod Laver, John Newcombe, Tony Roche. Los australianos ganaron 15 Copa Davis. Emerson se quedó con doce títulos de Grand Slam y Laver se dio el gusto de ganar en 1962 y 1969 los cuatro torneos Grand Slam en el mismo año. España exhibía a Manolo Santana y en Estados Unidos se puede incluir la aparición, a fines de los 60, de Arthur Ashe. La década de los 70 también fue espectacular, con la presencia de nuevos talentos como Jimmy Connors, Bjorn Borg, Ilie Nastase, Guillermo Vilas.

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En los años 80 surgió Andre Agassi, que le dio la frescura y vitalidad al tenis. En 1981 Andrés Gómez comparece al vencer en Burdeos y luego su historia se agigantó al luchar palmo a palmo con otros grandes como el francés Yannick Noah, el alemán Boris Becker, los suecos Stefan Edberg, Mats Wilander, el estadounidense John McEnroe, que en 1980 fue número uno del mundo, y el poderoso checo Iván Lendl. En la década de los 90 es imposible no incluir a Michael Chang, Jim Courier, Carlos Moyá y el brasileño Gustavo Kuerten, con sus tres Grand Slam en Roland Garros (1997, 2000 y 2001). Hay más nombres que sobresalen en todas esas décadas, pero desde el arribo de los Tres Magníficos da la impresión de que compararlos con otros tiempos es una tarea improcedente.

A las pruebas nos remitimos. Otras épocas fueron también doradas, pero diversas por la disparidad de superficies, cambios tecnológicos, la ciencia a disposición de la preparación del atleta, o las diferencias en los materiales de las raquetas. A veces me pregunto ¿cómo Borg o Vilas podían ejecutar con tanta potencia el golpe de top spin con el diámetro del aro de sus raquetas?

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Pero el inexorable paso del tiempo ya nos demuestra el paso de la factura a la trilogía. Nadal se ha sometido a variadas cirugías y ha sufrido lesiones graves. Su resistencia cada vez es menor y hoy por su edad requiere más carácter para continuar y eso a Nadal aún le sobra, pero no será por mucho tiempo. Djokovic transita por otro estado. Su insubordinación se debe a su gran preparación y juega con los límites. Sabe que sus dos cercanos competidores sufren más las exigencias físicas y por eso persistirá para tratar de mejorar las estadísticas en torneos de Grand Slam. Mientras, Federer toca las campanas de la partida. Su reaparición en Wimbledon, como invitado en la final, dejó una estela de dudas. Expresó que una carrera no puede durar para siempre, que disfruta ganar, pero si no es competitivo es mejor parar. A buen entendedor, pocas palabras. Fue un adiós dicho con prudencia, para no distraer el éxito que hace pocos minutos había tenido Djokovic.

La prisa del tiempo pronto nos llenará de recuerdos, nostalgias. También de obsolescencia y hasta catarsis respecto a las obsesiones. Esa es la ley de la vida. Ya podremos hablar de los jóvenes que vienen atrás. Daniil Medvédev, Alexander Zverev, Stefanos Tsitsipas, Carlos Alcaraz, Sinner, Taylor Fritz, ya indican que una nueva época está por llegar. Pero será muy difícil superar a los Tres Magníficos que han escrito un capítulo especial en las páginas imborrables de la historia del tenis. (O)